El 20 de marzo de 1861 se produjo un movimiento sísmico que enlutó a la provincia de Mendoza, Argentina. Un científico francés lo había pronosticado, pero nadie le hizo caso.
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Fue la mayor catástrofe que se produjo en Mendoza desde que se tiene memoria y marcó un antes y un después en la historia local, ya que un par de generaciones quedaron aterrorizadas por la magnitud de aquel desastre y la tradición oral pasó de hijos a nietos, y así sucesivamente.
El 20 de marzo de 1861 se produjo un sismo de gran escala que se transformó en tragedia y enlutó a la provincia y al país, donde murieron más de 6.000 personas.
Tal vez si las autoridades le hubiesen hecho caso al científico francés Augusto Bravard, quien llegó a Mendoza y pronosticó un gran terremoto cerca de la ciudad, el número de víctimas hubiese sido menor. Si bien tomaron en cuenta las palabras del geólogo galo, el gobierno le restó importancia al considerar estos dichos demasiado exagerados y muy negativos.
En aquellos tiempos eran muy pocos los que estudiaban con detalle estos fenómenos porque la mayoría de las personas tenía la creencia que sismos, aluviones y otros fenómenos eran algo sobrenatural o un castigo divino. Es por eso que la ciencia recién estaba en pañales, pero la lógica no fallaba.