¿Fue acaso, una señal de lo que estaba por venir?
Sin duda. En muchos sentidos, para el medio chileno, Themo Lobos fue un general de la creatividad, un estratega que hizo del cómic su bandera y de sus personajes el ejército que le permitiría, en compañía de otros grandes, poner a esta pequeña nación en lo más alto.
Nunca hubo una industria editorial más grande que en los años del Themo, y aún cuando la dictadura de Pinochet se ocupó de atomizarla, casi hasta la desaparición, el astuto general se las arregló para estar siempre allí, de pie, continuando con su labor aún hasta hoy, en que su existencia mortal se ha apagado y su leyenda comienza a crecer.
Desde siempre, Themo Lobos asumió la responsabilidad de ser un referente. Como autor, sabía que tenía a su cargo un sinnúmero de lectores que depositaban en él su confianza, su esperanza de recibir una obra de calidad. Themo se esmeró siempre en dar lo mejor de si. Como buen estratega, eligió a los niños, porque sabía que en ellos estaban los adultos del mañana. Nunca los subestimó, pues sabía que la mejor forma de generar lealtad es en base al respeto. Los niños no son tontos, no necesitan que se le expliquen las cosas, sino que se les informe. “La creatividad es informada, investiguen” era una de sus máximas. Un llamado a la proacción, a salir de la espera, de que otros entreguen en bandeja lo que, por deber, nos corresponde develar. Sin importar la edad. Nunca era tarde para el Themo, ni tampoco demasiado pronto.