Ahora sabemos que tenía 3 o 4 años cuando murió atacado por un águila. El cráneo del Niño de Taung cuenta una historia fascinante y trágica. Las marcas en su cráneo sugieren que fue víctima de un ataque de un águila, ofreciéndonos una mirada única a los peligros que enfrentaban estos primeros homínidos. (F)
Hace un siglo, la publicación de un artículo científico sobre el fósil conocido como el Niño de Taung marcó un punto de inflexión crucial en la paleoantropología. Descubierto en Sudáfrica, este cráneo de un homínido infantil, datado en más de dos millones de años, aportó la evidencia tangible que revolucionaría la comprensión del origen y la dispersión de la humanidad.

Anteriormente, la predominante visión europea situaba la cuna de la humanidad en el continente asiático. Raymond Dart, el anatomista australiano que describió el fósil, desafió audazmente esta concepción. Su detallado análisis del Niño de Taung reveló características que lo ubicaban como un ancestro humanoide temprano, con una mezcla de rasgos simiescos y humanos, sugiriendo una transición evolutiva. Lo más significativo fue la posición del foramen magnum, indicativo de una postura bípeda, lo que implicaba que la locomoción erguida había precedido al desarrollo de un cerebro de mayor tamaño.
Si bien la comunidad científica inicialmente se mostró escéptica, el descubrimiento del Niño de Taung sentó las bases para futuras investigaciones que confirmarían su importancia. Con el tiempo, otros hallazgos de fósiles en África, como los de Olduvai Gorge y Hadar, consolidaron la teoría de que el continente africano es, de hecho, la cuna de la humanidad.
El Niño de Taung representa un hito fundamental en nuestra comprensión de la evolución humana. Su descubrimiento no solo desafió las ideas preconcebidas sobre nuestros orígenes, sino que también inauguró una nueva era en la paleoantropología, estableciendo firmemente a África como el lugar donde se inició el largo y complejo viaje de la humanidad.