Es maravillosa e inquietante la obra de este pueblo imbuido en una sensación de absoluta confianza en sus propios medios y fe ciega en su destino.
Que la Isla de Pascua es un lugar de misterios nadie puede ponerlo en duda. Primero por ser tan isla: el pueblo polinesio más cercano (isla Picairn) esta situado exactamente a 2.037 kilómetros. Y por otro lado (hacia el Este) a 3.518 de la costa chilena. Más aislado, imposible.
A esta peculiar situación geográfica debemos agregar las soberbias esculturas y la razón y misterio de su existencia. Pues si sacamos los moais, desaparece el misterio, y la tan famosa Isla de Pascua pasa a ser una más de entre miles de insignificantes islas del Pacífico.
Pero la evidencia está ahí. La evidencia de un pueblo que vivió una o varias vidas en función a una actividad artística: construir moais. Es más, parece ser que no hubo otro fin y destino que el de alzar estas grandes esculturas que llegaron a medir hasta 20 metros de altura (un edificio de 6 pisos).
¿Cómo fueron hechos los moais? ¿Quiénes los crearon y cómo fueron transportados e instalados? ¿Por qué son todos casi iguales? Ningún pueblo oculta tantos misterios y nunca la ciencia se ha enfrentado a tantas preguntas sin respuesta. Y cuando la ciencia no da soluciones surge el mito y la fantasía del hombre común y corriente.
Las especulaciones de Erich von Däniken fueron ilustradas por Chris Foss.
Están vivas -hoy más que nunca- las discusiones alrededor de hipótesis fantásticas acerca de cómo fueron realizadas esas esculturas y como se ha desarrollado la cultura Rapa Nui. Cuando en la década del `70 el escritor sensacionalista Erich von Däniken incluyó a la Isla de Pascua entre su particular “catálogos de evidencias extraterrestres en el pasado” no podía imaginar hasta que punto influiría en la vida de la pequeña isla, impregnada en una aureola de misterio. Hoy los nativos no aceptan los misterios impuestos por los de afuera, pero mienten, exageran y hasta se complacen inventando y agrandando los propios.
Sin embargo, y aunque la antigua cultura fue desmantelada casi por completo en la mitad del siglo XIX, las tradiciones locales cuentan que las estatuas eran retratos de antepasados que poseyeron en vida el maná, poder cósmico, mágico e impersonal. Que cada estatua preservaba ese valor mágico y que a través de su mirada lo proyectaba, protegiendo así al poblado de sus pueblos enemigos.
Ilustración de Chris Foss.
Von Däniken y sus discípulos aseguran que los moais son una obra de una civilización extraterrestre que elaboró las estatuas en otro planeta y las trasladó con sofisticadas naves para enclavarlas en la isla. La misma versión admite que los habitantes de otro mundo se trasladaron al solitario lugar. Establecidos allí, se dedicaron a tallar los moais y con sus máquinas los movilizaron desde las canteras hasta los templos.
Y ante la pregunta de por qué se cree de modo tan cándido en esta versión, sólo se puede responder que el hombre simple necesita alimentar su imaginación con explicaciones fantasiosas. Si la ciencia está impotente, nace el mito. Y cuando este mito es creado por pseudos escritores y difundido por editoriales deseosas de multiplicar sus ediciones, éste se arraiga y adquiere categoría de teoría científica, para satisfacción de curiosidades simples y bolsillos ávidos.
Lo más probable es que los moais fueron construidos para intimidar a los enemigos de los nativos de la isla. Tienen que haber causado una gran impresión y desaliento a los que pensaban invadirla.
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