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jueves, 5 de septiembre de 2024

Los 250 años de Caspar David Friedrich


Friedrich, nacido en Greifswald (noreste de Alemania) el 5 de septiembre de 1774, creció en el seno de una familia protestante que pertenecía a una corriente conocida como pietismo y caracterizada por el rigorismo moral y por el cultivo de un permanente examen de consciencia, lo que llevó a que se hicieran frecuentes los diarios íntimos y las autobiografías.


   El pintor nació un 5 de setiembre de 1774   



El Romanticismo y la Sublimidad en el Paisaje: Una Reflexión sobre la Obra de Caspar David Friedrich

El romanticismo, un movimiento artístico y cultural que floreció en Europa a finales del siglo XVIII y principios del XIX, marcó un giro significativo en la forma en que los artistas percibían y representaban el mundo que les rodeaba. En este contexto, la pintura de paisajes emergió como uno de los géneros más emblemáticos, ofreciendo una ventana a las vastas y a menudo indomables fuerzas de la naturaleza: tormentas, nieblas, vientos y otros fenómenos atmosféricos que evocaban el poder sublime de la tierra. Este fenómeno cultural no solo esclavizó a la naturaleza en el lienzo, sino que también se convirtió en un vehículo para expresar las emociones más intensas del ser humano, creando una profunda conexión entre el paisaje exterior y el paisaje interior del artista.


Una de las figuras más prominentes en esta exploración del "sublime" fue el pintor alemán Caspar David Friedrich, cuyas obras se han convertido en símbolos icónicos de la estética romántica. Friedrich abordó la representación del paisaje de una manera que desdibujó las fronteras entre la realidad y la emoción, capturando momentos que resonaban profundamente con la experiencia humana. Al observar sus pinturas, uno no puede evitar sentirse transportado a un espacio donde las fuerzas de la naturaleza son a la vez magnificentes y amenazadoras, un retrato que refleja la vulnerabilidad del hombre frente a lo grandioso.
Una de las características más distintivas de la obra de Friedrich es la aparición frecuente de figuras humanas, muchas veces retratadas de espaldas, contemplando el paisaje. Esta elección estilística tiene un doble propósito: permite que el espectador se identifique con el caminante, insinuando su soledad e introspección, al tiempo que no le resta protagonismo a la grandiosidad del paisaje circundante. En este sentido, Friedrich logra un equilibrio delicado entre la emotividad personal y la majestuosidad de la naturaleza, invitando a la reflexión sobre cómo ambas dimensiones se entrelazan en la experiencia humana.
Uno de sus cuadros más célebres, "El caminante sobre el mar de nubes", es un ejemplo paradigmático de esta conexión. En la obra, el protagonista se encuentra erguido en lo alto de una colina, con una inmensidad de nubes extendiéndose a sus pies, mientras que las montañas emergen como sombras en el horizonte. Friedrich logra, con su técnica característica, desdibujar la línea del horizonte, fusionando el cielo con la tierra, lo que provoca una sensación abrumadora de inmensidad y trascendencia. Este recurso no solo sirve para magnificar el entorno natural, sino que también crea un espacio donde el espectador puede proyectar sus propias emociones y reflexiones.
La elección de representar a figuras humanas de espaldas se ha interpretado a menudo como una manifestación de la incapacidad del artista para capturar la esencia de la figura humana. Sin embargo, esta perspectiva puede ser vista bajo una luz diferente: la figura en solitario, enfrentada a un vasto paisaje, simboliza la búsqueda de identidad y el aislamiento que muchas veces acompaña a la experiencia de contemplar lo sublime. Friedrich, en su rechazo a centrarse en el detalle de las figuras, abre un espacio para la introspección, donde cada espectador puede sumergirse en su propio viaje emocional.


Por otro lado, el concepto de "lo sublime" en la pintura romántica tiene sus raíces en la filosofía estética del siglo XVIII, especialmente en las obras de Edmund Burke y Immanuel Kant. Para Burke, lo sublime era una experiencia estética generada por la confrontación con lo grandioso o aterrador en la naturaleza. Kant, por su parte, lo relacionó con la capacidad de la razón para asimilar y dar sentido a lo inefable. Ambos enfoques se cristalizan en la obra de Friedrich, donde la naturaleza se presenta no solo como un telón de fondo, sino como un protagonista que infunde significado a las luchas internas del ser humano.
Los paisajes románticos, a menudo caracterizados por un profundo sentido de melancolía y nostalgia, reflejan las tensiones de la época. En un mundo en rápida transformación, la mirada hacia la naturaleza se convirtió en un refugio ante la alienación provocada por el avance de la industrialización y la modernidad. Los paisajes de Friedrich, con su atmósfera envolvente y su tratamiento del color y la luz, se posicionan como un medio para conectar con lo primordial, lo eterno y lo espiritual.

El romanticismo, a través de la obra de artistas como Caspar David Friedrich, logró capturar las fuerzas de la naturaleza de manera que resuenan profundamente con la experiencia humana. La representación de paisajes como espacios de introspección y experiencia emocional refleja la esencia del "sublime", donde lo exterior y lo interior se encuentran en una danza perfecta. Friedrich, al elevar el paisaje a un nivel casi místico, invita al espectador a una contemplación que va más allá de lo visual, abriendo las puertas a una exploración del alma humana ante la grandeza del mundo. Su legado perdura, recordándonos la conexión intrínseca entre la naturaleza y nuestras más profundas emociones.





El artista


   Caspar David Friedrich según Wikipedia   

El caminante sobre el mar de nubes

El caminante sobre el mar de nubes
Año1818
AutorCaspar David Friedrich
TécnicaÓleo sobre tela
EstiloRomanticismo
Tamaño74,8 cm × 94,8 cm
LocalizaciónKunsthalle de HamburgoHamburgo Alemania
País de origenAlemania

El caminante sobre el mar de nubes (en alemán, Der Wanderer über dem Nebelmeer), del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich, ha sido considerada como una de las obras maestras y más representativas del Romanticismo. Data del año 1818. Se trata de un óleo sobre tela que mide 74,8 centímetros de ancho por 94,8 centímetros de alto. Actualmente se conserva en el museo de arte en Kunsthalle de Hamburgo (Alemania).

La obra representa a un viajero, al que se ha identificado con el propio Friedrich,1​ que se encuentra de pie en lo alto de una montaña elevada, mirando un mar de nubes que queda debajo. El viajero se encuentra de espaldas. Viste de verde oscuro. Adelanta una pierna y se apoya en un bastón. Se pueden ver los picos de otras montañas saliendo entre la niebla, mientras que una cadena de enormes montañas ocupa el fondo. La gran extensión de cielo por encima de las alturas de las montañas del fondo cubre gran parte del cuadro. Se trata de un paisaje de la Suiza Sajona.2

Análisis

Esta obra de arte está creada teniendo en cuenta las convenciones de género tanto del Romanticismo como del paisaje. La obra, de esta manera, no se diferencia de otras obras de Friedrich; parecía sentirse bastante atraído con la idea de ver y experimentar la naturaleza en lugares aislados y maravillosos: al borde del mar o de lagos, en la cima de las montañas, o en lo alto de una cascada.1

Posteriormente, en la carrera pictórica de Friedrich, la seducción que sentía por la idea de que la expresión personal debía ligarse a un aislamiento físico y espiritual se hizo más aparente, de magnitudes increíbles, y aun así, todavía sublime.3

Mar de hielo, 1823-1824.

El interés de Friedrich por la naturaleza queda claramente evidenciado en otras de sus obras. Ejemplo de ello es Acantilados blancos en Rügen, pintado en 1818, que retrata a un hombre en pie y una mujer sentada, mirando el panorama, mientras que otro hombre, arrodillado, mira por encima del borde de un vasto y alto acantilado que lleva al océano infinito. Ambos cuadros fueron ejecutados durante el año de su viaje de bodas a Rügen. Los cuadros de esta época evocan la contemplación y la interrogación.2​ Otro ejemplo de esto puede encontrarse en la obra de Friedrich El mar de hielo, que representa, en primer plano, una gran masa de ruinas, y, en los planos medio y posterior, pilas similares de ruinas, numerosas, ensuciando lo que parece ser un paisaje helado.

El estilo del cuadro logra un sentimiento de misterio que está en el Romanticismo.

Utiliza una gama cromática más bien fría: negro de la figura central, marrón oscuro en las rocas y el gris y el blanco de la niebla y el cielo. Los únicos colores cálidos aparecen en el primer plano. De esta manera, con colores más cálidos en primer plano y predominantemente fríos en el fondo, logra una perspectiva cromática. Además, debido a que el primer plano es oscuro y descarnado, mientras que el fondo resulta más brillante, claro, menos incisivo, pintándose de manera más difuminada, Friedrich consigue una perspectiva aérea.

El paisaje mostrado no es una representación topográfica.

Simbolismo

Como los demás cuadros de Caspar David Friedrich, no es un mero paisaje, sino que tiene un contenido simbólico.

El caminante

Acantilados blancos en Rugen, 1818.

El hecho de que el viajero se encuentre de espaldas y no pueda vérsele la cara, ha sido objeto de análisis e interpretaciones. De esta forma el autor impide que la fisonomía del personaje anónimo distraiga la atención del paisaje. Al mismo tiempo, el no tener rostro transmite mejor la idea de la disolución del individuo en el «todo» cósmico.4

Esta postura (una persona vuelta de espaldas tiene la vista puesta en un paisaje romántico) se repite en otras pinturas de Friedrich, como los Acantilados blancos en Rügen. La figura de espaldas, que está en pie como un monumento sobre un lugar elevado, atrae al espectador al interior de la pintura. La figura vuelta de espaldas desempeña en los cuadros de Friedrich un papel similar a la de análogas figuras en los cuadros de René Magritte. También Magritte trabajó con motivos únicos como con piezas de desalineamiento. Las figuras vueltas de espaldas en las que a menudo se puede reconocer a Friedrich, adoptan una posición central en sus pinturas al óleo a partir de 1807. Se ha apuntado la posibilidad (aunque es meramente eso: una hipótesis), de que, como Friedrich no dibujaba particularmente bien a las personas, su amigo Georg Friedrich Kersting, que también pintó a Caspar David en su estudio, pintase algunas figuras para los cuadros de Friedrich.

La figura vuelta de espaldas cumple una importante función como figura de identificación. Normalmente están colocados de tal manera que cubren el punto de fuga. A causa de ello, el espectador tiende a colocarse en el lugar de la figura, y de esta manera seguir también de cerca el fenómeno natural.

Las figuras no representan individuos concretos y la naturaleza serviría de proyección a los sentimientos del espectador.

El hecho de que el viajero se encuentre en el centro de la pintura, además, indica que está en posición de dominación. Sin embargo, el llevar un bastón, quizá para facilitarle la ascensión, apunta a cierta debilidad.

El viajero se encuentra solo. Todo indica que no hay otra presencia humana. Se percibe en el individuo aislamiento y soledad.

El caminante simbolizaría, en fin, al ser humano que concibe su vida terrena (la montaña a la que corresponde la masa rocosa en primer plano) como un preludio a la vida eterna (el mar de nubes).

La postura del caminante, con una pierna delante de otra, indicaría que domina la vida de este mundo y mira al más allá con admiración esperando que le llegue una vida eterna.

El paisaje

Las rocas entre la montaña en la que está el viajero y el fondo simbolizarían la fe del ser humano en Dios. Las montañas del fondo representan la vida eterna futura en el Paraíso.

El mar de nubes en sí se ha entendido también como alusión a la divinidad, estando el ser humano entre la naturaleza (la montaña del primer plano) y Dios (el mar de nubes).

Otras interpretaciones aluden a que el mar de nubes representaría la inmensidad del universo24​ frente a la pequeñez del ser humano. El ser humano no es nada ante la naturaleza, se puede en consecuencia hacer referencia al texto les Feuilles d’automne (las Hojas de otoño) de Víctor Hugo en las que se evoca la pequeñez del ser humano frente a la naturaleza. La naturaleza se regenera, pero el ser humano es mortal. Se pretende transmitir el sentimiento de lo sublime, la impresión de magnificencia y sobrecogimiento que produce la naturaleza en toda su grandeza. El varón de espaldas parece recordar, sumido en su contemplación, a algún difunto o su propia mortalidad.

H. Zerner (1976) propuso una interpretación simbólica de los elementos: la niebla sería la imagen de las divagaciones, de la realidad escondida, la barrera entre la tierra y el cielo; las rocas, lo que los une, la imagen de la fe.2

Finalmente, cabe apuntar que también se ha hecho una interpretación política y nacionalista de esa obra. En efecto, durante las guerras napoleónicas se logró cierta unificación de los estados alemanes, perdida después con el Congreso de Viena. En este contexto, Friedrich expresaría la esperanza de una Alemania libre y mejor. En este sentido, el caminante no sería Friedrich, sino un caído en las guerras de liberación (1813-1815). Por ser un símbolo político, viste la típica levita alemana, prohibida en 1818.5


 

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