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viernes, 21 de junio de 2024

El detalle que no conocía (5) "El matrimonio Arnolfini", de Jan Van Eyck

El Matrimonio Arnolfini (1434), obra maestra de Van Eyck, no solo arrastra más de quinientos años de interpretaciones, posiblemente una por cada espectador fascinado.


En realidad son dos los detalles que me han llamado la atención por primera vez de este clásico de la pintura universal.


Por Rubén Reveco - Editor

1


El candelabro con un solo cirio encendido, pese a ser de día.


2


El famoso espejo que refleja la habitación, con diez escenas de la vida de Cristo. En el punto medio superior del espejo, la crucifixión.


"El matrimonio Arnolfini", pintado por el aclamado artista flamenco Jan van Eyck en 1434, es una obra maestra que ha sido objeto de innumerables interpretaciones a lo largo de más de quinientos años. Sin embargo, dos detalles en particular de esta pieza emblemática de la pintura universal han captado mi atención de manera especial.
En primer lugar, el candelabro con un solo cirio encendido en una escena que parece tener lugar durante el día. Esta elección aparentemente inusual del artista ha suscitado múltiples teorías e interpretaciones a lo largo de los siglos. Algunos expertos sugieren que la presencia de la vela encendida podría ser un símbolo religioso, quizás representando la luz divina o la presencia de Dios en la escena. Otros han propuesto que la vela podría servir como una fuente de iluminación adicional, necesaria para captar los sutiles juegos de luces y sombras que caracterizan el estilo realista de Van Eyck.
En segundo lugar, el imponente espejo convexo que se encuentra en el centro de la composición y que refleja una vista de la habitación, incluyendo diez pequeñas escenas de la vida de Cristo. Destaca, en la parte superior media del espejo, la representación de la crucifixión, un elemento que parece añadir una dimensión simbólica y trascendental a la escena aparentemente mundana del matrimonio. Esta técnica de inclusión de múltiples narrativas dentro de un solo lienzo es una muestra del ingenio y la sofisticación artística de Van Eyck, quien logra integrar de manera magistral lo sagrado y lo profano, lo visible y lo invisible.
Estos dos detalles, el candelabro con la vela encendida y el espejo convexo que refleja la escena, son solo dos de los innumerables aspectos que han contribuido a la perdurable fascinación que genera El Matrimonio Arnolfini. A lo largo de los siglos, esta obra maestra ha sido objeto de una miríada de interpretaciones, cada una de ellas aportando nuevas perspectivas y matices a la comprensión de esta joya de la pintura renacentista.

"Van Eyck estuvo aquí"

¿Qué historia nos cuenta este cuadro? A la luz de lo evidente (una pareja, un hogar, unos testigos reflejados en el espejo del fondo, una inscripción en la pared que es la firma de Van Eyck: "Van Eyck estuvo aquí")

El matrimonio Arnolfini: Un reflejo simbólico de la sociedad flamenca del siglo XV

A lo largo de la historia del arte, pocas obras han ejercido una influencia tan profunda y duradera como "El matrimonio Arnolfini" de Jan Van Eyck, un maestro de la pintura flamenca del siglo XV. Esta obra maestra, realizada en 1434, se ha convertido en un icono de la cultura visual occidental, trascendiendo los límites del tiempo y el espacio para convertirse en un reflejo fascinante de la sociedad y las tradiciones de la época.
En el centro de esta enigmática composición se encuentran los esposos Giovanni Arnolfini y Giovanna Cenami, cuyas figuras se yerguen como los protagonistas de una escena cuidadosamente orquestada. La maestría técnica de Van Eyck se manifiesta en cada detalle, desde los pliegues sinuosos de los ricos ropajes de los retratados hasta la minuciosa representación del mobiliario y los objetos que pueblan el interior de la habitación. Sin embargo, lo que hace de esta obra un verdadero prodigio artístico no es solo su virtuosismo formal, sino la forma en que Van Eyck ha logrado capturar la esencia de un momento trascendental en la vida de la pareja, elevándolo a un plano simbólico y universal.


Llama la atención (entre otros muchos detalles) que los retratados eviten con la mirada al espectador.

Más allá de la mera descripción de los personajes y el entorno, "El matrimonio Arnolfini" se erige como una declaración visual de las complejas convenciones sociales y las creencias religiosas que permeaban la sociedad flamenca de la época. La presencia del espejo convexo en la pared, que refleja una imagen parcial de la escena, se interpreta como una alegoría de la omnisciencia divina, subrayando el carácter sagrado y solemne del acto del matrimonio. Asimismo, los numerosos símbolos y elementos iconográficos que pueblan la composición -desde los zapatos abandonados en el suelo hasta la vela encendida- adquieren un significado profundo, funcionando como puntos de anclaje para una lectura multifacética de la obra.
Pero el verdadero poder de "El matrimonio Arnolfini" radica en su capacidad para transcender los límites de su contexto histórico y cultural, convirtiéndose en un espejo de la condición humana universal. La delicada tensión entre la intimidad y la formalidad, la interacción entre las figuras y el entorno, y la sutil poética visual que emana de cada elemento de la composición, todo ello contribuye a crear una obra que trasciende el mero retrato de una pareja y se eleva a la categoría de una revelación visual sobre la naturaleza del amor, el compromiso y la sociedad.
En definitiva, "El matrimonio Arnolfini" de Jan Van Eyck se erige como una de las obras maestras de la pintura europea, un lienzo que captura la esencia de una época y una cultura, al tiempo que trasciende las fronteras del tiempo y el espacio para convertirse en un testimonio imperecedero de la complejidad y la belleza de la experiencia humana.




Es evidente es la enorme influencia que el cuadro causó en Diego Velázquez, y cuya huella vemos tanto en Las Meninas como en Las Hilanderas o La Venus del espejo: varios puntos de vista superpuestos.


La historia del cuadro. 

En 1434 Jan van Eyck termina la tabla. No se ha encontrado ni existe referencia alguna a ningún contrato que certificase un encargo. En aquella época Van Eyck ya trabajaba como pintor de la corte del duque de Borgoña, lo que le exigía exclusividad al menos por el cobro de sus servicios como artista. La hipótesis más aceptada es que el cuadro fuese un regalo por amistad del pintor a los retratados. Los Arnolfini ya eran una familia poderosa en Brujas.
La familia Arnolfini mantuvo en su poder el cuadro durante una generación. Antes de 1516 ya había pasado a manos de don Diego de Guevara, caballero español y embajador en la corte de los Borgoña y Habsburgo que vivió casi toda su vida en Holanda y que logró juntar una considerable colección de arte.


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