Breve recorrido por la representación del pecho femenino en la cultura visual. En pleno siglo XXI, los senos de las mujeres aún cargan con el dualismo investido por la dominante mirada masculina, que las concibe como fuente de la vida y a la vez, objeto de atracción.
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Dice Rigoberta Bandini en una de sus canciones que no sabe por qué dan tanto miedo nuestras tetas: “sin ellas no habría humanidad ni habría belleza”. Y qué razón tiene.
Los conceptos que las sociedades han tenido sobre los pechos femeninos han girado en torno al bien y al mal, especialmente si hablamos de la cultura europea desde la entrada del cristianismo. Por un lado son entendidos como fuente de belleza y vida, pero por otro han estado relacionados con la atracción, el erotismo y la lujuria.
La pregunta es por qué siguen dando miedo nuestras tetas, en pleno 2023, cuando tenemos a nuestro alcance información de todo tipo y estamos luchando para acabar con estereotipos y conceptos relacionados con los cuerpos de las mujeres. ¿Por qué artistas como Rocío Saiz o Eva Amaral las usan como arma reivindicativa?
Si se animan a seguir leyendo, veremos algunas claves para entender qué ocurre con los pechos femeninos y su presencia en la cultura visual.
El pecho femenino en la cultura visual
Si intentamos recordar imágenes de mujeres con los pechos desnudos de nuestra cultura visual seguro que se nos vienen ejemplos a la cabeza: alguna Virgen de la Leche, una estatua de Venus, la propia Libertad guiando al pueblo en la pintura de Delacroix o incontables escenas de películas o revistas subidas de tono.
Esta cantidad de ejemplos que se nos ocurren, tengamos o no conocimientos sobre arte, se debe a que durante siglos los pechos femeninos han tenido una enorme presencia en la cultura visual.
Los seres humanos han utilizado el arte para ayudarse a comprender y construir el mundo en el que viven. Por ello, no es raro que los pechos, que dan vida y alimento, hayan sido tan representados por las culturas.
En este caso, el concepto que rodea a los pechos femeninos es positivo, como forma de honrar y agradecer a la naturaleza su existencia. Algunos ejemplos pueden ser las venus paleolíticas, las diosas que dan de mamar –como Isis–, la Virgen María y las propias artistas que se autorretratan realizando esta acción exclusivamente femenina con un nivel de emoción y realidad nunca conseguida por artistas masculinos.
La Libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix. (Museo del Louvre/Wikimedia Commons)
Pero, por otro lado, es innegable que también han sido representados con tintes eróticos desde tiempos antiguos hasta la actualidad. Esta es una parte que durante siglos ha resultado especialmente atractiva, sexualmente hablando.
Podemos encontrar ejemplos pictóricos en los que, sin ningún tipo de justificación, el personaje femenino aparece con un pecho fuera. Un ejemplo, de muchos, sería Viaje de Sara y Tobías, de Pedro de Orrente. En él, Sara aparece sentada en un descanso del camino y se le ha escapado un pecho como si fuese la cantante italiana Sabrina en aquella actuación en TVE.
En estos casos, debemos pensar que la imagen femenina ha estado siempre mediada por la mentalidad masculina (tanto por aquellos que creaban las obras, como quienes las encargaban). Así, el cuerpo de las mujeres era usado como objeto y fuente de placer visual.
El poder de esta imagen femenina y las repercusiones que ha tenido a lo largo de la historia en las sociedades es un tema de gran complejidad y sigue siendo debatido e investigado actualmente. Precisamente por su complejidad, vamos a centrarnos en un ejemplo muy concreto en el que podemos apreciar las contradicciones existentes en los pechos femeninos: la Virgen de la Leche.
Jacopo Comin, Jacopo Robusti, 'Tintoretto' (ca. 1518-1594): «La dama que descubre el seno».
El pecho de la Virgen, al descubierto
María, sostiene la iglesia católica, concibió por obra y gracia del Espíritu Santo. Gracias a que estaba libre de todo pecado, su embarazo y su parto fueron indoloros. El dolor que sufrimos las mujeres durante este proceso, según el cristianismo, es un castigo por el Pecado Original de nuestra madre Eva, de la que todas somos herederas. Menos María. Sin embargo, hay una tarea biológica que sí ha sido relacionada con ella: la lactancia.
La iconografía de la Virgen de la Leche, que retrata a María dándole el pecho a su hijo, aparece por primera vez en las catacumbas romanas, alrededor del siglo IV. No es hasta el siglo XV, y especialmente el XVI, cuando comienza a ser una imagen muy representada debido al aumento del culto mariano y al gusto de los fieles en esta faceta tan maternal y humana de la divinidad.
Pero vamos a lo que nos interesa. Imagínense que no conocemos esta iconografía; estamos en el interior de una capilla y nos encontramos con esta imagen en la que María tiene un pecho fuera. Probablemente algunas personas de nuestro tiempo intentarían buscar una suerte de botón de “denunciar por contenido sexual”, como ocurre en redes sociales.
La Virgen y el Niño entronizados con los santos Leonardo y Pedro y Escenas de la vida de San Pedro, del maestro de la Magdalena. Imagen del siglo XIII
Pero aquellos que vivieron durante siglos tan patriarcales y católicos como el XVI llenaron de significaciones los pechos femeninos. Sin obviar el sentido erótico, también tenían una carga conceptual relacionada con la nutrición y el milagro de la vida, especialmente en el siglo XVI, cuando comienza a darse una valoración mayor a la maternidad.
No es que hoy valoremos menos la maternidad que en el siglo XVI. Quizás el problema es que se ha sexualizado tanto el cuerpo femenino que en muchos casos somos incapaces de separar el sentido erótico del pecho del enorme abanico de significados relacionados con la maternidad o la feminidad.
Les animo a que la próxima vez que visiten un museo, entrenen una mirada crítica y que esa visita se convierta en una actividad gozosa, pero también consciente.
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