Cuando Camelia se sienta en un banco en el parque, encuentra un libro, como abandonado. Al abrirlo descubre una dedicatoria invitándola a llevarse el libro, leerlo y dejarlo en otro banco para el próximo lector. Intrigada, acepta la invitación y se da cuenta de que las palabras marcadas en el libro forman un mensaje. Movida por la curiosidad, aburrida de una vida monótona y banal, Camelia señala otro mensaje y, en un acto de fe, deja el libro en un banco a la espera de una respuesta. Se inicia así una correspondencia a “libro abierto” con un misterioso desconocido.
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