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jueves, 12 de enero de 2023

Los ET no quieren saber nada de nosotros

 

La pregunta sobre la existencia de vida alienígena siguen moviendo a muchos astrofísicos.

Astrofísico sugiere que los extraterrestres no se han puesto en contacto con la Tierra porque no somos suficientemente inteligentes.

Una nueva solución a la Paradoja de Fermi sostiene que los alienígenas sólo estarían interesados en contactar con los planetas más avanzados tecnológicamente.


FUENTE

¿Dónde están los extraterrestres? ¿Por qué no se han puesto en contacto con nosotros? Un artículo científico propone una nueva solución a estas preguntas conocidas como la Paradoja de Fermi.

El astrofísico de la Universidad Hebrea de Jerusalén y autor del artículo, Amri Wandel, concluye que la respuesta podría ser que la Tierra y sus habitantes podrían no estar a la altura de las expectativas de una supuesta civilización extraterrestre avanzada. Según su análisis, publicado en el servidor de prepublicaciones arXiv, si resultara que la vida ha evolucionado en muchos planetas de nuestra galaxia, los extraterrestres avanzados podrían estar más interesados en aquellos con una tecnología más avanzada.

Una pregunta, muchas respuestas

Hasta ahora, los expertos habían encontrado otras respuestas a la célebre Paradoja de Fermi. Algunos sostenían que quizá la Tierra ya haya sido visitada por extraterrestres en el pasado, antes de que los humanos evolucionaran o fueran capaces de registrar la visita. O quizá los viajes espaciales de larga distancia sean más difíciles de lo que creemos y los extraterrestres tampoco tengan una tecnología más desarrollada que la de la Tierra. Algunas teorías también sugieren que es posible que los extraterrestres se hayan autodestruido, como reportó DW en el pasado.

En el nuevo artículo, Wandel ofrece otra posible explicación: que la vida es extraordinariamente común en la Vía Láctea. Y si resulta que muchos de los planetas rocosos y en zonas habitables de la galaxia tienen vida, es más que probable que los extraterrestres no quieran desperdiciar sus recursos enviando señales a todos ellos, y que, para evitar el riesgo de estar tratando de comunicarse con algas o microorganismos, decidan concentrarse solo en los mundos que muestren signos de una tecnología avanzada.


Quizás el mensaje todavía esté en camino

Además, las señales tecnológicas pueden ser difíciles de detectar. La Tierra comenzó a emitir señales detectables desde el espacio en forma de ondas de radio desde la década de 1930. Estas señales podrían haber llegado a unas 15.000 estrellas, una mínima parte de todas las estrellas que existen en la Vía Láctea. Además, según Wandel, cualquier mensaje de retorno de los extraterrestres tardaría tanto en llegar, que sólo podríamos haber recibido respuesta de estrellas situadas a menos de 50 años luz desde que la Tierra comenzó a emitir al espacio profundo. No fue sino hasta 1974 que enviamos la primera transmisión deliberada de alta potencia a los extraterrestres con el mensaje de Arecibo dirigido al cúmulo estelar globular M13.

Por lo tanto, el artículo no descarta que existan civilizaciones extraterrestres en algún lugar del universo, solo descarta que existan en un rango de 50 años luz de nosotros. Puede que su respuesta esté en camino y que todavía no la hayamos recibido.

¿Por qué los extraterrestres son calvos?

Cuando consultamos la palabra “extraterrestre” en el buscador Google Imágenes, aparecen ante nosotros decenas de ilustraciones.

Durante el siglo pasado, la imaginación dotó a estos misteriosos invasores llegados de otro mundo de una gran variedad de formas. Grandes unas veces y diminutos otras, poseedores de tres ojos o de uno solo, el caso es que estos visitantes, ya sean pacíficos o agresivos, son de lo más variopinto.

Su descripción podría llenar un libro entero de “exozoología”, como se hacía antiguamente con los catálogos razonados que recogían las diferentes variedades de seres vivos que los naturalistas amateurs encontraban a su paso.

No obstante, por muy diversas que sean estas figuras, hay un aspecto que llama la atención por su constancia: la mayoría son calvos. Pensemos, por ejemplo, en E. T., los hombrecillos grises o los annunakis, como a veces los llaman los expertos en la materia: los visitantes no tienen ni rastro de pelo en la cabeza. ¿Es realmente una coincidencia?

La mayoría de los relatos que tratan sobre la vida extraterrestre describen civilizaciones superiores a la nuestra (lo cual explica que posean los recursos tecnológicos necesarios para venir a visitarnos). A este respecto, podría estar en juego una cierta representación de la teoría de la evolución. La hipótesis implícita en la que se sustenta la descripción física de estos seres es que, al estar muy por delante de nosotros, representarían, en cierto modo, nuestro futuro desarrollo biológico.

Estas criaturas extraordinarias, dotadas de una cabeza a menudo desproporcionada en relación con el cuerpo, constituyen oscuramente la etapa final de nuestro futuro.

Podría decirse que el cabello, primo del pelo, se considera, sin duda, un rasgo de aparente animalidad impropio de una conciencia superior. Además, los cabellos y los pelos, que tal vez tuvieran utilidad en épocas en las que los hombres se veían expuestos a las inclemencias de la temperatura, estarían abocados —puesto que la función crea el órgano— a desaparecer lentamente para dejar expuesta toda la potencia de un córtex que tiende a ser cada vez más voluminoso.

Esta forma de entender la evolución biológica —¿acaso nos sorprende?— no respeta demasiado la ortodoxia de la teoría darwiniana, sino que tiene más bien acentos claramente lamarckianos.


Fuerza vital

Jean Baptiste de Monet, conocido como Chevalier de Lamarck, consideraba, al igual que Darwin, que las especies no eran inmutables; pero su teoría, contrariamente a la de aquel, sostenía que los seres evolucionaban según las leyes de una misteriosa fuerza vital, presente en toda forma de vida, que orientaba la evolución biológica.

El ejemplo más emblemático de esta teoría es la idea de que las jirafas tienen el cuello largo porque la fuerza vital se lo ha alargado, debido a que su alimento se encuentra en la copa de los árboles. Más tarde, esa adaptación adquirida se volvía innata. El medio natural influye a este respecto, influencia que solo se explica por la intervención de una hipótesis metafísica —la fuerza vital— en la estructuración biológica de los seres.


Selección natural

En cambio, Darwin concebía la evolución de las especies como la consecuencia de un proceso natural de selección que permite la supervivencia de los individuos mejor adaptados. Dicho de otro modo, los individuos no se adaptan biológicamente a su entorno; si sobreviven, es porque, como resultado de combinaciones genéticas azarosas, están mejor adaptados que los demás.

Con arreglo a esta teoría, a las jirafas no les creció el cuello de repente, sino que el azar hizo que algunas tuvieran el cuello más largo que otras, lo que les daba mayores facilidades para alimentarse y, por tanto, para reproducirse. Poco a poco, o de forma repentina según los casos, el genotipo de la especie más adaptada se expandió, mientras que el de la otra especie se extinguió.

Volviendo a los extraterrestres, esta representación de seres superiores estadísticamente desprovistos de pelo parece delatar el imaginario lamarckiano de quienes los concibieron.

Debemos ser muy claros: sería un verdadero milagro que todos esos seres del espacio hubieran seguido una evolución idéntica hacia la calvicie. Por supuesto, a veces se producen coincidencias extraordinarias. Pero en este caso tal vez sería más sensato, y en cualquier caso más parsimonioso desde el punto de vista intelectual, tomarse en serio la idea de que tales descripciones son meras invenciones humanas que delatan la concepción errónea que, en general, tenemos de la teoría de la evolución. F



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