Muchos estaban emocionados con el eclipse del 14 de diciembre, pero algunos no sabían qué lo provocó. Un periodista de un canal de televisión chileno se acercó -micrófono en mano- a un poblador del sur del país y le preguntó: "¿Usted sabe por qué se ha oscurecido a medio día?". El hombre lo miró y le contestó: "Claro, un meteorito pasó, no más y lo tapó. El mismo que mató a los dinosaurios". No sabía pero tenía información.
Hace 52 años de la llegada del hombre a la Luna. Habían pasado sólo 66 años desde que los hermanos Wrigth volaran el primer aeroplano de forma exitosa. En tan poco tiempo la humanidad progresó de una manera asombrosa y esto caló hondo en todas las expresiones artísticas: Literatura, cine, pintura, cómic, ilustración y, por supuesto, música.
Esta última, en especial, fue en las décadas del 60 y 70 cuando los compositores miraron hacia el cielo para buscar inspiración. La carrera espacial y en particular la llegada del hombre a la Luna marcó profundamente a toda una generación de músicos populares. Pero antes -y como siempre- estuvieron los clásicos.
Por Rubén Reveco - Editor
Hay mucha música que sólo hace mención a algún astro del Cielo en su nombre de origen (Claro de Luna, por ejemplo) o en la letra de sus canciones, esto por si sólo no debería ser motivo para incluirla en esta selección. Pero se puede hacer una o dos excepciones a modo de introducción y considerando que se trata de una celebración dedicada a la Luna, nuestro bello y solitario satélite.
OBRAS DEL SIGLO 19
"Claro de Luna", Ludwig van Beethoven
La Sonata para piano Nº 14 en do sostenido menor "Quasi una fantasia", Op. 27, Nº 2, popularmente conocida como Claro de luna o Luz de Luna (en alemán Mondscheinsonate), fue escrita por Ludwig van Beethoven en 1801 y publicada en 1802. Se trata de una de las obras más famosas del autor, junto con el primer movimiento de la Quinta Sinfonía y su bagatela para piano Para Elisa.
"Claro de Luna" Claude Debussy.
La Suite bergamasque (Suite bergamasca) es una suite para piano en varios movimientos del compositor francés Claude Debussy. Aunque fue escrita en 1890, la obra no se publicó hasta 1905, y eso pese a que su autor intentó que no viese la luz, pues creía que esta obra de juventud estaba muy por debajo del nivel de sus composiciones más modernas.
La Suite toma su nombre de las máscaras de la Commedia dell'Arte de Bérgamo (Comedia del arte de Bérgamo) y está inspirada en las Fêtes galantes (Fiestas galantes) de Paul Verlaine.
OBRAS DEL SIGLO 20
Los Planetas (suite) de Gustav Holst
Gustav Holst influyó con su suite Los Planetas a toda una generación de compositores de bandas sonoras. Seguro que han oído algunos pasajes de alguna película favorita.
A finales del siglo XIX y principios del XX la música clásica atravesaba una de sus transformaciones más profundas. Era el momento de grandes compositores como Strauss, Mahler y Ravel que revolucionaban el panorama musical y provocaban altercados (con intervención policial incluida) en cada estreno.
Los Planetas le fue sugerida a Holst por su amigo y también compositor Clifford Bax, durante un viaje a Gibraltar en 1912. El compositor se puso a la tarea y completó la suite en los cuatro años que duró la Primera Guerra Mundial. Debemos la primera ejecución de la obra a Adrian Boult el 29 de septiembre de 1918, que desde entonces se convirtió en el director favorito de Holst para esta obra. Dicha primera ejecución (de carácter privado) se debió a un "regalo" al compositor de su amigo y también compositor Henry Balfour Gardiner.
A finales del siglo XIX y principios del XX la música clásica atravesaba una de sus transformaciones más profundas. Era el momento de grandes compositores como Strauss, Mahler y Ravel que revolucionaban el panorama musical y provocaban altercados (con intervención policial incluida) en cada estreno.
Los Planetas le fue sugerida a Holst por su amigo y también compositor Clifford Bax, durante un viaje a Gibraltar en 1912. El compositor se puso a la tarea y completó la suite en los cuatro años que duró la Primera Guerra Mundial. Debemos la primera ejecución de la obra a Adrian Boult el 29 de septiembre de 1918, que desde entonces se convirtió en el director favorito de Holst para esta obra. Dicha primera ejecución (de carácter privado) se debió a un "regalo" al compositor de su amigo y también compositor Henry Balfour Gardiner.
Esta obra atravesó todo el siglo XX.
Influencias
Mucho se ha hablado de la "originalidad" de la obra. Más razonable es pensar que la obra está íntimamente conectada con varios autores de su tiempo. Así, por ejemplo, Holst toma prestada de los "Nocturnes" de Debussy la idea del coro femenino sin texto, para su Neptuno. Igualmente se puede rastrear la influencia de Richard Strauss en su uso del oboe bajo o las tubas wagnerianas; o la del Stravinski de "La consagración de la primavera" por la incorporación del clarinete bajo y por la similitud de ciertos motivos breves y su tratamiento por ejemplo en pasajes de "Marte". También hay que mencionar aquí al Arnold Schönberg de las "Cinco piezas orquestales, Op. 16".
Desde el punto de vista conceptual, además, deberíamos citar al Elgar de las "Variaciones Enigma" y, de forma más lejana, al Mussorgsky de los "Cuadros de una exposición" en cuanto a la sucesión de descripciones de caracteres o impresiones.
Estructura
La suite está formada por los siguientes movimientos:
Marte (El portador de la guerra) fue el primer movimiento de la suite en ser terminado, y lo fue tan sólo un mes antes de iniciarse la Primera Guerra Mundial (agosto de 1914). Holst usa aquí la bitonalidad, pero enfrentando brutalmente acordes no relacionados tonalmente entre sí (sol mayor / do sostenido mayor).
Venus (El portador de la paz) es la respuesta contrastante a Marte, con importantes solos de trompa. violín, oboe, clarinete y violonchelo. Tonalidad de mi bemol. Y con un profundo adagio.
Mercurio (El mensajero alado) es el único movimiento totalmente autógrafo de Holst y fue terminado en 1917. Los otros movimientos fueron orquestados por amanuenses a partir de una primera versión para dos pianos escrita por el propio Holst. Holst usa también para este movimiento la bitonalidad; pero a diferencia de Marte, lo que allí era brutalidad y agresividad, aquí se transforma en agilidad, ligereza y una sensación de no fijación en una tonalidad determinada.
Júpiter (El portador de la alegría) conjuntamente con Mercurio, se puede considerar el scherzo de la obra, de estructura sonata. Al trío del movimiento, la solemne melodía central de aliento brahmsiano, Cecil Spring-Rice le encasquetó un himno según la venerable tradición victoriana de la época: I vow to Thee, my Country. Aunque el himno fue utilizado en las ceremonias del armisticio de la I Guerra Mundial, al propio Holst no le agradó demasiado el resultado. Y como expresa Colin Matthews, editor de la partitura para Eulenburg, "raramente un compositor se ha visto favorecido por la adición posterior de texto para su música".
Saturno (El portador de la vejez) no solamente nos describe el carácter "serio, circunspecto y triste" del planeta. Es también la descripción de un ataque provocado por su neuritis, que le afectaba severamente a un brazo. El detalle tendrá su importancia en el momento de dirigir: de resultas de dicha neuritis, los tempi resultaron un poco lentos, lo cual influyó a su vez en las grabaciones de Adrian Boult. Esto es especialmente notable en los movimientos "amplios", como Marte o Júpiter.
Urano (El mago) debe ser inscrito en la nómina de deudas de Holst. Concretamente, Holst está en deuda con Paul Dukas y su El aprendiz de brujo (L'apprenti sorcier). Las ásperas cuatro notas (sol-mi♭-la-si, con un salto ascendente de cuarta (mi♭ - la) y descendente de séptima las dos últimas (la-si) que suenan al principio de la pieza serán el hilo conductor a través del cual Holst narrará las peripecias del mago que intenta conseguir que el sortiliegio "funcione". Al final lo "consigue": la sucesión de acordes Fa/Do 7 (metal) y un Mi unísono (cuerda grave) con indicaciones desde fortissimo a pianissimo y el último recordatorio de las cuatro notas (arpa) nos introducen en el siguiente movimiento.
Neptuno (El místico) como ya queda dicho, usa un coro femenino sin texto. Pero a diferencia de Debussy, Holst lo ubica tras el escenario, "en una habitación contigua, cuya puerta debe quedar abierta hasta que termine el movimiento y todo quede en silencio" según rezan las indicaciones de la partitura.
Adiciones a la obra
Aunque Plutón fue descubierto durante la vida de Holst, en 1930, él no mostró interés en escribir un movimiento para este planeta. En 2000, la Hallé Orchestra comisionó al compositor y crítico musical británico Colin Matthews, especialista en la obra de Holst, que escribiera un nuevo movimiento, el octavo, al que Matthews tituló Plutón, el Renovador. Dedicado a Imogen Holst, hija de Gustav Holst, este nuevo movimiento fue estrenado el 11 de mayo de 2000 en Mánchester, por la Orquesta Hallé bajo la dirección de Kent Nagano. Matthews modificó el final de Neptuno y lo convirtió en una transición a Plutón.
De la suite de Gustav Holst, los 7.08 minutos dedicados al planeta Marte son los más populares.
Adaptaciones
En el álbum Mythodea de Vangelis, dedicado a la misión espacial de la NASA en Marte, el primero de sus movimientos (el más "marciano" de todos) contiene las notas sol-re-do sostenido que enuncian los metales graves al principio del movimiento correspondiente de la suite de Holst.
En el álbum debut de la banda Black Sabbath, el tema que inicia el disco (homónimo a la banda y el disco), tiene como riff inicial el mismo que "Mars". Esto fue reconocido por Bill Ward (baterista de la banda) en el documental de 2011 "Metal Evolution" Episodio 1.4
También el grupo Rainbow, de Ritchie Blackmore (ex-guitarrista de Deep Purple), en el álbum "Down to Earth", comienza la canción "Eyes of the Word" con Don Airey interpretando a los sintetizadores el principio de "Marte, el portador de la guerra".
La canción "Running" del álbum Symphony de la soprano británica Sarah Brightman tiene acordes de "Jupiter".
La canción "The Divine Wings of Tragedy" del álbum homónimo de Symphony X, en su movimiento "In The Room of Thrones" contiene acordes y un ritmo de "Marte, el portador de la guerra", y también en su letra está la frase "The bringer of war".
El grupo King Crimson, en su álbum In the wake of Poseidon de 1970, incluyó una pieza instrumental llamada "The devil's triangle", con influencias muy obvias de "Marte, el portador de guerra".
Notable es la adaptación libre de Isao Tomita de la obra Los Planetas, donde recrea una versión electrónica y sintetizada de la suite dándole un potente matiz futurista. La fecha de publicación de dicho álbum fue el 23 de julio de 1976.
Gustav Holst
Space oddity, David Bowie, es un ejemplo tan paradigmático de canción espacial que, de tan típica, uno se siente tentado de no mencionarla… hasta que cae en la cuenta de que no incluirla en cualquier lista al respecto, ¡sería un crimen! Aunque ello suponga dejar alguna otra canción menos conocida fuera de esa lista. Directamente inspirado por la película 2001: una odisea del espacio, Bowie compuso un bellísimo tema que gira en torno a un astronauta que, en plena misión espacial empieza a perder el contacto radiofónico con la Tierra, diciendo cosas como “Aquí comandante Tom a Control de Misión: estoy atravesando la puerta, floto de una manera muy peculiar y las estrellas tienen un aspecto muy distinto esta noche; creo que mi nave sabe a dónde ir, díganle a mi esposa que la quiero, ella ya lo sabe”. Obviamente, es como una pequeña película de cinco minutos. Ni que decir tiene que es una de sus mejores canciones, que con los siempre geniales arreglos de Mick Ronson llega a cotas de magia verdaderamente escalofriante.
Silver machine, de Hawkwind: Si hubo una banda perdida en una espiral de drogas psicodélicas y delirios espaciales, esa fue desde luego Hawkwind. Deseosos de poseer una nave espacial de flamante aleación plateada con la que atravesar el cosmos, editaron esta Silver machine, que se convirtió en uno de sus escasos éxitos (o el único), y una de las pocas canciones relativamente convencionales, más o menos audibles de su delirante discografía. Un cándido himno a los platillos volantes cantado por Lemmy Kilminster, el mismo que años después atronaría al mundo al frente de los furiosos Motörhead.
Holographic universe, de Thievery Corporation: Variando un tanto de estilo, este interesante dúo de DJ’s norteamericano —más bien una extraña banda multiforme y cambiante— tiene cierta querencia a la evocación de ambientes cósmicos, y sirva como muestra esta hipnótica Holographic universe, la clase de música electrónica que pueden disfrutar fácilmente incluso quienes no sean especialmente aficionados al estilo, ya que en intento de recrear los ecos del espacio, acaba bebiendo considerablemente de lo que hicieron muchas bandas más orgánicas en tiempos pasados.
2000 Light Years From Home, de The Rolling Stones: Casi todo el mundo suele coincidir, y no soy yo quién para discrepar, que el encuentro entre los Stones y la psicodelia fue más bien infortunado. El disco resultado de esos devaneos, Their satanic majesties request, no es el más brillante de sus años de gloria que digamos. Jagger, Richards y compañía dieron buena cuenta de que ponerse épicos a lo Beatles no era su punto fuerte, ya que se quedaban en una imitación más bien superficial cuando no por momentos abiertamente risible. Con todo, hay alguna pieza curiosa que merece ser rescatada, como la muy interesante 2000 light years from home: tras una sugerente intro abstracta (a mi modo de ver, ¡lo mejor de la canción!), el tema cabalga sin problemas sobre una acertada melodía y ruidos psicodélicos de lo más “standard”, entrañables en su ingenuidad.
Magnetic field, de Joe Meek: Un personaje curioso; el británico Joe Meek alcanzó cierto renombre en los cincuenta y sesenta con sus canciones instrumentales de raíz country & western, en plan The Shadows, pero adornadas con extraños sonidos espaciales. Hay piezas verdaderamente bizarras en sus discos, como esta Magnetic field, que comienza con un minuto y medio de envolventes ruidos ambientales (¡minuto y medio de intro psicodélica en un tema instrumental de 1960!) y finaliza con una melodía de juguete que intenta anticipar cómo será la “música del futuro”… y que lo hace con éxito, ya que suena exactamente igual como los teclados Casio que aún estaban por inventar. Es posible que ninguno de sus temas sea una obra maestra, pero desde luego es un auténtico pionero, aunque poco reconocido, de la psicodelia espacial: mucho antes de que Hendrix le dedicase canciones a los astros y de que Pink Floyd publicasen cosas como Interstellar overdrive, Joe Meek llevaba ya tiempo inquietando a los oyentes con sus experimentos galácticos y sus álbumes conceptuales sobre el espacio. Por desgracia, tras haber sido un curioso paladín de la vanguardia, Meek se suicidó de un disparo en 1967, tras matar previamente a su casera. Un final extraño para un músico más extraño todavía.
Calling occupants of interplanetary craft, de Klaatu: Más extravagancias, por qué no. La banda canadiense Klaatu dejó claras sus intenciones cuando se bautizó a sí misma con el nombre del alienígena que protagonizaba el film Ultimátum a la Tierra. Desde luego, Klaatu eran pretenciosos, como bien demuestra “Llamando a los ocupantes de la nave interplanetaria”, un tema repleto de ínfulas absurdas pero que —no se puede negar— posee bastante encanto. Curiosamente, la canción se convirtió en un gran éxito cuando The Carpenters publicaron su propia versión al año siguente. La versión de los Carpenters, como no podía ser menos, era muchísimo más edulcorada y hortera, hasta el punto de parecer en algunos pasajes la sintonía de una telenovela romántica. Pero por fortuna, para olvidar la embarazosa revisión de los Carpenters, nos queda la versión original de Klaatu y su grandilocuencia, por momentos cómica, y por momentos épica. (Fuente)
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"Desconexión sideral" Bersuit Vergarabat
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