Es una verdad bien sabida que para encontrar el amor hay que besar antes sapos, muchos, muchos sapos. Porque de todos esos sapos uno, finalmente, se convertirá en el amor verdadero y de la piel escurridiza del batracio aparecerá el guapo y atractivo príncipe azul.
A continuación un simpático relato escrito por una amiga mexicana y que nos tomamos la libertad de adaptarlo un poco al modo nuestro. Acompañado -como verán- de varias y hermosas ilustraciones.
A continuación un simpático relato escrito por una amiga mexicana y que nos tomamos la libertad de adaptarlo un poco al modo nuestro. Acompañado -como verán- de varias y hermosas ilustraciones.
"Se venden sapos encantados que se convierten en príncipes"
Sí, eso decía el letrero sobre el acuario de cristal, lleno
de pequeños sapos, en una tienda. La idea se me hizo medio fumada y la curiosidad me llevó a
preguntarle a la mujer que atendía que me explicara.
Y me contestó: "Se convierten en príncipes, sólo tienes que seguir las instrucciones".
Y me contestó: "Se convierten en príncipes, sólo tienes que seguir las instrucciones".
Y diciendo esto, me entregó un pequeño cuadernillo con las
instrucciones. Por
supuesto que yo ni de pendeja le creí, pero la vendedora tomó uno al azar y me
lo dio asegurándome: "Todos son iguales. Sigue las instrucciones al pie de la letra y mañana a estas
horas tendrás a tu príncipe!"
Al llegar a la casa, pensé: "Vieja loca… ahora que voy
a hacer con este sapo?". La llamé a una amiga que al igual que yo tiene
una suerte con los hombres bien jodida y le conté lo que me dijo la vieja del
sapo que se convertiría en príncipe (si claro!).
Cuando colgamos me puse a leer las instrucciones, bastaba
con alimentar al bicho asqueroso cada media hora exactamente, durante 24 horas, día y noche, sin retrasarse ni un minuto, ni saltarse una comida
porque de lo contrario, el hechizo se rompería y el sapo seguiría siendo un
asqueroso sapo.
Pero, espérense, que voy leyendo el manual y decía:
"Aclaración: Los sapos encantados se alimentan de
amor. Cada media hora exacta, debes decirle a tu sapito palabras
cariñosas, tiernas,
piropos. Hacerle sentir que no es un sapo, sino un príncipe. Para que
efectivamente, se convierta en uno, aliméntalo con amor".
Yo dije: "¡Noooo! ¿Qué clase de estupidés es
esta?" Pero bueno, pues a falta de quehacer lo hice. Total, el sapo a lo mejor
sí necesitaba amor. Miré el reloj que marcaba exactamente las 8:15 de la noche,
lo tomé entre mis manos, y nada más de verle esos ojos tan feos no supe de
dónde agarre inspiración y empecé: "Eres hermoso, te amo". Me
sentí taaan estúpida pero de repente una luz dorada se desprendió del
animalejo, tan intensa que me deslumbró y hasta creí escuchar el sonido
lejano de campanas. "¡A la maaadre!", fue mi única expresión, pero al
momento de verlo, el bicho seguía entre mis manos, un sapo común y
corriente, frío y resbaladizo.
Pensé que quizá me estaba volviendo loca así que a las 8:45
volví a tomarlo entre mis manos y le dije: "Eres un príncipe, el más
hermoso de todos, te amo".
La luz dorada fue ahora más intensa que antes, el
sonido de campanas pareció envolverme. No sé qué me pasaba haciendo eso
pero todo el día, cada media hora, estuve diciéndole al sapo las cosas más
hermosas que salían de mi cabeza.
Le hice poesías, le canté canciones, le dije que lo amaba y
lo hermoso que era, y cada vez la luz dorada era más y más resplandeciente, el
sonido de campanas era más intenso. Prefería no comer, no ir al baño, con
tal de seguir con el proceso del sapo feo, Todo ese día estuve dedicada a él. Al día siguiente, estaba tan cansada que yo creo que me drogó tanto
sueño, y besé al sapo en el hocico. Si, ya sé… ¡Que aaaasco! Noooooooooooo!!!
nunca hubiera dicho eso! Me quedé dormida y cuando me desperté había un hombre
acostado al lado mío en mi cama! Estaba impactada… estaba buenisisisimo…
así desnudito listo para comérselo.
El volteó a verme y me dijo: "Gracias por romper el
hechizo, soy tu príncipe, ¿Me amas?". No lo pensé ni dos veces y le conteste: Claro que
si!!! (Es que si lo hubieran viiisto) Estaba más que perfecto, y que me dice:
"Mientras más me ames más hermoso seré. Dime qué me amas" me
pedía, y yo le decía: "Te amo, te amo, te amo".
"¿Cuánto me amas?", me preguntaba, entonces, y yo
le respondía: ‘¡Mucho, mucho, mucho!’
¿Qué serías capaz de hacer por mí?’ y yo como idiota le
decía: "¡Todo, todo, todo, tooodooo!"
Claro que le decía todo esto porque no quería perder esas
noches de pasión que me uuurgían!
Le compré a mi príncipe ropa, porque no tenía y no podía
andar desnudo por todos lados, aunque yo era feliz contemplándolo así, pero no les iba a dar la dicha
a las demás viejas en la calle.
Claro que el principito resultó ser muy fino y quería que
le comprara ropa bien carisisisima, Aaah! Y lo tenía que llevar a comer y a
cenar a los mejores lugares.
Un día, mientras yo aseaba la casa y lavaba su ropa, tomo
mi auto sin avisarme y fue y lo chocó, regresó diciendo que me había hecho
un favor que el auto estaba feo, que no se veía bien en él y yo aun… no
terminaba de pagarlooo!! Pero bueno, no sé que tan endiosada me tenía que no le
di importancia, (esas noches…)
Claro que el tipo era creidísimo y no paraba de decirme:
"Eres afortunada de tenerme a tu lado". "No cualquiera tiene un
principe!".
Las exigencias fueron en aumento, además del coche nuevo,
tuve que darle a mi príncipe gran parte de mi sueldo, vacaciones etc…
Para ello, tuve que trabajar horas extras y entonces mi
príncipe empezó a quejarse de que no lo atendía (el hijo de su madre), de que
yo pasaba muchas horas fuera de la casa, que se sentía solo y que yo ya no lo
amaba como antes.
Las cuentas seguían llegando, me daba rabia llegar a la
casa a las diez de la noche, después de haber trabajado toooodo el día, y
encontrar al tipo viendo la televisión, con su vaso de coñac en la mano.
Me vi en el espejo: mi mirada estaba apagada, mi cabello
necesitaba con urgencia un buen corte, mis manos ásperas, mi ropa…. ¡hacía tanto
que no me compraba ropa nueva! Para que el cabrón se diera sus lujos y encima
dijera: "Los príncipes no dan explicaciones".
Total que el pendejo un día llega y me dice: "Fui a
buscar lo que no tengo en casa, porque tú ya no me amas, ya no me atiendes, no
te arreglas para mí, ya no haces nada por mí y si no haces nada por mí, me iré,
te dejaré, y si me voy, te morirás de tristeza sin mí, porque tú no quieres
perderme, soy un príncipe. ¡Soy lo mejor que tienes en tu vida!".
Pensé en la cantidad de cuentas por pagar, en las horas de
trabajo extra, en el cansancio, en la frustración y la rabia. Yo estaba
encabronadísima, y encabronadísima es poco… Emputadisima es la palabra! Agarré
el manual de instrucciones y en la última página, con letras tan pequeñas
como pulgas, pude leer: "Para deshacer el hechizo, basta con
recordarle al príncipe que es un sapo, basta recordar que tú eres real, basta
con recuperar la fe en ti misma y en tu propia fuerza, basta entender que no
necesitas príncipes para ser feliz".
Bajé corriendo las escaleras y me planté delante de mi
príncipe, el que de repente, ya no me parecía tan hermoso ni tan perfecto y le
grité: "¡Eres un jodido sapo verde".
"¡Nooo!" -me gritó furioso- ¡Soy un
príncipe, soy lo mejor de tu vida tú me amas, me necesitas!".
"¡Eres un sapo verde que da asco!!". Le grité de
nuevo.
"¡Nooo!" -Dijo ahora, pero en su voz se notaba la
inseguridad- ¡Tú me amas! ¡No puedes perderme!
Me empecé a cagar de la risa y sorprendido preguntó del
porque me reía y le conteste: "Eres un estúpido sapo hueco, quien va a necesitar
semejante animal tan asqueroso como tu, bla, bla,bla…
Y entre más le gritaba cosas que bajaran su autoestima más
chiquito se hacía hasta llegar a ser un sapo.
Y así fui a regresárselo a la vendedora, quien sonrió y me
repitió de nuevo: "Todos son iguales. Nada más es cuestión de
que te endioses con ellos para que se crean la octava maravilla y hagan de ti
lo que quieran".
Así que cuidado porque hay mucho. Hombres que se sienten
príncipes no se olviden que son nada más que un simple y miserable sapo.
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