Si
a cualquier entendido en la materia le preguntarán por una serie de fantasía
dibujada por Gregorz Rosinski seguramente el primer nombre que le vendría a la
boca sería el “Thorgal”, que realizase durante décadas junto a Van Hamme y que
le lanzara a la fama, o por regodeo en sus conocimentos mencionase esa
delicatessem que es “El gran poder del Cnhinkel”, también con guión de Van
Hamme. Y, sin embargo, serían bastante injustos esos entendidos olvidando
seguramente el primer ciclo de “La Balada de las Landas Perdidas” guionizado por el
superventas Jean Defaux y publicado por Norma Editorial hace años. Para mí es uno
de los mejores trabajos del dibujante polaco.
Dividida
cada aventura a lo largo de dos álbumes, Dufaux nos cuenta la historia de Sioban,
la hija de un legendario rey de las tierras de Eruin Dulea derrotado por un
maléfico hechicero llamado Bedlam. Si los primeros dos álbumes se centran en la
ascensión de la predestinada Sioban en la defensa de sus legítimos derechos al
trono de los Sudenne, en la segunda presentan el declive de su reinado al ser
víctima de las malas artes de la hechicera Gerfault y su apocado hijo que la
hacen tomar un elixir de amor para manipularla a su antojo del que solo la
muerte logrará salvarla.
Jean
Dufaux parte en esta serie de un ambicioso planteamiento para desarrollar una
obra puramente de fantasía en la que se mezclan las conspiraciones familiares
con la magia y la brujería adelantándose en varios años con la receta a la
exitosa “Canción de Hielo y Fuego” de Martin aunque no lograra tan buenos
resultados. Dufaux, para desarrollar esta obra, entronca diversas fuentes: desde
la persistencia de la mitología celta y escandinava, pasada por la criba dramática y romántica shakesperiana y
wagneriana, frente a la expansión del Cristianismo a la magia de "El Señor de los Anillos" de Tolkien (del que toma prestados sin complejos algunos conceptos), para recrear la neblinosa isla de
Eruin Dulea - un escenario mítico, romántico y mágico gobernada durante siglos
por los Surene hasta que la sucesión legítima se corrompió - y una sucesión de
situaciones en torno a la máxima sobre la que orbita toda la serie y sirve como
tema central de la misma, “¿Está el mal en el corazón del amor?, como si de una ópera se tratase.
Dufaux
se muestra como un guionista motivado y competente aunque, quizás por exceso de
entusiasmo, acaba incorporando demasiadas ideas a un soporte que acaba
quedándosele corto y que habría requerido de un recorrido mayor para no caer en
el mismo error en los dos dípticos, que pecan de partir de excelentes
planteamientos iniciales, pobres desarrollos y unas conclusiones un tanto artificiosas
que unidos a unos personajes arquetípicos y faltos de carisma a los que da la
sensación que podría haber sacado mucho más juego pero que se ven constreñidos
por las limitaciones de una serie que parece haber sido pensada para un
desarrollo a lo largo de bastantes más álbumes (de hecho, ya sin Rosinski, con
posterioridad Dufaux retomó conceptos de la serie en un Segundo Ciclo dibujado
por Delaby, del que Norma ha publicado solo dos de los tres álbumes publicados
hasta la fecha en Francia).
Más allá de las luces –soberbio planteamiento y excelente caracterización- y sombras – precipitado desarrollo y errática conclusión – del guión, el primer ciclo de “La Balada de las Landas Perdidas” es un delicioso cómic de fantasía superior a la media gracias a la brillante labor de un fantástico Rosinski que consigue una soberbia ambientación y desarrollo de los arquetípicos personajes comparable, si no mejor, a sus mejores trabajos en “Thorgal”.
Rosinski se muestra como un
dibujante maduro en la cúspide de su talento que evoca como nadie la naturaleza
romántica y mágica de los espacios naturales que representa – su representación
de los escenarios neblinosos está solo al alcance de unos pocos elegidos- y los cuidados y detallados escenarios
interiores representando desde lóbregas criptas hasta ricas salas señoriales
que idealizan un Medievo ficticio pero creíble y en ocasiones y, salvando las
distancias, evocan con su figuración naturalista el clasicismo costumbrista de
todo un Foster.
Rosinksi da en la tecla con la recreación de cada uno de los personajes que pueblan la obra así como con las soluciones gráficas que presenta y solo la falta de un guión más refinado de Dufaux acaba socavando la narrativa del conjunto que no la belleza intrínseca a sus composiciones.
El primer ciclo de “La Balada de las Landas Perdidas” es un cómic claramente descompensado en el que el ambicioso guion de Dufaux no acaba de estar a la altura de las expectativas que genera en sus primeras páginas y que solo la portentosa labor gráfica de un inspiradísimo Rosinski logra salvar de la mediocridad. Y, sin embargo, y a pesar de sus defectos o precisamente gracias a ellos uno de los mejores cómics de Fantasía que he leído.
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