Playa de Mehuín - Región de los Ríos - Chile.
Durante las vacaciones, siento predilección por aquellos destinos que se alejan de las multitudes y la omnipresencia del comercio moderno, prefiriendo entornos a escala humana. Busco lugares donde la naturaleza se manifieste en su plenitud, habitados por personas sencillas y laboriosas. Estos enclaves, evocadores de tiempos pasados, satisfacen una necesidad intrínseca de mitigar la nostalgia que acompaña a una juventud ya lejana.
Por Rubén Reveco - Editor
De modo aficionado, el lente fotográfico se ha convertido en un elemento indispensable al salir de vacaciones, una herramienta indispensable para capturar la majestuosidad de los monumentos naturales que veo o vuelvo a ver. Torres imponentes, murallas erosionadas por el tiempo, castillos pétreos que evocan historias olvidadas, playas solitarias donde el silencio es elocuente, y la neblina omnipresente que envuelve el paisaje en un manto grisáceo, todo ello merece ser recreado y preservado a través del lente.
En particular, reivindico la belleza inherente a los grises, una paleta cromática a menudo relegada en las artes plásticas. Tradicionalmente, el color, en su exuberancia y diversidad, ha gozado de mayor popularidad, saturando lienzos con tonalidades vibrantes. Se asocia comúnmente el gris con la frialdad y la tristeza. Sin embargo, en mi percepción, el gris encarna la armonía cromática por excelencia. Contiene en sí la totalidad de los colores, representando el silencio, la unidad y una sutil elegancia que a menudo se pasa por alto. Es en los matices del gris donde encuentro una profunda serenidad y una belleza singular que merece ser celebrada.
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