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martes, 10 de diciembre de 2024

Tomás y las estrellas



Con este breve relato -no más de 400 palabras- gané una mención en un concurso de literatura. Lo comparto.

Por Rubén Reveco - Editor

Habíamos ido al consultorio; ya era de noche. El aire estaba impregnado del leve murmullo de unas diez personas que esperaban ser atendidas. Sentados cerca de nosotros, dos hermanos, uno de nueve años y otro de seis (aproximadamente) aguardaban su turno acompañados por sus padres.

A través de las páginas de un libro escolar, el hermano mayor leía en voz alta un mito precolombino sobre la creación del sol y las estrellas. En un momento, detuvo la lectura y, mirando a su hermano, le preguntó:

-¿Sabías que el Sol es una estrella?

-No -contestó.

-Las estrellas están muy lejos. Por eso se ven tan pequeñas. ¿Has visto alguna estrella?

-No -respondió, moviendo la cabeza.

Fue entonces cuando se escuchó en toda la sala de espera: "¡Mamá, Tomás no conoce las estrellas!"

Algunos nos miraron sonrientes. Era una escena que, a pesar de su apariencia trivial, reflejaba el asombro ante lo desconocido y la curiosidad innata que caracteriza a los niños.

La madre de Tomás se levantó de su asiento y, de la mano, lo llevó a la calle. Estábamos convirtiéndonos en testigos de un pequeño ritual de iniciación hacia la comprensión del cosmos. ¡Por fin Tomás conocería las estrellas!

Recordé mi infancia y esas noches estrelladas en los campos del sur. ¡Qué espectáculo era ese manto de miles de luces titilando en la bóveda del cielo! Nos pasábamos de mano en mano unos prismáticos y entonces, el espectáculo se multiplicaba por cien. 

Ese era un sentimiento de conexión con algo mucho más grande que nosotros mismos, un recordatorio de la infinitud del espacio y del misterio que lo rodea. 

¿Cómo será la experiencia de Tomás en esta ciudad? Seguramente no será la de un observador extasiado, sino más bien la de un niño que, con suerte, puede vislumbrar la existencia de una o dos estrellas entre el deslumbrante manto de luces que envuelve su entorno. 

Al cabo de un minuto, Tomás y su madre regresaron. Todos mirábamos expectantes, pero la expresión en el rostro del niño era de frustración. Entonces, ella explicó a propios y extraños: “Está nublado”.




1 comentario:

  1. Me recuerda a Anochecer, de Asimov, historia sobre un mundo en que es permanentemente de día. Y las estrellas se ven sólo una vez cada miles de años.

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