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domingo, 1 de diciembre de 2024

El día que Rosa Parks no cedió su asiento


Le exigieron que se levantara de su asiento, dijo que no y cambió para siempre las leyes raciales en los Estados Unidos.

El 1 de diciembre de 1955 se convirtió en un hito decisivo en la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos. El valiente acto de desobediencia civil no solo desafió las leyes de segregación racial en Montgomery, Alabama, sino que también inspiró a un movimiento nacional en pro de la igualdad y la justicia. Este acontecimiento marcó el inicio del boicot a los autobuses, liderado por figuras como Martin Luther King, y evidenció el poder de la resistencia pacífica frente a la opresión. La determinación de Parks resonó a lo largo de la historia, recordándonos la importancia de la lucha por la dignidad y los derechos humanos.

FUENTE:

Rosa Parks no sabía que estaba transformando la historia de su país cuando el primero de diciembre de 1955 se cansó de ceder. La vida de una mujer que sin pretensiones despertó a una comunidad anestesiada luego de un simple acto de justicia: negarse a darle su butaca en un colectivo a otra persona por su color de piel. La influencia de la “madre de los derechos civiles” en Martin Luther King y Barack Obama.

Las leyes de Jim Crow establecían en los Estados Unidos de mediados del siglo XX una segregación racial edulcorada: en los colectivos, los blancos iban adelante y los negros atrás.



Rosa Parks estaba cansada de estar cansada. Su hartazgo fue reparador. Bastó que dijera que no para alterar el mundo. Hasta esa noche, hasta ese umbral que significó el jueves primero de diciembre de 1955, en Estados Unidos regía una legislación ambigua, biforme: la esclavitud se había abolido y la norma de los Derechos Civiles se había aprobado para garantizar la igualdad ante la ley de negros y blancos. Pero el texto no cambió la cosmovisión. Hubo un desfasaje: la voluntad civil no acompañó la norma. Quedaron los residuos de un paradigma enquistado. La segregación racial obtuvo soporte jurídico en la corte suprema de los Estados Unidos. Inventaron una doctrina, un eufemismo: “separados pero iguales”, el respaldo formal para avalar el racismo y la xenofobia de manera edulcorada, la autorización para discriminar pero no tanto.

Jim Crow no existía: era el personaje caricaturesco del actor (blanco) Thomas Dartmouth Rice que se pintaba la cara de negro para satirizar las políticas populistas de integración racial. A los afrodescendientes les valió un apodo común: eran todos, en sentido peyorativo, Jim Crow. El paquete de legislaciones, que se propagaron con predominancia en las regiones sur del país y que servían de aplicación técnica del principio de segregación racial, también adoptó ese nombre: fueron las leyes de Jim Crow las que arbitraban la concepción de “separados pero iguales”.

La población negra, por ejemplo, tenía destinada un lugar donde tomar agua distinto al de los blancos. La palabra "colored" los definía y convocaba.


En Georgia, por ejemplo, ningún peluquero negro podía cortarle el pelo a una mujer blanca; en Mississippi, los hospitales debían tener puertas de accesos para blancos y para negros; en Oklahoma, las empresas mineras debían proporcionar vestuarios para los empleados negros separados de los de raza blanca; en Florida, ninguna enfermera blanca podía prestar servicio de atención en hospitales públicos o privados en los que se encuentren internados hombres negros; en Carolina del Sur, ningún padre, pariente o tutor podía poner bajo tutela de un adulto negro a un niño blanco; en Luisiana, los espectáculos, circos o exhibiciones en carpas tenían que ofrecer dos boleterías individuales para compradores de piel negra y de piel blanca que debían estar separadas a más de ocho metros. La distancia prudente para discriminar pero no tanto.

En Alabama, estaba vedado por ley que una persona negra y una blanca jugaran juntos al billar. A Rosa Parks no le gustaba el billar pero vivía en ese presente histórico que le prohibía compartir una partida con alguien de distinto color de piel. Había nacido en Tuskegee, Alabama, el 4 de febrero de 1913, como hija de un carpintero y de una maestra, quien la educó en su casa hasta que cumplió once años. Se mudaron juntas a Montgomery, donde asistió por primera vez a una escuela. Comprendió que había nacido con el color de los desvalidos, los que no podían lavarse las manos en las canillas de los otros para no contagiarlos, los que tenían que ir caminando al colegio y no podían ir en transporte escolar como los otros.

“Estoy cansada de que me traten como a un ciudadano de segunda clase", dijo alguna vez Rosa Parks: así se sentía la comunidad negra que vivía en Alabama.  Murió a los 92 años de edad el 24 de octubre de 2005 en Detroit, Estados Unidos. Se había convertido en un ícono sociocultural de la historia de su país

Su abuela se enfermó. Debió abandonar el colegio secundario para cuidarla. Vivían en un campo en Pine Level, una modesta población al norte de la ciudad de Montgomery. Las leyes de Jim Crow eran su normalidad. Resultaba cotidiano para ella ver cómo su abuelo enfrentaba escopeta en mano desde el frente de su casa las marchas del Ku Klux Klan, símbolos del odio y desprecio a los afrodescendientes. Rosa, con seis años, se sentaba a su lado. Su abuela se sorprendía de la manera desprejuiciada con la que le hablaba a los blancos, de cómo se defendía cuando un niño blanco la empujaba y de cuando agarró un ladrillo para defenderse de la amenaza de un supremacista.

Entonces Rosa Parks decide, sin suponerlo, pasar a la posteridad. Dice que no y no sabe que, cincuenta años después, será la primera mujer de Estados Unidos en ser velada en el Capitolio de Washington. Su nombre se conocerá y su historia recorrerá el mundo. Permanecerá asociada a la aposición “madre de los derechos civiles”. Barack Obama, el presidente estadounidense número cuarenta y cuatro -el primer y único negro-, la reconocerá: “No tenía ningún cargo. No nació con riqueza o poder. Sin embargo, ella cambió Estados Unidos”. La revista Time la identificará como una de las veinte personas más influyentes del siglo. 

Era 1931, Estados Unidos gemía por la gran depresión económica, la desocupación y el hambre crecían prolíficamente en las escalas inferiores de la pirámide social y Rosa Parks vivía en un punto álgido del mapa racial. Alabama era un calvario para la población negra. En la localidad de Paint Rock, el 25 de marzo de 1931 la policía detuvo un tren de mercancías que perseguía la ruta de Chattanooga a Memphis. Perseguía una denuncia arbitraria y falsa: la presunta violación a dos adolescentes de raza blanca, Ruby Bates y Victoria Price, de un grupo de jóvenes negros que viajaban de manera clandestina (en verdad, con permisos tácitos por las autoridades) en uno de los vagones. Eran nueve: todos fueron apresados. Solo uno -de trece años de edad- fue exonerado: lo otros declarados culpables de violación y condenados a muerte, el destino por ley de aquel negro que violara a una blanca. Los llamaron los “Scottsboro Boys”.


No tenía ni idea de lo que mis acciones podrían provocar. Cuando me arrestaron, no sabía cómo reaccionaría la comunidad", expresó la costurera que al momento de la detención tenía cuarenta y dos años.

Las cuatro fantásticas.















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