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lunes, 23 de septiembre de 2024

¿Por qué los llamados artistas contemporáneos hacen esos vídeos tan aburridos?



El vídeo  (así, con acento en la "i") es otra manifestación importante en el mundo del Arte Contemporáneo. Todos hemos soñado alguna vez con ser cineastas pero los valores para hacer una película son muy alto para cualquier soñador. Aun así, la actual tecnología nos posibilita con poco hacer mucho. Hasta con un celular puedes idear tu vídeo.

Los vídeos que participan en estos eventos tienen un aire entre quirófano de hospital y película de ciencia ficción de bajo presupuesto. Que la imagen esté desenfocada, no importa. Que la cámara se mueva, no importa. Que no exista guion, no importa. Que no exista director de fotografía, no importa. Que no exista un iluminador, no importa. Que no pase absolutamente nada, no importa. ¡Eso es arte contemporáneo!

Por Rubén Reveco - Editor

Es muy aburrido

En el vasto mundo del arte contemporáneo, los vídeos han emergido como una de las formas de expresión más prominentes y a menudo más controvertidas. Desde galerías hasta exposiciones internacionales, la videoinstalación se ha convertido en un medio predilecto para muchos artistas contemporáneos. Sin embargo, a pesar de su creciente popularidad, hay una percepción generalizada entre algunos críticos y espectadores sobre la aparente monotonía y la falta de impacto emocional de estas obras. Este artículo busca explorar las razones detrás de esta sensación de aburrimiento, analizando factores como la sobreabundancia de obras, la descontextualización de la experiencia estética, y la dificultad para conectar con el espectador en un nivel más profundo.

La sobreexposición a la videoinstalación

Uno de los factores que contribuyen al desinterés por los vídeos de arte contemporáneo es la saturación del mercado. En un mundo donde la producción cinematográfica y audiovisual está al alcance de todos, la calidad y originalidad de las obras de arte en vídeo se ven comprometidas. Con la llegada de la tecnología digital y las plataformas de difusión en línea, cualquier persona tiene la capacidad de grabar y editar un vídeo, lo que ha llevado a una proliferación de obras que a menudo carecen de un planteamiento artístico sólido. La masa de contenido que consumimos diariamente, incluidas películas, series y clips virales, ha modificado nuestras expectativas respecto a lo que constituye una experiencia audiovisual significativa. En este contexto, muchos vídeos de artistas contemporáneos pueden parecer insípidos y carentes de novedad, con narrativas que se sienten redundantes o excesivamente abstractas.

Descontextualización de la experiencia estética

Otro aspecto clave que podría estar detrás del aburrimiento que genera el arte en vídeo es la forma en que estas obras son presentadas y contextualizadas. A menudo, los vídeos que encontramos en exposiciones se exhiben en espacios amplios, desprovistos de un ambiente narrativo que los rodee. La falta de un contexto claro puede llevar a los espectadores a sentirse desapegados, incapaces de conectar emocionalmente con la obra. En la mayoría de los casos, se espera que la obra misma hable por sí misma, pero el resultado puede ser un ejercicio de pasividad por parte del espectador, que se siente perdido o confundido.

Además, muchos artistas contemporáneos optan por formatos que se centran en la repetición de imágenes o secuencias que no ofrecen una narrativa coherente. Este enfoque puede resultar atractivo para la crítica que ve en ello una forma de romper con las convenciones establecidas del arte, pero para el espectador promedio, este intento puede parecer más un ejercicio de estilo que una experiencia significativa. La repetición y la falta de un arco narrativo pueden conducir a una experiencia que no invita a la reflexión, convirtiendo una potencial obra maestra en una repetitiva y errática serie de imágenes que resulta, en última instancia, aburrida.

La desconexión con el espectador

La relación entre el artista y el espectador es fundamental para la apreciación del arte. Un número significativo de vídeos de arte contemporáneo parecen ignorar esta premisa básica, proponiendo obras que no establecen ningún tipo de diálogo o conexión emocional con el público. En la búsqueda de la experimentación y el concepto, algunos artistas proponen su obra a un círculo muy específico de intelectuales o críticos de arte, dejando a la mayoría de los espectadores fuera del discurso. Esta desconexión se traduce en una falta de interés, ya que el espectador común puede sentirse alienado ante obras que no comprenden o que no les llegan de manera visceral.

La auténtica experiencia artística requiere una conexión, un puente que une al creador con el público. Sin esta conexión, los vídeos pueden entrar en un ciclo de incomprensión y desinterés, donde los espectadores pasan rápidamente de una obra a otra, sin detenerse a reflexionar sobre lo que han visto. La ausencia de un acercamiento emocional o social en las obras también contribuye a una sensación de tedio. En un mundo marcado por problemas sociales y crisis existenciales, el arte tiene el potencial de servir como un espejo reflexivo. Sin embargo, cuando los vídeos fallan en abordar estos temas relevantes, su capacidad para cautivar se ve considerablemente disminuida.

Reflexiones finales

No se puede negar que existe un cierto valor en la diversidad de enfoques artísticos dentro del ámbito de la videoinstalación contemporánea. Sin embargo, el desafío radica en encontrar un balance entre la innovación estética y la conexión emocional significativa con la audiencia. Muchos vídeos producidos por artistas contemporáneos, aunque intelectualmente estimulantes, carecen de un potencial real para cautivar y resonar con el público en un sentido práctico.

La búsqueda de la relevancia visual y conceptual no debería venir a expensas del engagement del espectador. 

En un mundo inundado de imágenes y narrativas, el verdadero éxito de una obra de arte en vídeo radica en su capacidad para provocar una respuesta emocional y permitir un diálogo. Mientras los artistas contemporáneos continúen elaborando obras que prioricen la experimentación sobre la accesibilidad, el riesgo de que muchos vídeos se perciban como monótonos seguirá presente. 



Por lo tanto, es imperativo que los creadores reflexionen sobre su papel en la sociedad contemporánea y consideren cómo sus obras pueden involucrar efectivamente a una amplia variedad de espectadores, asegurando que el arte en vídeo no solo sea visto, sino también sentido y vivido.


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