Hay historias que tienen el don de la eternidad. Historias que se transmiten de generación en generación como si fueran un legado primordial. Historias que no sólo entretienen, sino que también cuestionan y enseñan. La clásica leyenda de "La bella y la bestia" es una de ellas.
Obvio, la bestia -que casi siempre es mala y libidinosa- puede tener diferentes aspectos y orígenes. Puede ser un hombre-lobo, un extraterrestre, un hombre prehistórico, un vampiro, un demonio... Y ella, obvio, siempre será joven, linda y seductora. Tanto que el monstruo se convertirá en una simple mascota. ¿Cómo lo logra? Bueno, eso no lo sabemos pero lo podemos sospechar.
El mito de la Bella y la Bestia: Transformando lo monstruoso en lo encantador
En el fascinante mundo de los mitos y leyendas, pocas historias han captado la imaginación del público como la de "La Bella y la Bestia". Este cuento de hadas tradicional francés ha evolucionado a lo largo de los siglos, adaptándose a diferentes épocas y culturas, pero siempre manteniendo su núcleo esencial: la transformación de lo monstruoso en lo encantador.
Desde tiempos inmemoriales, la figura de la "bestia" ha sido objeto de temor y repulsión. Generalmente se la ha retratado como un ser malvado, lujurioso y peligroso, ya sea en forma de hombre-lobo, extraterrestre, cavernícola o vampiro. Sin embargo, en recientes adaptaciones, la bestia adquiere un giro inesperado: se convierte en un objeto de deseo, una criatura seductora y joven, que cautiva a la protagonista femenina.
¿Cómo logra este cambio tan drástico? Esa es la pregunta que nos invita a explorar más a fondo este mito. Quizás sea a través de una transformación física, o tal vez un hechizo que oculta la verdadera naturaleza del monstruo. Pero, más allá de las posibles explicaciones, lo que resalta es la capacidad de la bestia para despertar sentimientos de ternura y atracción, convirtiendo lo que antes era temible en algo casi domesticado.
Así, la historia de "La Bella y la Bestia" nos revela un fascinante juego de contrastes y perceptividad. Nos confronta con nuestras propias concepciones de lo bello y lo monstruoso, desafiándonos a replantearnos nuestros prejuicios y a abrazar la posibilidad de que incluso lo más aterrador pueda esconder una belleza oculta.
En última instancia, este mito nos habla de la redención, de la capacidad de transformación y de la fuerza del amor para superar las apariencias. Nos recuerda que, a veces, lo más importante no se encuentra en la superficie, sino en lo que se esconde detrás de esa primera impresión. Y es precisamente en este espacio donde la bestia logra su más sorprendente metamorfosis: de criatura temida a objeto de adoración.
La bella y la bestia: Algo más que una simple amistad
En el clásico cuento de hadas, nos encontramos con una historia que trasciende los límites de una simple amistad. Detrás de la apariencia monstruosa de la bestia y la belleza de la protagonista, se esconde una relación profunda y transformadora que nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor y la aceptación.
Desde un principio, la trama se centra en la interacción entre Belle, una joven independiente y valiente, y la bestia, un príncipe hechizado que ha sido condenado a vivir encerrado en su castillo. Más allá de las primeras impresiones y los prejuicios, ambos personajes comienzan a descubrir las cualidades del otro, trascendiendo las barreras físicas que los separan.
La bestia, inicialmente temida y rechazada por su apariencia, demuestra tener un corazón noble y una sensibilidad que lo lleva a proteger y cuidar a Belle. Por su parte, la joven, con su bondad y su apertura de mente, logra ver más allá de la superficie, descubriendo la humanidad que se esconde bajo el aspecto monstruoso de la bestia.
A medida que avanza la historia, la relación entre estos dos personajes se transforma en algo mucho más profundo que una simple amistad. Es una conexión emocional y espiritual que los lleva a comprenderse, a apoyarse mutuamente y a encontrar la fortaleza para superar los obstáculos que se les presentan.
Finalmente, cuando Belle acepta y ama a la bestia tal como es, se produce una transformación mágica que revela la verdadera identidad del príncipe hechizado. Este momento clave simboliza la fuerza del amor verdadero, capaz de ir más allá de las apariencias y de ver la belleza interior de las personas.
El cuento de hadas
El mito de La Bella y la Bestia surgió de un cuento de hadas tradicional francés. Narración de la que hay múltiples variantes, su origen podría ser una historia de Apuleyo, incluida en su libro El asno de oro (también conocido como Las metamorfosis), titulada "Cupido y Psique". La primera versión publicada fue obra de la escritora francesa Gabrielle-Suzanne Barbot de Villeneuve, en 1740, aunque otras fuentes atribuyen a Gianfrancesco Straparola la recreación de la historia original, en 1550. La versión escrita más conocida fue una revisión muy abreviada de la obra original de Villeneuve, publicada en 1756 por Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. La primera traducción se hizo al inglés, en 1757. Existen muchas variantes de la historia en toda Europa. La versión de Beaumont es la que goza de mayor fama, siendo ésta la base de casi todas las versiones o adaptaciones posteriores.
Mientras se arrancaban la ropa en la oscuridad, velas se encendieron en toda la habitación. Y aunque la penumbra se desvanecía, ella sintió temor.
-Está bien, es sólo un pequeño truco de magia -Dijo él. Y la tranquilizó con un beso -Vamos cariño, cierra los ojos.
Ella confió y cerró sus ojos al tiempo que él se convertía en una bestia horrible.
Esos ojos, nunca se abrirían otra vez. (Fuente)
La bella deseada
La bella siempre será bella y joven, el monstruo será feo y grotesco y esa fealdad siempre se representará de un modo diferente. Pero la relación entre los dos ha ido mutando según pasan los siglos, desde una simple amistad, tierno amor hasta una atracción erótica. De esto último, se han encargado los ilustradores. Aunque tengan que desvestir a la bella...
En la eterna narrativa de la "Bella y la Bestia", la dicotomía entre belleza y fealdad se ha establecido como un arquetipo universal. La bella siempre será símbolo de gracia, juventud y armonía, mientras que el monstruo encarnará la deformidad, la tosquedad y lo grotesco. Sin embargo, a lo largo de los siglos, la relación entre estos dos polos opuestos ha evolucionado, reflejando los cambios en la sensibilidad y las preocupaciones de cada época.
En un principio, la interacción entre la bella y la bestia se limitaba a una amistad o un tierno amor, una unión de almas que trascendía las apariencias. Pero con el paso del tiempo, se ha ido introduciendo un elemento erótico, una atracción física que ha provocado que los ilustradores se vean impulsados a "desnudar" a la bella, revelando así una dimensión más carnal y sensual.
Esta tendencia responde a una visión del mundo cada vez más secularizada y hedonista, donde la belleza física y el deseo carnal adquieren una importancia primordial. Ya no basta con la elevación espiritual o el triunfo del amor puro; ahora se exige también la satisfacción de los impulsos más primitivos y la exploración de la sensualidad.
No obstante, este énfasis en lo erótico no debe hacernos perder de vista el significado profundo de la leyenda. Más allá de la mera atracción física, la historia de la Bella y la Bestia sigue hablando de la superación de los prejuicios, la importancia de juzgar más allá de las apariencias y la transformación interior que puede operar el amor. Es un relato atemporal que nos recuerda que la verdadera belleza reside en el alma, no en el cuerpo.
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