Se llamaba Peter Courtney, tenía casi catorce años, le llamaban "El muchacho de la Plataforma Uno". Porque allí estaba, en la estación de Paddington, en Londres. Siempre mirando los trenes que llegaban y partían. Mirando y soñando quizá con lejanas tierras y aventuras. Porque Peter nunca había salido de Londres y su pequeño mundo.
Obra de Víctor Canning
Las aventuras pueden ser peligrosas pero también pueden haber casualidades muy oportunas. Como un desengaño amoroso.
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