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jueves, 4 de abril de 2024

La Mona Lisa chilena


Les comparto esta crónica-ficción. Un poco de verdad y un poco de mentira. Esa combinación que hace a nuestras vidas.

Por Rubén Reveco - Editor

"Cuando viajes a Santiago tienes que conocer a la Mona Lisa chilena", me sugirió mi amiga Liz mientras se acomodaba su pañuelo de cuadrados rojos y rectángulos verdes sobre su cuello. Y agregó con algo de sorna: "Tu que te crees un hombre que sabe de arte quiero que vayas al MNBA y me cuentes de qué pintura te estoy hablando", y no me dio más información.
Me entusiasmó la idea. Además de la pintura, siempre me ha gustado la novela policial y esto significaba investigar -no un crimen- sino un parecido o, tal vez, una obra que represente el mismo espíritu de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci.
Viajé a Chile a fines de octubre. Al primer domingo me fui al museo con el objeto de cumplir con el desafío. ¿Mona Lisa chilena? Nunca había escuchado algo semejante. ¿Quién será el  autor?
El único dato certero era que la pintura estaba en el segundo piso del museo. Le juré a Liz que nada había investigado en Internet. Además, creo que la experiencia de conocer y estar frente a una obra de arte es incomparable cuando no tienes referencia alguna. Me refiero que de joven vi muchas reproducciones de pinturas en libros y revistas y cada vez que estaba por primera vez ante el original sentía que algo ya sabía de esa obra. Algo me habían contado esas innumerables fotos de todos los tamaños y calidades.
Los retratos pictóricos por lo general son de tamaño original al modelo -cosa que no ocurre con un retrato fotográfico- y ese era otro antecedente que debía tener en cuenta. Descartaría todas las pinturas grandes o muy pequeñas. Es curioso pero la pintura más famosa del mundo es pequeña. Dice la leyenda que el señor Giocondo no le gustó como había quedado su señora Lisa y no aceptó la pintura. ¡Graso error! Leonardo siempre la llevó consigo y el rey de Francia la terminó comprando. También es curioso que el retrato no es el de una mujer muy bella. Le faltan las cejas, entre otros detalles. Cuando fui al museo Louvre la vi unos segundos como a 10 metros de distancia. Había un mar de gente; no puedo decir que la conozco.
En el museo de El Prado existe una hermosa copia de la Mona Lisa, no creo que esta sea una más. Es una mujer y es un retrato, de eso estoy seguro. ¿Un retrato que también mira al espectador y sonríe? Sobre la sonrisa de la pintura de Leonardo han corrido ríos de tinta y quizás sea ese uno de los aspectos que deba tener en cuenta. Seguro que la Mona Lisa chilena también sonríe.



El Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago es un magnífico edificio que ocupa todo el ancho de un parque. Por lo que leo en el folleto que me entregaron al entrar fue inaugurado hace 112 años. Sentí que estaba ante algo importante porque mi corazón palpitaba más a prisa.
En el hall del museo iluminado por una cúpula transparente se exhibe una serie de esculturas del siglo XIX y XX, otra de mis debilidades. Me encanta recorrerlas y disfrutar de todas las opciones que ofrecen. Muy diferente a la pintura que nos obliga a ponernos de frente a ella para apreciarla de un modo cabal.



Subo por una escalera de mármol y entro a una sala a mi izquierda. Realizo un primer paneo. Todas son obras realizadas por pintores chilenos o extranjeros radicados en el país. Me acerco a una de ellas: "Mujer en el balcón", de Pedro Lira. La pintura está bien pero casi en nada se parece a la Mona Lisa de Leonardo. No es un retrato, propiamente tal. Una joven de vestido rosa sentada sobre una baranda y apoyada sobre una columna. El pintor prefirió una gama de colores cálidos con muy poco contraste. Además, esa mano sobre la cadera es muy poco natural. ¿Quién se sienta así a esperar? Sigo buscando.



"Doña Carmen Alcalde y Velasco de Cazotte", de Raymond Monvoisin. Interesante. Joven de tez muy clara y de mirada penetrante. Me parece que tiene un problema de dibujo. Los ojos están muy separados y casi de frente cuando es un retrato de tres cuartos. Rostro anguloso, boca pequeña. Ha sido muy delgada, en cambio la Mona Lisa fue gordita.
Es curioso el arte del retrato. En algún momento muchas personas posaron para un pintor famoso y capaz que eso fue lo único importante que hicieron en sus vidas. No digo que sea así en todos los casos... Según Internet, a doña Carmen la pintaron en 1843, se casó con el señor Henry Cazotte de la Tout, primer embajador de Francia en Chile y nada más. Me gusta su peinado. No me gusta el fondo color rojo. Descartada.
Sigo buscando. Ninguna otra pintura me llama la atención. Regreso por las mismas salas e ingreso a las del lado derecho.

¡Ahí está!

Me acerco expectante y me detengo frente a ella. Es una mujer que está sentada en el interior de un tren en movimieto, muy abrigada, con bufanda, gruesos guantes y gorro negro. Por la vestimenta calculo que esta pintura tiene al menos un siglo. Es invierno. Atrás se alcanza a divisar a un inspector que pide los boletos. Si fuese pintor no hubiese agregado esa figura. Al igual que la Mona Lisa no lleva ninguna joya y creo que tienen más o menos la misma edad.
Por la temática, me recuerda a una pintura de Gustav Courbet. Pero la Mona Lisa chilena no es una obra de un grupo de pobladores viajando en tercera categoría. Esta es una dama distinguida que viaja sin acompañante. ¿Qué mujer distinguida a comienzo del siglo XX viajaba sola?

Me gusta ese abrigo negro que se funde con el fondo. Solo por la presencia de un libro sostenido por su mano izquierda sabemos que éste está apoyado sobre sus piernas.
Creo que está pensando sobre lo que acaba de leer. Pero no sonríe. Tiene la mirada perdida. Y acá sucede algo propio de la persona que está absorta. Es cuando el pensamiento anula los otros sentidos: "No ve, no escucha, no siente, solo piensa".
La Mona Lisa de Leonardo es una obra que nos escudriña, nos interpela y se ríe de nosotros. La Mona Lisa chilena -en cambio- representa el mundo inescrutable de la modelo. Las dos mujeres viven en el mundo interior y ese es el punto de mayor encuentro y semejanza.
Los ojos grandes y negros de la Mona Lisa chilena parecen no tener vida. Lo único importante es la reflexión sobre lo que acaba de leer de un fragmento que nunca conoceremos.
Me acerco al pequeño cartel a un costado de la obra: "La viajera". Autor: Camilo Mori, 1928.
No puedo evitar reír. La mujer del retrato se parece mucho a Liz. Tomo mi celular y le mando un mensaje: "Aquí estoy frente a tu retrato. me alegro por ti, nunca imaginé que harías ese viaje".



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