Hay excepciones es la obra de ciertos artistas y -muchas veces- son esas excepciones las que nos gustan. Como podrás ver en este enlace, la temática de Sheversky nos recuerda a Edgar Degas; casi rococó por el color, el uso excesivo de las cortinas y paños que parecen tan importantes como las bailarinas.
En el vasto panorama del arte, existen excepciones que destacan y cautivan nuestra atención de manera inesperada. En ocasiones, son precisamente estas excepciones las que nos enamoran y nos invitan a reflexionar sobre la diversidad y la riqueza de la creatividad humana. Un ejemplo elocuente de esta singularidad artística se manifiesta en la obra de ciertos artistas, donde la temática y el estilo rompen con lo convencional para sumergirnos en un universo estético único y fascinante.
Al explorar la obra de Sheversky, nos encontramos con una evocación sutil a la sensibilidad artística de Edgar Degas, cuya influencia se vislumbra a través de una paleta cromática.
Sin embargo, en medio de esta exuberancia visual, emerge de manera inesperada la figura del desnudo. En este punto, nuestra percepción estética se ve desafiada y enriquecida, pues no solo nos deleitamos contemplando la belleza plasmada en la obra, sino que también somos testigos de cómo la propia belleza se contempla a sí misma con fascinación. El desnudo, como tema recurrente en la historia del arte, adquiere en la obra de Sheversky una dimensión especial, invitándonos a reflexionar sobre la relación entre la representación de la figura humana y la exploración de la identidad, la intimidad y la vulnerabilidad.
La presencia de la mujer, preferentemente ante el espejo, nos sumerge en un diálogo íntimo y profundo con la propia imagen, donde se entrelazan la reflexión sobre la vanidad, la autoconciencia y la búsqueda de la identidad. A través de esta representación, Sheversky nos invita a explorar la complejidad de la feminidad, revelando capas de significado que van más allá de lo puramente visual y nos adentran en un universo emocional y simbólico de gran profundidad.
El artista
Alexander Sheversky creció en Chisinau, República de Moldova, ayudando a su padre, artista que pintaba murales para los funcionarios soviéticos. Desde el momento en que tenía 12 años de edad hasta los 16 años de edad, Sheversky ayudó a su padre.
Estudió en la Academia de Arte Repin I.E. Después de graduarse, trabajó en el campo de las artes monumentales. En 1986, Alexander comenzó a exhibir sus pinturas en Chisinau, con aceptación de la crítica y el consiguiente reconocimiento. Las autoridades rusas lo seleccionaron para exponer en Moscú. Su éxito le llevó a dirigir un estudio para artistas. Emigró a Israel en 1991, donde vivió durante siete años. En 1998, se trasladó a Toronto y en 2004 a Vancouver.
Sheversky reconoce que la iluminación atrae su atención: "Cuando el sol se levanta por la mañana en mi ventana y la luz del sol cae sobre mis objetos en mi estudio, con ella viene la felicidad, la vida ha llegado Cada mañana espero este momento..."
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