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domingo, 3 de diciembre de 2023

En un día como hoy: "Themístocles" para los amigos

 

Temístocles Nazario Lobos Aguirre, conocido como Themo Lobos (Santiago, 3 de diciembre de 1928-Viña del Mar, 24 de julio de 2012)1​ fue un dibujante e historietista chileno, creador de personajes como Ogú, Máximo Chambónez, Ferrilo, Nick Obre y Alaraco, entre otros, y fue el principal continuador y desarrollador de Mampato.

"Themístocles" es un nombre imposible, atemporal. Así se llamó un notable general ateniense, que pasó a la historia por su capacidad de consolidar el estado griego frente a amenazas externas. Si tus padres te llaman de esa manera, invariablemente te marcan para siempre.





¿Fue acaso, una señal de lo que estaba por venir?

Sin duda. En muchos sentidos, para el medio chileno, Themo Lobos fue un general de la creatividad, un estratega que hizo del cómic su bandera y de sus personajes el ejército que le permitiría, en compañía de otros grandes, poner a esta pequeña nación en lo más alto.

Nunca hubo una industria editorial más grande que en los años del Themo, y aún cuando la dictadura de Pinochet se ocupó de atomizarla, casi hasta la desaparición, el astuto general se las arregló para estar siempre allí, de pie, continuando con su labor aún hasta hoy, en que su existencia mortal se ha apagado y su leyenda comienza a crecer.

Desde siempre, Themo Lobos asumió la responsabilidad de ser un referente. Como autor, sabía que tenía a su cargo un sinnúmero de lectores que depositaban en él su confianza, su esperanza de recibir una obra de calidad. Themo se esmeró siempre en dar lo mejor de si. Como buen estratega, eligió a los niños, porque sabía que en ellos estaban los adultos del mañana. Nunca los subestimó, pues sabía que la mejor forma de generar lealtad es en base al respeto. Los niños no son tontos, no necesitan que se le expliquen las cosas, sino que se les informe. “La creatividad es informada, investiguen” era una de sus máximas. Un llamado a la proacción, a salir de la espera, de que otros entreguen en bandeja lo que, por deber, nos corresponde develar. Sin importar la edad. Nunca era tarde para el Themo, ni tampoco demasiado pronto.


La obra del Themo es un corpus impresionante de trabajo, una especie de medallero de general cubierto de gloria. Mampato, obviamente, es el máximo referente, una obra de aventuras y viajes en el tiempo histórico que, de haber nacido en un país más grande, sería un referente mundial. Y sin embargo, justamente por esa condición, es que sí lo es. Themo nunca habría desarrollado su obra de no haber nacido en Chile. Las carencias de una industria como la nuestra lo motivaron, justamente, a romper con esos moldes.

Compartió con su generación el anhelo de hacer grande a Chile y a sus lectores, con un hambre que sólo pueden comprender aquellos que, por siempre, han sido pequeños, postergados, imposibilitados. Ni la falta de recursos, ni la falta de mercado, ni las restricciones de una dictadura que los menospreciaba los amilanó.

Themo Lobos hizo por la historia de Chile más que dos siglos de aulas escolares. Una idea expresada por Francisco Ortega que no deja de ser cierta. El Themo nunca dejó que los valores que consideraba esenciales fueran disociados por ningún modelo educativo. Sentía genuino orgullo de su historia patria y supo reivindicarla de la mejor manera: conectándola con la gente. En ese sentido, su legado permanece porque no ocultó su ideología, cosa que bajo el prisma del mercado actual parece un descalabro. Themo siempre estuvo con el más débil, con el oprimido, con el explotado y con las minorías; siempre estuvo ligado al valor esencial de la justicia. Themo creía en la igualdad y por ello, no tenía problemas en perdonar y acoger al que antes fue opresor. No necesitaba ser políticamente correcto, pues era honesto. Hoy en día, cuesta mucho entender eso. Se hace mucho más fácil cuando lo lees.

La notable reinterpretación de Santa Claus de Themo Lobos


Themo fue mucho más que Mampato. Martín Conejín, Ferrilo, Ñeclito, Máximo Chambónez, Nick Obre, son sus personajes más clásicos. A ellos se adjunta su gestión editorial, su apego a la ciencia ficción con la revista Rocket, sus décadas ligado a la picaresca y humor para adultos en El Pingüino y otras publicaciones, e incluso sus trabajos por encargo como biografías de personajes con un trazo sorprendentemente realista. Hoy, en un primer vistazo, muchos sentirán que su obra no es original; encontrarán trazos del Ásterix de Uderzo y Goscinny, del Tintín de Hergé, de las funny strips americanas e incluso de Disney. Pero en la lectura se descubre lo que es el mayor legado del Themo: su capacidad de reinterpretación informada y coherente.

Muy lejos de la mera copia, Themo aplicaba conceptos perennes a la realidad que le tocase interpretar. Ello implicaba conocer dichas realidades como objetos de estudio y manejar en profundidad sus leyes lógicas. Si un niño chileno de los años sesenta viajaba hasta el siglo 40, ¿como habría de comportarse? Mientras Astérix actúa con la lógica de un francés moderno, lleno de sarcasmo y relajo, Mampato reaccionaría diferente. A sus personajes los mueven valores, pautas de conducta que son reconocibles para los lectores y que generan identificación. Esa genuina representación de la realidad es la clave de su éxito y de su constante renovación. Actuar fuera de las modas y ser fiel a su relato es, sin duda, su gran legado.

Don Themo nos mostró una realidad de la cual sentirnos orgullosos, y ese sentimiento no se va ni en un millón de años.

Y es para ti, para mi, para todos.



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