A Almanzor nunca le ha preocupado atenerse a las reglas. Por eso ha utilizado sus poderes como gran hechicero en alimentar apetitos banales como acumular riquezas, obtener placer lujurioso y hacer trampas con el azar.
Por eso, los grandes maestros de la magia deciden imponerle un castigo ejemplar: despojarlo de sus poderes y condenarlo a morir mil veces y ser revivido hasta reparar todas y cada una de sus faltas. De esa manera podrá, algún día, recuperar sus poderes. Pero existen reglas que Almanzor debe cumplir: no puede morir por mano propia, ni pedirle a nadie que simplemente lo mate. No. Debe encontrar la muerte de una forma digna y que, al mismo tiempo, resulte en un acto de justicia.
Entonces parte en busca de sus muertes, vagando por esas tierras de magia y sed de sangre que en cada recodo le ofrece la oportunidad de acercarse a su total redención. Por momentos olvidará su misión, excusándose por tener toda la eternidad para cumplirla. En otras ocasiones solamente anhelará el descanso final.
Sin poderes. Sin recompensas.
Dibujos de Rubén Meriggi
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Historia publicada en la revista Skorpio
N. de la R.:
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En este capítulo extrañé a las amiguitas de Almanzor.
ResponderEliminarCoincido con el comentario anterior. Las rubias estuvieron ausentes.
ResponderEliminarAlmanzor opina igual que el villano de turno, sobre los maestros de la brujería.