En 1990, el propio descubridor del Titanic, Robert Ballard, realizó un informe sobre la tumba submarina del transatlántico. El barco de pasajeros se hundió en 1915 cerca de las costas de Irlanda tras recibir el disparo de un torpedo, lanzado por un submarino de guerra alemán.
Junto con el Titanic, el hundimiento del Lusitania fue la otra gran tragedia naviera del que marcó el comienzo del siglo XX. Aunque si la primera se debió a un desafortunado accidente, la del Lusitania puede ser también calificada como uno de los más terribles crímenes de guerra, el primero que causó un número de bajas civiles a gran escala.
Hasta la I Guerra Mundial, las guerras tenían lugar en el campo de batalla y los ejércitos no atacaban de forma deliberada a las poblaciones civiles. Esto cambió de forma radical en la guerra de 1914–1918, debido a la sofisticación del armamento y a la mayor capacidad mortífera de estas nuevas armas, que además podían ser usadas desde el aire y en alta mar. Desde entonces, ninguna población civil ha podido permanecer al margen de ninguna contienda.
Los pasajeros del Lusitania estuvieron entre las primeras víctimas del nuevo orden bélico inaugurado con el siglo XX. En plena I Guerra Mundial, decidieron emprender viaje desde Nueva York a Irlanda a bordo del que se consideraba uno de los barcos de pasajeros más seguro y mejor equipado del momento, con muchas travesías trasatlánticas a sus espaldas desde que fuera botado en 1906. Pese a que la naviera advertía de los riesgos que suponía cruzar el océano en un ambiente de guerra, nadie pensó que el enemigo se atreviera a disparar contra un trasporte de civiles. No contaron con que los alemanes habían sido alertados de la posibilidad de que el Lusitania llevara armamento escondido enviado a Europa por los norteamericanos, pese a que éstos no habían entrado todavía oficialmente en la contienda.
La tragedia del Lusitania sucedió la tarde del 7 de mayo de 1915. Al barco le quedaba ya poco para llegar a las costas de Irlanda, antes de seguir rumbo a Inglaterra. La calma y la confianza reinaban entre el pasaje, que ya se sentía a salvo apunto de concluir el viaje. Y entonces sucedió. Convencido de que el Lusitania trasportaba armamento militar, además de civiles, el almirante alemán Walther Schwieger, al mando del submarino de guerra U-20, dio la orden de disparar un torpedo que impacto en la zona de proa del trasatlántico causando una gran explosión.
Inmediatamente después, se produjo otra explosión más grande. El barco se hundió en apenas 20 minutos, dejando tras sí una estela de 1.200 muertos, entre ellos, muchos niños.
Entre las muchas pruebas aportadas por “El hundimiento del Lusitania”, hay una especialmente conmovedora. Se trata de las grabaciones realizadas por la cadena de radio Canadian Broadcasting Corporation (CBC) en 1965 de los testimonios de supervivientes. Algunos de ellos habían perdido a sus hijos o a otros familiares, por lo que la crudeza de sus palabras resulta reveladora y emocionante sobre un hecho que sin duda cambió para mal el tratamiento de los civiles en épocas de guerra. Aquel 7 de mayo de 1915 había empezado la capacidad destructora del siglo XX. (F)
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