Ya había publicado hace unos meses una canción de Lhasa de Sela, artista que ha significado mucho en mi historial de preferencias musicales. ¿Por qué nos gusta una canción? Por ser simple y compleja a la vez.
El desierto
He venido al desierto pa’ reírme de tu amor
Que el desierto es más tierno y la espina besa mejor
He venido a ese centro de la nada pa gritar
Que tú nunca mereciste lo que tanto quise dar
Que tú nunca mereciste lo que tanto quise dar
he venido yo corriendo olvidándome de ti
Dame un beso pajarillo no te asustes colibrí
He venido encendida al desierto pa’ quemar
Porque el alma prende fuego cuando deja de amar
Porque el alma prende fuego cuando deja de amar
Hasta siempre, Lhasa de Sela
Martes triste. Hoy me enterado de la muerte prematura de una de mis cantantes favoritas, Lhasa de Sela, a los 37 años, víctima de un cáncer de mama. Estaba en la cocina cuando escuché en la radio la noticia de su muerte y me ha recorrido la tristeza todo el cuerpo. Decía el locutor que no era conocida. Y posiblemente no lo fuera en el mundo de las Paulina Rubio o compañía. Pero para quienes amamos las voces únicas, las melodías mestizas y originales, Lhasa era un valor irrepetible.
Conocí su obra en Estados Unidos, allá por el 98 o 99. Un amigo de aquella época, con quien tocaba en un grupo, me trajo un día La llorona. Me gustó mucho esa voz tan especial, su acento, sus raíces híbridas, pero recuerdo que uno de sus temas me atravesó especialmente, El desierto. Esa voz que murmura, casi rota, buf! Tremendamente sensual. Desde ese día Lhasa siempre ha estado en los fijos de mi banda sonora vital.
No puedo creer que un talento así haya desaparecido por culpa, una vez más, del maldito cáncer de mama. Tan joven aún. Esa enfermedad se ha llevado a demasiadas mujeres, conocidas y queridas también. Especialmente en nuestra comunidad. Luchar contra ella es una de mis metas vitales.
Hoy se ha llevado a una gran artista, que llevaba dos años luchando contra él. Hoy nos toca despedirla, darle las gracias por su arte, por acompañarnos en el camino de la vida. No puedo evitar llorar, mientras escucho canciones tantas veces oídas, porque me cuesta aceptar que vayamos perdiendo tanta gente buena antes de tiempo.
Gracias, Lhasa, por acompañarme en tantas tardes melancólicas, en momentos tristes, en conversaciones agradables, en momentos de seducción, mientras escribía. Gracias, mil gracias, de corazón. Tu voz única nos seguirá acompañando en el camino. Hasta siempre, grande. (F)
Entiendo la tristeza, es una pérdida la muerte de una talentosa cantante, con una voz especial, con capacidad de transmitir emociones. Y tan joven. Te queda recordarla.
ResponderEliminarSaludos.