El 8 de diciembre de 1596, en la Ciudad de México, la Inquisición española ejecuta en la hoguera al poeta judío español Luis de Carvajal (el Mozo).
Luis de Carvajal el Mozo (Benavente, Zamora - Ciudad de México, 8 de diciembre de 1596) fue un comerciante y poeta novohispano , destacado miembro de la extinta comunidad de marranos (denominación que se empleaba para los cristianos nuevos de los que se sospechaba que «judaizaban», es decir, que mantenían prácticas de la religión judía) que consiguieron establecerse en América durante la colonización española. Se le considera el primer escritor judío de América.
Biografía
Era leonés de nacimiento, hijo de Francisco Rodríguez de Matos y Francisca de Carvajal y sobrino de Luis de Carvajal y de la Cueva (cristianos nuevos de origen portugués). Utilizaba el apellido de su madre, viuda (también aparece escrito como "Núñez de Carvajal" y con la forma "Carabajal"). Para distinguirle de su tío se le añadía el sobrenombre de "el Mozo". En los documentos aparece siempre como soltero. Se identificaba profesionalmente como tratante.1Pasó con su familia al Nuevo Mundo, donde tuvieron un importante papel en la fundación de Monterrey. Su tío era el gobernador del Nuevo Reino de León.
Procesado por la Inquisición, fue reconciliado el 24 de febrero de 1590, siendo condenado a prisión perpetua en el hospital de lunáticos de San Hipólito, en la capital mexicana. El 9 de febrero de 1595 fue vuelto a procesar por relapso; durante la tortura, según los registros judiciales, testificó contra su madre y hermanas. En una de las sesiones de su juicio (la del 25 de febrero) se le mostró un libro manuscrito autobiográfico, que reconoció como suyo, que comenzaba con las palabras "En el nombre del Señor de los Ejércitos", traducción castellana de la invocación hebrea be shem Adonay Zebaot. El 8 de febrero de 1596 fue puesto al fuego en la parrilla desde las nueve y media de la mañana hasta las dos de la tarde; durante la tortura denunció al menos a 121 personas, aunque posteriormente se retractó de esa confesión. Para evitar nuevas torturas se arrojó por una ventana. Murió diez meses después, por garrote, y su cuerpo fue quemado en un auto de fe posterior, el 8 de diciembre de 1596.
Junto con su hermano Baltasar de Carvajal compuso himnos y endechas para fiestas judías, uno de ellos, una clase de viddui (confesión de pecados) en forma de soneto, se reproduce en El libro rojo (1870) del escritor mexicano Vicente Riva Palacio (1832-1896).
En los documentos de su segundo proceso, además de como poeta, aparece como un gran latinista, erudito de las Escrituras, y fervoroso creyente de la religión judía; incluso místico o iluminado. Cambió su nombre por el de José Lumbroso.
Poetas de la era
Sin saberlo, la tarde se
sumerge en la espera.
Alada, la poesía ignora las
distancias
Poco a poco se funden
la esperanza y el genio
se confunden las aguas
las voces, las miradas.
Armados de poemas
se despiertan los sueños
se desbordan las ganas
los poetas se encuentran
de repente en la Era
en que encontrarse juntos
es su creación más alta.
¿Cuánto pesa en la sangre
un verso en el bolsillo?
¿Cuánto cuesta en insomnios
la estrofa inacabada?
¿Cuánto el beso fallido?
¿Cuánto el alma cansada?
¿Cuánto el sueño quimera
el después, la mirada,
la poesía en la era
en que el tiempo no fragua?
Gracias doy, por la Gracia
desbordada en sus voces.
Sembradores de dioses
en tierra desolada.
Gracias doy por el verbo
que cabalga en las ansias
por la imagen, la esencia
por la vida y la magia
muchas gracias, Poetas
de la Era y del alma.
La mujer y el Génesis
(A Alina Cepeda, desde luego)
Dijo
hágase Dios.
Y fueron, desde entonces,
el delirio, el miedo,
el castigo sin perdón ni culpas.
Todas las ostras callaron
para siempre.
Nació el pecado
las platas sirvieron para
anidar octubres y serpientes.
Las lunas llenas de candor
enmudecieron.
Luego dijo,
hágase la palabra.
Y el verbo se hizo discurso
para explicar mandatos,
jefaturas posesiones.
Fue entonces necesario el
Demonio sin poderes,
el castigo sin perdones y sin
culpas.
El bautizo y la cruz y la abadía.
Se hizo el infierno en cada
testamento.
Esto será de mis hijos
y de los hijos de mis hijos
por los siglos de los siglos,
posean-.
Que no sea la luz
para que no se note la tierra
parcelada
la sangre dividida
los sexos deportados
las hijas invisibles sin sotanas.
Que sean aquí en la tierra
como en los tribunales
condenadas al oprobio
la pasión y la dicha.
Que sea pecado amarse sin
pecado
simplemente; la piel
correspondida,
la sonrisa de niñas y profetas,
la esperanza en el canto, la
poesía.
Serán por siempre ajenos a
los cielos
cuya llave tendrá la policía.
Yo digo
desháganse los dioses
unamos brazo, verbo,
clarinadas
borremos el pecado del
lenguaje
hagamos tiernamente la
mañana
vistámosla de sangre
perspectiva
sembrémosla de dichas sin
fusiles.
Abramos mil claveles,
mil escuelas
y marchemos sin amos al
futuro.
Digo, digo yo,
digamos todas, todos
¡viva eva!!
redentora de edenes y de
víboras
sembradora de sueños, de
esperanzas.
Librando al pobre adán del
paraíso
para fundar el mundo y la
poesía.
Tercera lección
de vuelo para Paquita
Para volar con lluvia
se requieren dos versos
uno azul, con pañuelos
uno rojo con sueño.
Debe aspirar las nubes
guardar el cielo viejo
y andar por lo tejados
con un voz en el pelo.
Si escampa sin abrazos
pon tu piel en los dedos
y al calor de las olas
exprime tu silencios.
Si llueven madrugadas
y se inunda tu credo
y se erizan las sombras
que guardan tu secretos
ve y recorta las rosas
de un lejano sendero
niega al sol, que no sale
y al dios en quien no creo.
Si persisten lloviznas
si aún no alumbra un lucero
si se empapa tu alma
se entumece tu anhelo
se desangra la espera
se te olvida el recuerdo
Si no puedes llevarte
la imagen del espejo
no te eleves, no vueles
no te alejes del suelo.
Deja que vuele un verso
que se pierda en los cielos
que despeje la lluvia
que inunda tus adentros.
Que otro verso construya
para ti un universo
donde llueva la lluvia
sin mojarte por dentro.
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