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lunes, 18 de noviembre de 2024

¿Tu conoces al Cuco?

El miedo se personalizaba en algo sobrenatural y muchas veces se canalizan a través de una pesadilla.

El miedo es una experiencia que nos acompaña toda la vida y es común a todos los seres vivos. Pero los  humanos parecen ser los únicos que se construyen historias y pesadillas con tal de tener o infundir miedo.

Por Rubén Reveco - Editor

A los 5 ó 6 años me preguntaron si conocía al Cuco. "De nombre, no más", contesté. La respuesta provocó que todavía ciertos parientes me recuerden lo ingenioso que fui (todavía lo soy). ¿Pero qué es el Cuco? Un ente malo creado para asustar a los niños de entonces. El Cuco era similar a Dios: "Si no te portas bien Dios te castigará". El Cuco y Dios eran malos; uno asustaba y el otro castigaba. "Dios te está mirando", al igual que el Cuco...
No creo ni en Dios ni en el Cuco, pero no estoy seguro. Son sólo conceptos... Creo en la verdad a media. No estoy seguro de nada pero eso me resulta maravilloso porque esa duda posibilita otras respuestas.
Sea como sea, no creo que sea tan malo tener miedo. Más si ese miedo lo provoca entidades inexistente, sea Dios o el Cuco. Y lo que no existe no puede hacerte daño.




El miedo es una emoción inherente a la naturaleza humana que se presenta desde la infancia y persiste a lo largo de la vida 

Este sentimiento, que comparte el ser humano con otros seres vivos, se convierte en una poderosa herramienta para la creación de narrativas que pueden llegar a influir en el comportamiento y la percepción del mundo. A través de relatos como el del Cuco, los adultos proyectan sus temores y enseñan a los niños sobre las consecuencias de sus acciones.
La figura del Cuco, un ente creado para asustar y mantener el orden, refleja una dualidad presente en muchas enseñanzas impartidas por los adultos: el miedo como mecanismo de control. Al igual que se dice que "Dios te está mirando", el Cuco se convierte en una forma de garantizar que los niños se comporten conforme a las normas sociales. Ambas entidades, aunque de diferentes naturalezas, representan aspectos de una realidad construida por los humanos, donde el miedo se entrelaza con la moralidad.
Sin embargo, la aceptación de la incertidumbre y la ambigüedad puede generar un espacio fértil para el crecimiento personal. La falta de certeza en la existencia de entes como Dios o el Cuco nos permite desarrollar una relación más flexible con el miedo. Este, lejos de ser un signo de debilidad, puede transformarse en una fuente de reflexión y creatividad. La capacidad de cuestionar lo que nos han enseñado constituye un elixir de vida en el que la duda fomenta el descubrimiento de nuevas verdades.
En conclusión, aunque el miedo es una experiencia que nos acompaña, su carácter efímero y su dependencia de creencias concretas nos ofrecen la oportunidad de redefinir nuestra relación con él. Si los miedos nacen de conceptos abstractos como el Cuco o Dios, es posible que lo que no existe no pueda hacer daño. Al final, reconocer el miedo como una parte de nuestra existencia humana puede liberarnos y permitirnos explorar un mundo más amplio, donde la incertidumbre se convierte en una aliada en nuestro camino hacia el conocimiento. (IA)


Bogifobia

La bogifobia es una fobia que se define como un persistente e irracional miedo a lo sobrenatural y las leyendas urbanas como los asustadores de niños, el coco, fantasmas, duendes, brujas y monstruos imaginarios, típicos de los miedos infantiles.
Los afectados a menudo adquieren este miedo en la etapa infantil por culpa de las amenazas de los adultos para controlar el comportamiento de los niños que les lleva a intimidarles con seres como el Coco o el hombre del saco. El ver películas de terror puede atemorizar a un infante ante la dificultad de separar lo real de la ficción, al pensar que el monstruo o asesino del film vaya a ir por él. También es un miedo que se puede obtener tras algún susto ocasional o repetido en la infancia que le quedó gravado en el subconsciente, como puede ser un familiar saliendo de algún lugar oscuro de la casa para asustar al infante, hasta un trauma infantil real que el subconsciente oculta tras la imagen de un monstruo. Que un niño sea víctima de un secuestro, o de abusos físicos o que haya sido testigo de algún otro acto violento puede crear a un bogifóbico.
Este temor tiene más fuerza generalmente cuando el afectado de la fobia se encuentra a solas o a oscuras, por lo que a veces está estrechamente ligado a la nictofobia (temor a la oscuridad) o escotofobia ( miedo a la oscuridad) y en casos más graves a ligofobia (terror a la oscuridad): “la oscuridad les provoca inseguridad ya que no ven lo que hay a su alrededor y una imaginación desbordante puede jugar con las sombras de los objetos y los sonidos del viento convirtiendo la habitación de un bogifóbicos en un sinfín de amenazas para él”.
Suelen encontrar seguridad con la compañía en una persona que les transmita tranquilidad y les reconforte, como en el caso de los niños pequeños lo es un adulto. Esta persona debe mostrar una actitud comprensible y que les recuerde que no hay nada que vaya a atacarlos. A veces es bueno revisar la zona que les produce miedo como el armario o mirar debajo de la cama para asegurarles que no hay nada. "Asustar al bogifóbico o burlarse de sus miedos sólo conseguirá que su fobia aumente y que además se sienta incómodo y avergonzado, impidiéndole acudir por ayuda cuando tenga miedo para no recibir una postura negativa".
Es de las fobias más comunes en niños pequeños, sobre todo en los infantes con mucha imaginación y suele superarse en la adolescencia. Si la bogifobia perdura después de la pre-adolescencia, seguramente esté arraigado a un fuerte trauma infantil que será necesario superar con un tratamiento psicoterapéutico. ¿Trauma infantil? ya sea como una reacción al trauma o no relacionado, el temor o miedo comienza a ser perjudicial para el afectado cuando le limita en su vida. Algunos niños expresarán su miedo presentando: ansiedad, pánico, somatizaciones, latido cardíaco rápido, dificultad para respirar, enuresis, comúnmente se  sienten confundidos,  se distraen fácilmente, reaccionan ante olores, se sienten enfermos. Los problemas sociales de los niños traumatizados se pueden manifestar en los embarazos a una temprana edad, abuso de drogas, fracaso escolar, delirium y un comportamiento antisocial. 
Las víctimas de traumas infantiles pueden sufrir de condiciones neuropsiquiatrías, así como trastorno de estrés post traumático, trastornos disociativos y trastornos de la conducta. 
Por mencionar algunos de los traumas infantiles más comunes: (si no se elaborada adecuadamente) Muerte de un progenitor o hermano (a), padres infelizmente casado, enfermedad grave, ruptura del núcleo familiar,  alcoholismo o drogadicción, problemas de tipo emocional, abuso infantil o abandono, o haber estado expuesto a condiciones traumatizantes, etc. (Fuente)







ANEXO

El miedo en la infancia es una respuesta a la ansiedad que provoca cierto estímulo específico en el niño.  El miedo es muy habitual en esta etapa, sobretodo hasta los doce años de edad, y no debemos preocuparnos excesivamente por ello.

Se trata de un sistema de alarma adquirido por el niño sin aprendizaje previo y ayuda al pequeño a evitar entornos potencialmente peligrosos para él.

Los miedos más habituales suelen ser miedos a ruidos fuertes, a los desconocidos, a la oscuridad, a las alturas, animales, y a la separación de sus padres o familiares más cercanos. Aún y así, pueden diferenciarse según la edad del niño ya que éstos siguen una secuencia normal en el transcurso de la vida del niño.

Miedos infantiles de 0 a 12 meses
Responden con miedo a estímulos intensos como ruidos fuertes y a la pérdida de la base de sustentación, en este caso, la madre, sintiéndose desamparado. También sienten miedo hacia los desconocidos.

Miedos infantiles de 2 a 4 años
Empiezan a tener terror por algunos animales, la oscuridad, ruidos fuertes, máscaras, objetos o máquinas grandes, cambios en el entorno personal del niño, y a la separación de los padres.

Miedos infantiles de 4 a 6 años
Siguen teniendo miedo a algunos animales, la oscuridad y la separación de los padres. Se añade el miedo a los truenos y relámpagos, a las lesiones corporales, a dormir o estar solos, y a los seres sobrenaturales como pueden ser las brujas, los fantasmas y los monstruos. Además pueden contagiarse de los miedos de otros niños. A esta edad ya empiezan a preocuparse de la aprobación social de los demás.

Miedos infantiles de 7 a 8 años
Continúa el miedo por los seres sobrenaturales, la oscuridad, las lesiones corporales y a estar solos. Y se añaden miedos diversos basados en sucesos aparecidos en los medios de comunicación.

Miedos infantiles de 9 a 12 años
Aunque pueden seguir arrastrando miedos como a los truenos y relámpagos y a lesiones corporales, empiezan a preocuparse por los exámenes, el rendimiento escolar y el aspecto físico, consecuencia de la madurez y consciencia del niño. En algunos casos pueden seguir teniendo miedo a la oscuridad y aparece el miedo a la muerte ya que tienen mayor información del mundo y son capaces de razonar a un nivel mucho más complejo y se dan cuenta que no pueden controlarlo todo.

Los miedos son muy frecuentes y aparecen sin razones aparentes ya que están sujetos al ciclo evolutivo del pequeño y por tanto desaparecen con el tiempo de forma natural. Si el pequeño tiene alguno de estos miedos no hay que alarmarse.
En el caso que el miedo provoque un fuerte grado de ansiedad, la respuesta correcta seria dominar el miedo para que la ansiedad desaparezca o disminuya. Son eficaces las caricias y la presencia del adulto para consolar y tranquilizar al niño cuando aún es pequeño. Cuando es más mayor, es preferible combinar la relajación para controlar la respiración y tranquilizarlo. (Fuente)



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