La decisión de emplear estas armas de destrucción masiva ha sido objeto de un intenso debate ético, político y militar. Sus defensores argumentan que los bombardeos fueron necesarios para forzar la rendición incondicional de Japón y evitar una invasión prolongada y costosa en vidas humanas, tanto para los Aliados como para los japoneses. Sin embargo, los críticos señalan la desproporcionalidad de la respuesta, el sufrimiento indecible infligido a la población civil y las potenciales alternativas diplomáticas que no fueron exploradas exhaustivamente.
Más allá de la controversia sobre su justificación, las consecuencias inmediatas y a largo plazo de los bombardeos fueron devastadoras. Decenas de miles de personas murieron instantáneamente, incineradas por la explosión o aplastadas bajo los escombros. Aquellos que sobrevivieron se enfrentaron a horribles quemaduras, enfermedades relacionadas con la radiación y un estigma social persistente. Las ciudades de Hiroshima y Nagasaki quedaron reducidas a cenizas, y la reconstrucción fue un proceso arduo y doloroso.
El legado de Hiroshima y Nagasaki trasciende la mera conmemoración de un evento histórico. Sirve como un recordatorio constante de los peligros inherentes a las armas nucleares y de la necesidad imperiosa de promover el desarme y la no proliferación. La amenaza de una guerra nuclear, aunque aparentemente disminuida desde el final de la Guerra Fría, persiste en un mundo marcado por la inestabilidad geopolítica y la proliferación de nuevas potencias nucleares.
En este ochenta aniversario, es fundamental reflexionar sobre las lecciones aprendidas de esta tragedia. Debemos reafirmar nuestro compromiso con la paz, el diálogo y la diplomacia como herramientas para resolver conflictos internacionales. Asimismo, es imprescindible fortalecer los mecanismos de control de armas y trabajar incansablemente para eliminar la amenaza nuclear de nuestro planeta, asegurando así un futuro más seguro y justo para las generaciones venideras.
Las heridas imborrables de Hiroshima y Nagasaki: A 80 años de las bombas atómicas que sacudieron al mundo. Hoy y el 9 de agosto se cumple un nuevo aniversario del lanzamiento por Estados Unidos de dos bombas nucleares que causaron la muerte de más de 200 mil personas y puso un sombrío fin a la Segunda Guerra Mundial.
FUENTE
Óscar Hahn nació en 1938. Es un poeta, crítico y ensayista chileno. Su obra -original y provocativa- destaca por el uso de materiales intertextuales y el diálogo permanente con autores y obras de la literatura universal.
En una entrevista de 2014 le preguntaron:
—Hay textos tuyos con una visión apocalíptica ligada a la radioactividad, lo nuclear, los incendios devastadores, reactualizada estos meses últimos por las fallas en reactores nucleares en Japón…
—Tuve conciencia del peligro nuclear muy joven; a los 7 años escuché que habían tirado bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, eso me marcó para siempre. De hecho el primer poema que publiqué, “Reencarnación de los carniceros”, ya enfrentaba el tema en 1955. Después apareció el libro Imágenes nucleares y hace poco otro, Poemas radiactivos. Ya ves, esta preocupación es antigua en mí. Por cierto estoy en contra del uso de la energía nuclear con fines bélicos, pero también con fines pacíficos. Desgraciadamente los hechos de Fukushima muestran que el peligro de la radiactividad no es un simple tema literario.
Poemas Radiactivos -según la editorial Cuarto Propio- es una inquietante alerta para la humanidad sobre el destino de nuestro planeta. A través de la conjugación de textos del poeta chileno Oscar Hahn que se despliegan en los coloridos y atormentados trazos de la artista Gabriela Cánovas.
"Poemas radiactivos" fue ilustrado por la pintora y grabadora chilena Gabriela Cánovas. La artista y Oscar Hahn eligieron poemas de su libro Imágenes nucleares y otros textos que no habían sido publicados. Según la artista, "texto e imágenes entablan en estas páginas un intenso diálogo de palabras, texturas y colores".
VISIÓN DE HIROSHIMA
El manga de Nakazawa se reedita coincidiendo con el 80 aniversario del bombardeo. Narra la tragedia de Hiroshima y está considerado uno de los mejores cómics de la historia.
Pies descalzos: por qué no debemos olvidar Hiroshima
El 6 de agosto de 1945, el tristemente célebre avión Enola Gay, lanzó una bomba de uranio (Little Boy) sobre Hiroshima (Japón), destruyendo la ciudad y causando más de 120.000 muertes y 360.000 heridos, muchos de los cuales sufrieron mutaciones genéticas debido a la radiación a la que estuvieron expuestos.
Aún así Japón no se rindió, y tres días después, el 9 de agosto, los americanos lanzaron una segunda bomba atómica sobre Nagasaki. 75.000 de los 240.000 habitantes de Nagasaki murieron instantáneamente y se calcula que la cifra total de muertos sería de unos 140.000. Japón se rindió seis días después.
A falta de unos días para que se celebre el 70 aniversario de esas tragedias, la editorial DeBolsillo recupera en cuatro tomos Pies descalzos, el cómic en el que Keiji Nakazawa (1939-2012) relata su propia experiencia. Él era apenas un niño de seis años que vivía en Nagasaki cuando la bomba acabó con toda su familia menos el y su madre.
La tragedia de un niño de seis años
A la muerte de su madre, en 1966, Nakazawa decidió plasmar en sus historias la destrucción y el caos posterior. Alcanzado por la lluvia negra (Kuroi Ame ni Utarete) fue el primero de los cinco mangas que realizó sobre este tema. Pero la más conocida de estas obras es Pies descalzos. Una historia de Hiroshima, protagonizada por un niño que sobre vive al ataque.
Una obra, de casi tres mil páginas, que está considerada una de las obras maestras del cómic mundial y que DeBolsillo recupera en cuatro tomos, empezando por un primer volumen, de más de 700 páginas, en el que sumerge al lector en la vida de Gen, álter ego del propio Kakazawa, un superviviente de la bomba atómica que narra cómo con seis años comprende que su mundo se ha convertido en un infierno.
Así, el cómic se convierte en un testimonio del sufrimiento de los que, como él, lo perdieron casi todo, aunque en esta historia Gen ofrece la mirada de la esperanza del que luchará por un mundo mejor. Por que, ante todo, este manga es un canto a la vida y un recordatorio de los horrores que el ser humano es capaz de provocar.
La gente arrastrando su propia piel derretida
Lo primero que sorprende de Pies descalzos es que la familia del protagonista es antibelicista y muy crítica con los militares que mandaban a la muerte a adolescentes de 16 o 17 años sin despeinarse. Eso provoca que sus vecinos se dediquen a hacerles la vida imposible e incluso a humillarlos y torturarlos. De esta forma Nakazawa retrata el fanatismo de una sociedad que todavía creía que su emperador era un dios y que Japón era invencible.
También narra las penurias para conseguir un plato de arroz con el que sobrevivir en una ciudad que destinaba sus escasos recursos a los militares y dejaba morir de hambre a la población civil.
Y describe con todo detalle los efectos de la explosión de la bomba atómica. Art Spiegelman (Maus) lo cuenta así en el prólogo: “Nunca olvidaré a la gente arrastrando su propia piel derretida mientras atraviesa las ruinas de Hiroshima, el caballo presa del pánico galopando a través de al ciudad, o los gusanos saliendo de la cara destrozada de una niña. Pies descalzos aborda el trauma de la bomba atómica sin concesiones”. Por cierto que muchos comparan Pies descalzos con Maus, por su retrato de los horrores de la guerra y de la crueldad de ser humano.
Una temática que contrasta con los dibujos, derivados de la tradición japonesa y de la escuela de Osamu Tezuka (Astroboy), que recuerdan a Disney, lo que hace que el contraste con lo que se cuenta sea brutal. Pero es un estilo muy sencillo y eficaz para contar una historia tan terrible.
El Enola Gay, que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima.
Un narrador extraordinario
Y es que Nakazawa es un narrador extraordinario que nos cuenta con todo detalle cómo era la vida de los civiles en la ciudad de Hiroshima, cómo se ganaban la vida, su cultura, sus creencias religiosas o el odio que existía hacia los extranjeros.
También nos habla de los kamikazes (el hijo mayor de la familia protagonista se alista en el ejército y solo se da cuenta de su error cuando le mandan a una de estas unidades). Se calcula que en la Segunda Guerra Mundial murieron unos cinco mil Kamikazes estrellando sus aviones contra objetivos americanos. Si en una guerra las vidas no valen nada, los oficiales japoneses las despreciaron sin miramientos.
Por cierto que Kamikaze significa Viento Divino y originariamente fue el nombre que los japoneses dieron a los tifones que en 1273 y 1279 salvaron al Japón, dispersando la flota de invasión de Kublai Khan.
En el manga también somos testigos de cómo la población civil, mujeres y niños incluidos, se suicidaba antes que afrontar la derrota, en una sociedad obsesionada con el honor.
Tras este lanzamiento, DeBolsillo tiene previsto publicar el segundo tomo en septiembre, el tercero en noviembre y finalizar la entrega en febrero de 2016 con la publicación de la cuarta entrega. Cuatro tomos que recogen esta historia que el autor compuso en diez volúmenes.
80 años después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki todos (menos los japoneses) parecemos haber olvidado lo que puede hacer una bomba atómica. Por eso este Pies descalzos es una lectura imprescindible que debería ser obligatoria en los colegios.
Artículo publicado en 2015 por rtve
No hay comentarios:
Publicar un comentario