Cesto con frutas, de Caravaggio.
Caravaggio se distinguió por sus recreaciones de episodios bíblicos, tan sórdidas como fascinantes, en las que mostraba entre fuertes contrastes de luces y sombras a personajes a menudo de aspecto grotesco en escenas cargadas de violencia. Nada podía resultar más lejano a todo ello que un sencillo cesto con frutas, pero como tantos otros así empezó y lo supo hacer con excepcional maestría. En el aspecto roído y algo putrefacto ya se intuye esa inclinación suya por el lado oscuro que le llevaría a meterse en frecuentes peleas callejeras e incluso matar a uno. Aunque resulta menos exuberante que la otra naturaleza muerta que se le conoce, la supera en realismo.
Publicado por Javier Bilbao
Imagínense la situación: uno podía tener una gran afición por el dibujo en su tierna infancia y aunque solo fuera por la cantidad de horas dedicadas demostrar cierta pericia, así que el siguiente paso era que tus padres te apuntasen a una academia de dibujo. Sonaba prometedor. Ahí aprenderías nuevas técnicas, tendrías más herramientas a tu alcance y te convertiría en un consumado pintor en poco tiempo… Algo parecido a esperar aprender la patada de la grulla el primer día de clase con el profesor Miyagi. Lo que vino después en realidad fue un inagotable dar cera pulir cera con los dichosos bodegones. Uno tras otro. Había que pintar tantos y de tan variadas formas que cualquier cesta con frutas en una mesa te hacía dar un paso atrás alarmado. Esa fue al menos mi experiencia personal, pero en cualquier caso el colocón que te llevabas a casa con trementina y otras sustancias compensaba cualquier tormento. Además, tal como más tarde aprendería, dicha disciplina tenía su lógica dado que tradicionalmente ha sido considerado el más bajo de los géneros pictóricos, teniendo por encima el paisaje, el retrato, las escenas de la vida cotidiana y, presidiéndolos todos, las escenas históricas/religiosas. A pesar de todo, se trata de un género que ha atrapado la atención de grandes artistas a lo largo de los siglos y ha dado lugar a obras muy notables. A continuación veremos algunas de ellas. Voten abajo su favorita o añadan las que hemos olvidado.
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La cesta de frutas es todo un artificio simbólico. No hay nada al azar y el pintor quiere mandar un mensaje con cada una de las frutas.
Hay desde ellas unas claves, que son símbolos, y todos juntos una alegoría...: las manzanas del 'pecado original', la uva negra, que puede aludir a la muerte, que están al lado de las uvas blancas, que serían la resurrección, siendo las granadas la Pasión de Cristo...
Pero hay además otro símbolo, erudito en clave manierista, que se halla sutilmente disimulado a la vista, en las inmediaciones de aquella cesta-frutero, la cola de un pez y su parte media. Este es un artificio, antiguo código secreto de los primeros cristianos del ámbito romano helenístico: pez, en griego, una alusión a Christo.
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