La pintura -vista en pequeñas láminas- me fascinaba no sólo por el tema de una hermosa joven flotando en el agua (parecía muerta pero estaba con los ojos abiertos) sino, también, por los exquisitos detalles representados a su alrededor.
"Ofelia"
Con los años descubrí que Ofelia en realidad se había suicidado, que era un personaje trágico y que William Shakespeare algo tenía que ver en todo el asunto.
La muerte de esta joven había sido motivo de inspiración de varios artistas del siglo XIX, como Arthur Hugues, Alexandre Cabanel o John Williams Waterhouse entre otros. Pero la mejor imagen que puede verse es la del famoso óleo del pintor John Everett Millais, considerado como el sucesor de Turner.
El suicidio es descrito en la obra de Shakespeare en el cuarto acto, cuando Ofelia ya inmersa en la locura, cantando e intentando ornamentar con flores la rama de un sauce que al romperse la hace caer al río.
En la obra de Millais, Ofelia aparece flotando en las aguas, rodeada de flores silvestres, que en Hamlet se mencionan repetidamente en el monólogo de Gertrude, su madre y única persona que la entendió y apoyó y que fue testigo último de su desgracia.
La obra se encuentra en la Tate Gallery de Londres.
Cada una de las flores posee significado simbólico: El sauce, la ortiga y las margaritas representan amor, dolor e inocencia respectivamente. Las margaritas que flotan en el centro del vestido de Ofelia también significan “recuerdo” y “dolor de amor”. El artista situó una amapola cerca de las margaritas, una de las flores que Hamlet le regaló a Ofelia cuando le explicó cuál sería su trágico final.
Millais estuvo obsesionado con esta obra y, en particular, por la fidelidad a la naturaleza. Se dice que se lanzó al río para poder plasmar todos los detalles naturales y que sometió a su modelo a largas horas inmersa en una bañera. Trabajó hasta once horas al día y ninguna otra obra suya puso a prueba sus capacidades y paciencia como esta.
Millais estuvo obsesionado con esta obra y, en particular, por la fidelidad a la naturaleza. Se dice que se lanzó al río para poder plasmar todos los detalles naturales y que sometió a su modelo a largas horas inmersa en una bañera. Trabajó hasta once horas al día y ninguna otra obra suya puso a prueba sus capacidades y paciencia como esta.
Doble marco. Los ángulos superiores del cuadro están cubiertos por una arcada muy poco común. Desconozco si ese sector originalmente también estuvo pintado. ¿Qué nos estaremos perdiendo?
Estudio para Ofelia. La modelo de la obra, Elizabeth Siddall, quien fuera esposa de Dante Gabriel Rossetti, falleció en 1862 por suicidio con láudano.
Ver también:
Fotografía de John Everett Millais.
El precoz pintor John Everett Millais procedía de una acomodada familia inglesa asentada en la isla de Jersey, una pequeña dependencia de Inglaterra ubicada en el Canal de la Mancha, frente a las costas de Normandía. La mayoría de su niñez la pasó en aquellas tierras, donde pudo desarrollar libremente su talento artístico, especialmente en el campo de la pintura. Sus padres, ante la evidencia de tener un niño prodigio en casa, decidieron trasladarse a Londres, donde podría recibir una formación más adecuada a sus capacidades. Con apenas 11 años, ingresaba en la Royal Academy, batiendo el récord de precocidad de la institución. Allí conoció a dos figuras clave para su futuro artístico, los pintores Dante Gabriel Rosetti y William Holman Hunt. Los tres juntos renegarían de la Academia debido a la rigidez artística que imponía y formarían su propia asociación, donde podrían ejercer libremente su concepción de la pintura, la bautizaron como Hermandad Prerrafaelista.
La Hermandad Prerrafaelista
La primera sesión fundacional de la Hermandad tuvo lugar en 1848, en la casa que los padres de John Everett Millais tenían en Londres. El nombre de prerrafaelismo surgió porque pretendían recuperar el estilo artístico del primer Renacimiento, anterior a la obra de Rafael, especialmente fijándose en el Trecento italiano y la pintura gótica flamenca. Admiraban la luminosidad, la autenticidad y la sinceridad de esas primitivas obras frente al estilo manierista, recargado y vacío que imponía la Royal Academy fundada por el pintor Joshua Reynolds. Pronto se les unieron otros artistas y poetas como James Collinson, John William Waterhouse o Evelyn de Morgan. En las obras de esta hermandad destaca el trato realista de todos los elementos, en especial los de la naturaleza; el gusto por los temas medievales sacados de poemas o leyendas; el papel protagonista de la mujer en sus pinturas; la intensidad de los colores y la luminosidad de sus lienzos.
El escritor John Ruskin
El academicismo al verse amenazado fue muy crítico con los prerrafaelistas, denunciando en muchas ocasiones sus polémicas temáticas y composiciones. Pero también surgieron defensores, como la figura del sociólogo y crítico de arte John Ruskin. Este encontró muchos lazos de unión con las ideas de la hermandad, como su admiración por el mundo medieval, su rechazo al arte posterior al Quattrocento, la poesía... Cuando Ruskin y Millais se conocieron trabaron enseguida una gran amistad, hasta el punto de que la mujer del primero, Effie Gray, hizo de modelo para uno de los cuadros del pintor. Curiosamente durante el proceso de creación de la obra, Everett Millais y Effie Gray se enamoraron, hasta el punto que ella se acabó por divorciar de Ruskin para poder casarse con el pintor, al que dio ocho hijos. Esta ruptura supuso el fin de la amistad entre ambos y fue la comidilla de la sociedad victoriana de la época.
"La joven ciega". En 1852, Millais comenzó a pintar el cuadro de dos hermanas que descansan bajo un oscuro cielo con doble arco iris (símbolo de esperanza en vano, ya que la joven ciega no lo puede ver); la más joven admira el paisaje mientras que la mayor parece que alza la cabeza para aspirar los olores del aire a la vez que toca la hierba. Se ve que viven una situación difícil por sus viejas ropas y el letrero que cuelga sobre su pecho :"Tened piedad de los ciegos".
Su supervivencia se basa en el acordeón y la limosna que consigan. Los cuervos que significan presagios de muerte y perdición, nos indican el destino de las jóvenes.
La joven ciega
Esta es otra de las grandes obras de Millais. La escena sorprende a dos jóvenes en plena campiña del sur de Inglaterra. El rostro de la joven es el de Effie, esposa del pintor.
La obra huele a hierba mojada. La lluvia ha cesado hace apenas unos instantes. La línea de horizonte a tres cuartos del formato muestra un amplio arco iris, como una nueva alianza con la civilización marca el fondo aún tenebroso de la tormenta que se aleja. En oposición, la joven, en primer plano, siente la brisa en silencio, atenta al piar de las aves que se pelean por los granos, incapaz de corresponder a la muchacha que hace de lazarillo que se ha vuelto para contemplar la bondad del día. Millais parece recrearse en esta desgracia, acumulando detalles que cargan de dramatismo la escena de indefensión de la ciega.
Cristo en la casa de sus padres
En 1850 Millais presentó su obra más polémica, "Cristo en casa de sus padres", donde representaba a la Sagrada Familia junto a Santa Ana, Juan el Bautista y un aprendiz de carpintero, en el taller de San José. El cuadro supuso el salto a la fama de la Hermandad, aunque lo hizo fruto de las duras críticas recibidas. La obra generó tanta repercusión que la misma reina Victoria, picada por la curiosidad, pidió que se la llevasen al palacio de Buckingham para poder admirarla. El motivo de tanto interés en la forma que eligió el artista de tratar este tema religioso, sin ningún escrúpulo, como si fuese una escena cotidiana de una familia vulgar y corriente.
El centro de la composición lo forman el niño Jesús y María, destacando sobre el conjunto por sus ropas blancas. Al parecer Jesús estaba ayudando a su padre en las tareas de carpintería, pero se ha cortado en la palma de la mano con un clavo. Su madre acude a ver la herida y mima a su hijo con un beso. El paralelismo con la futura crucifixión es evidente, el clavo, el estigma de la mano, la sangre. Millais recrea la futura Pasión a través de una inocente y muy realista escena cotidiana en un taller de carpintero.
Un jovencito algo mayor que Jesús, trae un cuenco de agua para lavar la herida. Aparece prácticamente desnudo, únicamente lleva una especie de calzones de piel basta atados con una simple cuerda. Esos dos elementos, el cuenco de agua y los calzones, presumiblemente de piel de camello, nos permiten identificarle como Juan el Bautista. Al igual que sucedía con el tema de la Pasión, Millais vuelve a jugar con los símbolos, y conecta la figura de Jesús con su futuro bautismo a manos precisamente de Juan el Bautista en el río Jordán. La relación es sutil pero clara, la escena sigue siendo sencilla y cotidiana, pero sus conexiones van mucho más allá.
Del otro lado de la mesa, el carpintero José deja sus labores para atender a su hijo y comprobar el corte de su mano. El pintor lo ha dibujado con un aspecto claramente más envejecido que el de María, como indican los evangelios. En busca del mayor realismo posible sus brazos están remangados para que comprobemos que son delgados pero fibrosos, como corresponde a una persona humilde y trabajadora que se gana la vida con la fuerza de sus manos. Al fondo del taller encontramos otro elemento simbólico, una paloma observa la escena desde una escalera colgada de la pared. Gracias a ella el Espíritu Santo hace acto de presencia.
Paralelamente a la figura de José, encontramos la figura de Ana, la madre de María y por tanto la abuela de Jesús. Millais la representa de forma tradicional, con el aspecto de una anciana y la cabeza cubierta por un manto. Se inclina sobre la mesa para observar el clavo que ha provocado la herida de su nieto. A su espalda podemos ver como el taller se abre a un espacio abierto donde vemos un rebaño de ovejas en un redil. Sus cabezas se vuelven hacia la escena central y parecen observar atentamente. El cordero es un símbolo más de la Pasión de Jesús, otro elemento más con doble significado que el pintor incluye de forma sutil.
El cuadro en su conjunto es rico en detalles y marcado realismo. Los pies de Jesús se muestran desnudos, permitiendo mostrar cómo una gota de sangre ha caído sobre el empeine de su pie. La imagen nos recuerda de nuevo su crucifixión y los estigmas causados por los clavos de sus pies y manos. Las numerosas virutas de madera demuestran el interés del artista por recrear de la manera más fiel el taller de un carpintero.
Ver también:
No hay comentarios:
Publicar un comentario