Ilustradora y aventurera en un tiempo en el que las mujeres estaban relegadas al ámbito doméstico, Marianne North emprendió un viaje en solitario a lo largo y ancho del planeta para desarrollar su gran pasión: catalogar a través de la pintura la flora de los lugares visitados.
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En la Inglaterra victoriana de la segunda mitad del siglo XIX, que una mujer decidiera emprender en solitario un gran viaje científico era algo impensable. El papel que se le había asignado a la mujer estaba confinado entre las cuatro paredes de su casa, o a lo sumo hasta la verja de su jardín, pero Marianne North (1830-1890) desafió esas convenciones sociales cuando en 1871 se lanzó a la aventura de viajar sola por todo el mundo para pintar flores y plantas en su entorno natural.
Ver mundo... y dibujarlo
North, tras la muerte de su padre Frederick en 1870, utilizó la fortuna que éste le había legado para recorrer el globo descubriendo y pintando la flora con todo lujo de detalle, por lugares tan dispares como Japón, Borneo, Brasil, Chile, Canadá, Estados Unidos, India o Australia. Ni el sol abrasador ni las lluvias torrenciales ni las picaduras de insectos que tuvo que soportar lograron que desistiera de su propósito.
En sus numerosos viajes -se estima que pasó por un total de 16 países-, visitó Canarias: pasó dos meses en Tenerife, en los que pintó 26 cuadros con la flora y la fauna de la isla.