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domingo, 13 de octubre de 2024

La revista Ritmo

La Revista Ritmo: Un Ícono de la Juventud Chilena en los Años 60 y 70

La Revista Ritmo, fundada por Editorial Lord Cochrane en 1965 bajo el nombre de Ritmo de la Juventud, representa un hito significativo en la cultura juvenil chilena. Con María Pilar Larraín como primera directora y Alberto Vivanco como subdirector, esta publicación se propuso captar la esencia de la juventud de la época, reflejando sus inquietudes, gustos y tendencias.


Durante los años 60 y 70, Ritmo se erigió como un ícono cultural, capturando el espíritu de una generación marcada por el cambio y la rebeldía. Sus páginas, adornadas con imágenes de hombres de pelo largo y mujeres enfundadas en mini falda, se convirtieron en un espejo de un periodo de efervescencia social. La revista fue cuna de jóvenes talentos de la Nueva Ola chilena, además de dedicarse a cubrir la música y el espectáculo internacionales, presentando a figuras como Elvis Presley, Frank Sinatra y Joan Manuel Serrat, quienes alimentaban la fantasía y los sueños de sus lectoras.



El crecimiento de la revista estuvo ligado a la evolución de su público; según recuerda Vivanco, al principio contaban con una amplia variedad de artistas famosos, lo que evidenció el impacto que tenía Ritmo en el mundo del espectáculo. La inclusión de su mascota, "Yoyo", un gato negro entrañable, aportó un carácter distintivo a la publicación, consolidando su conexión con los adolescentes que anhelaban un espacio donde sentirse representados.

Ritmo se caracterizó por su diversidad de contenido, abarcando desde reportajes y entrevistas hasta consejos de belleza y rankings musicales. Con ventas que alcanzaron las 100 mil copias semanales, se consolidó como una de las revistas más leídas del país, con un total de 503 ediciones en su trayectoria. Sin embargo, su efímera existencia culminó en 1975, tras diez años de intensa actividad.

La revista Ritmo no solo documentó la vida de una generación, sino que también la influyó, marcando un antes y un después en la historia cultural chilena. Su legado perdura en la memoria colectiva, recordando la vibrante conexión entre la juventud y los acontecimientos sociales que la definieron.


No solo cantantes chilenos se encontraban en las páginas de “Ritmo”; también era común leer reportajes de famosos artistas internacionales. Elvis Presley, Frank Sinatra, Paul Anka, Neil Sedaka, Sandro, Joan Manuel Serrat, Tom Jones y Raphael hacían delirar a las fieles lectoras adolescentes.


La directora de la revista, María Pilar Larraín, fue una destacada cantante y compositora, además de periodista. Impulsó grandes proyectos como el concurso “Miss Ritmo”, que contaba con el apoyo de una gran empresa de cosméticos y cuyo premio era un viaje a Hollywood, entre otros magníficos regalos. Durante esa época, el espectáculo musical se masificó y la revista era una de las más leídas, además de marcar pauta en el ámbito musical.

El interior de sus páginas contó con una singular mascota: “Yoyo”, un gato negro, de ojos inmensos que no se sacaba nunca la bufanda sin importar los grados de calor. Enseñaba una nariz roja junto con una sonrisa de oreja a oreja, patillas y orejas puntiagudas.


Equipo periodístico

  • Directora: María Pilar Larraín.
  • Arte y diagramación: Luz María Vargas.
  • Escribían: Luz María Vargas, Alex Fiori, Manolo Olalquiaga, León Canales, Silvia León, María Yolanda González, “La Mano Negra”, “El Intocable”.
  • Corresponsales en el extranjero: Ian Bó, Astrid Tait, Bill Brownell, Raúl Álvarez, Luis Fuenzalida.
  • Fotógrafos: Fernando Pavez, Héctor Iturrieta.
  • Secretarias: Hilda López, María Eugenia Vera.
  • Relaciones Públicas: Eugenio Salinas.
  • Representante Legal: Carlos Fernández.
  • Editores: Lord Cochrane S.A.



La otra mirada que escondían las páginas de la revista Ritmo

Una investigación que analiza los primeros cinco años de existencia de la popular revista acaba de publicar Silvia Lamadrid, académica de la Universidad de Chile. "Ritmo revisitado" indaga en las relaciones que existían entre los principales gestores de la publicación y en cómo ésta representaba a los ídolos juveniles de la época, entre otros temas.

¿Por qué fue María Teresa la cantante escogida para ilustrar el primer número de la revista Ritmo, en septiembre de 1965? ¿Por qué no fue Cecilia, que entonces era la cantante más popular de la Nueva Ola? ¿Por qué no fue Fresia Soto, que había ocupado ese sitial de privilegio hasta hace un par de años?

Preguntas de ese tipo intenta responder Ritmo revisitado. Representaciones de género en los 60 (Cuarto Propio, con apoyo del Fondo del Libro), libro que acaba de publicar la socióloga Silvia Lamadrid, académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile que se doctoró en Historia con esta investigación.

Por cerca de cuatro años, Silvia Lamadrid analizó los números que publicó entre 1965 y 1970 la popular revista, dirigida hasta ese año por la locutora radial María del Pilar Larraín, quien también había ganado el Festival de Viña del Mar 1962 con la canción “Dime por qué”. La idea original, sin embargo, era de un colegial de Quilpué llamado Alberto Vivanco, quien luego sería periodista, subdirector de la revista, gestor de diversos proyectos editoriales y autor de ilustraciones como Lolita, que aún se publica en diversos diarios latinoamericanos.

En más de 400 páginas, el volumen da cuenta de los tiempos de cambio que se vivían en el mundo y en Latinoamérica, revisa cómo eran las relaciones de género en Chile, señala la importancia que tenía el negocio editorial en esa época -con numerosas revistas de alto tiraje- y finalmente analiza detalladamente el caso de Ritmo.

Para eso, también indaga en las tensiones que existían entre los dos principales gestores de la publicación y cómo la revista vivía en una permanente ambigüedad entre la ruptura de la juventud y la permanencia de los valores tradicionales: “Había que lograr que la juventud no enganchara con esa locura y ese salvajismo desatado que representaba el rock and roll, James Dean, Elvis Presley y todo eso. Era una sensación de darle un cauce a la energía que estaba apareciendo en la juventud chilena, pero un cauce adecuado”, explica Silvia Lamadrid.

“Es una combinación: por un lado, Vivanco quiere que la juventud chilena se exprese realmente y, por otro, María del Pilar Larraín quería bastante más educar. Según el relato de Vivanco, la tensión entre los dos termina estallando porque él quería poner en portada a cantantes populares y ella quería a cantantes bonitos. Y eso es interesante, porque es bien distinto cuando en la portada sale alguien que es indefectiblemente latinoamericano. Fresia Soto, por ejemplo, es latinoamericana y -cómicamente- Patricio Manns podía pasar por gringo, pero ellos preferían una imagen más europea”, agrega.

“Ritmo era mucho más que una revista sobre música y entretención”, dice la autora, y esto se expresa de diversas maneras. Por una parte, articulaba actividades como concursos, clubes de fanáticos y campeonatos deportivos, donde hombres y mujeres cumplían roles determinados.

Asimismo, a través de la interacción con sus lectores, expresaba esa intención de controlar a la juventud: “La gran contenedora es la sección ‘Conversando’, que escribía María Pilar Larraín. Ella recibía cartas en las que le consultaban de todo, desde cómo llegar a ser un cantante famoso a qué hago con mi papá que no me deja ir a fiestas o mi pololo que me pega. El único detalle es que ella editaba las cartas, porque entre otras cosas, necesitaba acortarla, pero el discurso que desarrolla es súper coherente e interesante en cómo va planteando esa contención. Esta cosa de sé tú mismo, lleva una vida alegre y juvenil, relacionándote con todo el mundo, pero siempre recuerda que tus padres quieren tu bien, así que tienes que demostrarles que eres una persona seria para que te escuchen. Pero uno leía la carta, editada y todo, y se daba cuenta de que ese papá no iba a escuchar nada, porque apenas dejaba salir a la calle a la muchacha”, señala Silvia Lamadrid.

De esta manera, la revista Ritmo flexibilizó y adaptó a los tiempos modernos las representaciones de género, pero sin que eso significara realmente cuestionar los valores establecidos. Esta ambigüedad, como señala Ritmo revisitado, queda bien representada por la frase que su directora solía utilizar en sus editoriales: “Pórtense bien… si es que pueden”. F​











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