En 1820, cerca de Paleo Castro, la principal población de la isla de Milo (la antigua Melos de los griegos), en el archipiélago de las Cíclades, vivía un campesino llamado Yourgos. Un día, mientras trabajaba su tierra, encontró una estatua de mármol en dos piezas que representaba a la diosa Afrodita (Venus). Admirado de su belleza, la conservó en su casa durante algún tiempo, rechazando cuantas ofertas y reclamaciones recibía, basta que sus conciudadanos decidieron regalársela al Príncipe turco Morousi, que gobernaba por entonces la isla en representación del pachá otomano. Según algunos relatos contemporáneos, en el mismo instante en que los ciudadanos de Milo iban a embarcada con destino al palacio del príncipe, los componentes de una expedición francesa que durante mucho tiempo había intentado comprar la bella estatua, sorprendieron la maniobra, entablándose entre ambos grupos una batalla campal por la posesión de la ya conocida como Venus de Milo. Algunos relatos no totalmente comprobados añaden que, en el curso de la trifulca, la estatua se golpeó contra el suelo del embarcadero, rompiéndose los dos brazos. Finalmente, los franceses, más numerosos o más aguerridos, se hicieron con el trofeo, escapando del lugar y abandonando por olvido o precipitación los brazos en la playa. Según este mismo relato, estos brazos fueron recogidos por los turcos y permanecen enterrados en paradero desconocido hasta la fecha.
Se ha calculado que si un copista transcribiera toda la obra musical de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) emplearía unos veinticinco años en completar su labor, trabajando diez horas al día. Mozart pasa por ser el compositor (entiéndase que de calidad contrastada) más precoz y más rápido que ha existido nunca: por ejemplo, compuso la ópera La clemencia de Tito en sólo 18 días y en otra ocasión compuso, transcribió, ensayó y estrenó en sólo cinco días su sinfonía en C mayor Kögel 425, conocida como Linz.
Alrededor de 1830, todo había sido programado para que el Taj Mahal fuera demolido, a iniciativa de los ingleses, para que su fachada de mármol pudiera ser trasladada a Londres y vendida en pública subasta. La maquinaria ya estaba a punto de comenzar su trabajo, cuando llegó una contraorden desde Londres. Sin embargo, esta sensata contraorden no obedecía a la sensibilidad artística, ni siquiera al más básico sentido común. Simplemente se trató de una decisión estrictamente comercial: días antes, otra subasta de mármol de monumentos y edificios hindúes destruidos no había obtenido el éxito apetecido.
El 21 de agosto de 1911, Vincenzo Peruggia, un ultranacionalista italiano afincado en París, decidió que La Gioconda, la obra maestra de Leonardo da Vinci, debía retornar a su país de origen. Para ello, la robó del Louvre de París, escondiendo el lienzo bajo su chaqueta. Su paradero fue desconocido hasta que, dos años después, en 1913, un anticuario florentino recibió una carta de Peruggia ofreciéndole el cuadro. El anticuario informó a la policía y el ultranacionalista italiano fue rápidamente detenido. El cuadro apareció milagrosamente intacto tras haber permanecido esos dos años escondido bajo la cama de Peruggia en una fonda de París. Terminadas las pesquisas policiales, La Gioconda fue devuelta al Museo del Louvre, y Peruggia condenado a un año de prisión; condena que levantó cierta polémica en Italia, donde algunos veían un héroe en la figura de este exacerbado patriota.
El pintor neoclásico francés Jacques Louis David (1748-1825), pintor de cámara de Napoleón, solía pintar figuras de la mitología y la historia de las antiguas Grecia y Roma caracterizadas por su fuerte musculatura, siempre desnudas y tocadas con unos cascos muy anacrónicos que a casi todos los que los observaban recordaban a los utilizados por los bomberos. De tan chocante referencia se dio justamente en llamar a estos personajes romanos pintados por David pompiers, es decir, «bomberos». Desde entonces, por extensión, se suele llamar así al estilo, al pintor o a la obra que no están inspirados en la realidad o en la observación, sino que se basan en tópicos y convencionalismos de dudosa veracidad histórica.
El compositor italiano Doménico Scarlatti (1685-1757) compuso una fuga para clavicordio en re menor, conocida como La fuga del gato, inspirándose en cierta ocasión en que su gato se subió al clavicordio y comenzó a pasear por el teclado pulsando al azar las teclas. Igualmente, Frédéric Chopin (1810-1849) estaba componiendo el vals número 3 en fa mayor cuando su gato corrió sobre las teclas del piano, divirtiendo tanto a Chopin que trató de reproducir los mismos sonidos en lo que se conoce como Vals del gato.
Leonardo da Vinci (1452-1519) trabajó durante doce años en la estatua ecuestre de bronce que debería erigirse en Milán en memoria de Francesco Sforza, padre de su protector, Ludovico Sforza El Moro, duque de Milán. La estatua, de siete metros de altura, hubiera exigido verter cien mil kilos de metal fundido en un molde con la rapidez y la temperatura necesarias para que el enfriamiento fuera uniforme. A tal fin, Leonardo diseñó un sistema de hornos múltiples que nunca llegaría a utilizar: una amenaza de guerra hizo que el metal reservado para la estatua fuera destinado a la fabricación de cañones. En 1493, se exhibió en Milán un modelo de arcilla del caballo, que fue aclamado como la obra ecuestre más bella que jamás se hubiera visto. Al derrotar los franceses a los milaneses en 1499, los arqueros gascones utilizaron el modelo en arcilla para efectuar prácticas de tiro. Los daños causados por las flechas permitieron la entrada de agua en el modelo y, al cabo de algunos años, el gran caballo quedó totalmente destruido.
El pintor francés Claude Monet (1840-1926) vivió con apreturas financieras, como es proverbial entre los artistas, hasta que tuvo la fortuna de ganar 100.000 francos en la Lotería Nacional francesa. Gracias a este premio pudo dedicarse sin agobios a su gran vocación: vagar por la campiña francesa pintando paisajes.
En 1505, el Papa Julio II encargó a Miguel Ángel Buonarrotti (1475-1564), que por entonces tenía sólo 29 años, la construcción de su futuro sepulcro. El artista diseñó un monumento de dos pisos, formado por un sarcófago rodeado de relieves en bronce y de cuarenta estatuas de mármol. Una montaña entera de este material, extraído de las canteras de Carrara, a varios cientos de kilómetros de distancia, fue transportada hasta Roma. Sin embargo, según algunas crónicas contemporáneas, el pintor Rafael Sanzio (1483-1520) y su pariente y protector, el arquitecto Donato d'Angelo, más conocido por Bramante (1444-1514), celosos de la gloria que esta obra iba a reportar al joven Miguel Ángel, intrigaron ante el Papa, convenciéndole de que la construcción de su sepulcro en vida podría traerle la desgracia. Le recomendaron que, a cambio, Miguel Ángel pintase el enorme techo abovedado de la Capilla Sixtina, pensando que este trabajo excedería las facultades de Miguel Ángel, hasta entonces sólo conocido como escultor. El sepulcro quedó abandonado durante cuatro años, entre 1508 y 1512, mientras el artista completaba la decoración del techo de la capilla con las escenas de la Creación, una de las obras pictóricas más asombrosas de todos los tiempos. De esta forma, al morir Julio II en 1513, su tumba no estaba construida. Miguel Ángel, requerido por sucesivos Papas, fue demorando la finalización de esta obra. Cuarenta años después de haber iniciado la construcción del sepulcro, Miguel Ángel sólo había esculpido algunas estatuas de las cuarenta que tendrían que haber flanqueado la tumba (entre ellas el famoso Moisés de 3 metros de altura, considerada la escultura más representativa del Renacimiento italiano). En 1545, Miguel Ángel, ya con sesenta y nueve años, concluyó una versión muy reducida de la tumba de Julio II (con el Moisés en el centro) en la iglesia de San Pedro Encadenado de Roma.
Pau Casals (1876-1973) compuso el himno de las Naciones Unidas en 1971, cuando contaba 95 años de edad, dirigiendo incluso la orquesta y el coro de 70 voces que lo interpretó por primera vez el 26 de octubre de aquel mismo año.
El 24 de febrero de 1968, el telón de la Deutsche Oper de Berlín se alzó 165 veces consecutivas para que el tenor italiano Luciano Pavarotti recibiera los aplausos del público, que duraron 1 hora y 7 minutos, tras su interpretación del papel de Nemorino en la ópera L'elissir d'amore, de Gaetano Donizetti.
El 5 de julio de 1983, el telón del Teatro del Estado de la Opera de Viena se alzó 83 veces para que el tenor español Plácido Domingo recibiera los aplausos del enfervorizado público, que duraron 1 hora y 30 minutos, tras su interpretación de La Bohème de Giacomo Puccini.
Viendo el pintor Edouard Manet (1832-1883) que sus cuadros eran sistemáticamente rechazados por todos los salones y galerías de exposiciones, no tuvo reparos en sufragarse él mismo un pabellón particular donde exponer sus cuadros en la Feria Universal de París de 1867. En dicho salón, que fue denominado Salón de los Rechazados, dio cobijo, además de cincuenta de sus obras, a las de muchos de sus amigos que comenzaban a revolucionar la pintura moderna.
En el minuetoal rovescio (es decir, «al revés») de la Sonata para piano en do de Franz-Joseph Haydn (1732-1809), el segundo movimiento es exactamente igual al primero, pero interpretado al revés, con el recurso conocido como recurrencia. Igualmente, en una parte del Pierrot Lunaire, de Arnold Schoenberg (1874-1951), la música avanza hacia adelante hasta la mitad de la pieza, y a partir de ahí se toca exactamente igual pero al revés. Paul Hindemith (1895-1963) escribió algo aún mejor: en su obra Ludus tonale, el postludio es, con la adición de un acorde final, igual al preludio, pero la partitura está tocada hacia arriba, hacia abajo y al revés.
El famoso cuadro Guernica de Pablo Picasso sufrió una curiosa agresión en marzo de 1974, cuando un exaltado escribió con pintura roja la frase «Mueran todas las mentiras» sobre el lienzo. Afortunadamente, se pudo restaurar sin que quedaran huellas visibles del acto vandálico.
Operado con éxito el rey francés Luis XIV de una inoportuna fístula, el compositor ítalo-francés Jean Baptiste de Lully (1632-1687) compuso un himno para celebrar el hecho con el título de Dieu sauve le Roi («Dios salve al Rey»). Este himno, que se hizo muy popular en toda Europa, cruzó el Canal de La Mancha poco después tras escucharlo el gran maestro Georg Friedrich Haendel, músico de cámara de la corte inglesa de la época, que lo adaptó y se lo ofreció como composición propia al rey inglés, para acabar convirtiéndose, tras una serie de vicisitudes, en el God save the King, el himno oficial de la Corona Británica.
En su obra La Madona de San Sixto (1516), el pintor italiano Rafael Sanzio (1483-1520) pintó seis dedos en la mano derecha del modelo, el Papa Sixto IV, y no por ser fiel al modelo, sino porque la tradición asociaba esta anomalía anatómica a la presencia en el personaje de un sexto sentido (y particularmente de la facultad de interpretar los sueños proféticos). Por idéntica razón, el mismo Rafael pintó también seis dedos en el pie izquierdo del San José de otra de sus obras, Los desposorios de la Virgen (1504).
En 1601, el pintor italiano Michelangelo Merisi o Amerighi, llamado El Caravaggio (1573-1610), recibió el encargo de pintar un cuadro sobre la muerte de la Virgen. Para añadir realismo a la obra, el pintor recurrió a utilizar de modelo el cadáver de una mujer ahogada en el río Tíber. Al conocer este hecho, los clientes, escandalizados, rechazaron la obra.
Hasta 1883, Paul Gauguin (1848-1903), el que luego sería célebre pintor, trabajaba de agente de bolsa, estaba casado con una danesa llamada Mette y era padre de cinco hijos, llevando una vida más o menos convencional. Pero a los 35 años comunicó a su esposa que abandonaba su empleo para convertirse en pintor. A partir de entonces, él y su familia vivieron en la más absoluta precariedad, hasta que Gauguin decidió acabar con todo eso, abandonar a su familia y huir hacia los Mares del Sur, en busca de un paraíso soñado en el que, además, el dinero no importara. Tras pasar unos años en Tahití y Martinica, Gauguin volvió a Europa, frecuentando el ambiente bohemio de París y posteriormente viviendo y enemistándose gravemente con el desequilibrado Vincent van Gogh. Finalmente, desengañado de Europa y de la vida civilizada, regresó a su paraíso primitivo de las islas Marquesas, donde moriría años después.
La obra del compositor estadounidense John Cage (1912-1992) titulada Paisaje Imaginario N°4 (1953), suena necesariamente distinta en cada interpretación. Es imposible que suene igual salvo que se trate de una grabación, pues esta obra está compuesta para doce receptores de radio sintonizados al azar.
Claro que obras musicales especiales ha habido muchas. Por ejemplo, en cierta ocasión el rey Luis XI de Francia (1423-1483) ideó un nuevo divertimento musical para su corte. La novedad consistió en reunir una piara de cerdos en concierto. Las «notas» se conseguían pinchando a los animales con distinta intensidad para que emitiesen un diferente chillido.
En la grabación discográfica del tema Shoo Be Doo del grupo de rock The Cars, es posible oír el nombre de Satán reproduciendo el disco al revés. El estribillo de la canción Another One Bites the Dust, del grupo Queen, escuchado al revés, parece querer decir It's fun to smoke marihuana («es divertido fumar marihuana»). Reproduciendo al revés el final de la canción I am the Walrus, incluida en el L.P. Magical Mistery Tour, de The Beatles, se escuchan nueve versos de El Rey Lear de Shakespeare. También se puede escuchar el mensaje oculto Congratulations, you have just discovered the secret message! (« ¡Enhorabuena, acabas de descubrir el mensaje secreto!») al final de la parte instrumental de la canción Goodbye Blue Sky del disco The Wall («El muro») de Pink Floyd.
Vecellio Tiziano (1477-1576) tal vez sea uno de los pintores de primera fila más longevos de toda la historia de la pintura, pues murió a los 99 años, y ello sólo a consecuencia de una epidemia de tifus a la que sucumbió.
El fanático puritanismo de los cristianos de siglos atrás hacía que, al exigir los cantos religiosos la belleza de la tesitura femenina, castrasen a los adolescentes cantores de las iglesias, ya que estaba prohibido por la jerarquía que este menester fuera realizado por mujeres. Todavía a comienzos del siglo XX se practicaba este procedimiento para mantener la riqueza de voces del coro de la Capilla Sixtina de Roma. Este mismo procedimiento de la castración fue seguido también por los amantes de la ópera, que preferían más que ninguna otra las voces de los llamados castrati («castrados»), es decir, muchachos emasculados en su adolescencia para conservar su voz de soprano o mezzosoprano. En España, por ejemplo, fue famoso el italiano Carlos Croschi, conocido como Farinelli, que dirigió el Teatro del Buen Retiro. El último castrado, Giovanni Batista Velluti, murió en 1861.
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