El 20 de febrero de 1777, en España, Carlos III prohíbe el baile en el interior de las iglesias.
A Carlos III no le gustaba el baile.
El 20 de febrero de 1777, Carlos III mediante una pragmática, exhortó a los obispos a que no permitieran “espectáculos que no sirven de edificación y pueden servir a la indevoción y al desorden en las procesiones de semana santa, Cruz de mayo, rogativas, ni en otras algunas” y encarecía que las fiestas y procesiones finalizaran “antes de ponerse el sol, para evitar los inconvenientes que pueden resultar de lo contrario”. De aquellas costumbres han quedado actualmente algunos restos, como los “seises”, que cantan y bailan ante el Santísimo en la festividad del Corpus en Sevilla o la “tarasca”, que sigue saliendo en procesión, en Granada.
Poseídos por el espíritu del ritmo.
La danza profética
La danza profética (genéricamente) es una danza espiritual presente en diversas culturas y etnias con el fin de entrar en comunicación con una entidad superior (Dios o espíritu) con el fin de recibir respuesta favorable (lluvia y buena cosecha, por ejemplo), pidiendo intervención al Sobrenatural. La Danza Profética se hace en función de ser un don especial y por inspiración divina, y eso sólo será posible con verdadera adoración e intimidad con Dios, el Ser Supremo. No muchos poseen este Don, y el alma debe ser regenerada para la danza profetizar curación, liberación, restauración, etc.
(W)
La Danza Profética sólo podrá ser ministrada por profetas verdaderos (personas que anuncian los designios divinos) que tengan esta conciencia y don.
Delirio y santidad
La música que tiene un poder extraño. En ella existe una especie de magia que se mete en el cuerpo y te obliga a moverte con desenfreno y locura. Las ceremonias religiosas cristianas se caracterizan por ser extremadamente movidas. Llena de gritos, cantos, gente que se desmaya, personas que gritan en lenguajes desconocidos. Un delirio total. Lo más curioso de estos encuentros es que, sin duda, tienen un componente que nos remite a los ritmos tribales. Nadie puede negar que todos estos chillidos y movimientos erráticos llenos de éxtasis son muy similares a las ceremonias paganas celebradas junto al fuego, donde los espíritus vienen y poseen a la gente y los obliga a entregar su cuerpo al sagrado sabor.
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