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jueves, 21 de diciembre de 2023

¡Prohibido bailar en la iglesia!

El 20 de febrero de 1777, en España, Carlos III prohíbe el baile en el interior de las iglesias.


Por diversos motivos, durante siglos algunas fiestas religiosas, especialmente las del Corpus Christi, y las de la Cruz, iban acompañadas, en el templo o en los desfiles procesionales, de espectáculos que incluían danzas y bailes, en una especie de mezcla de elementos religiosos y profanos.
Las fiestas de la Cruz pasaron pronto a la calle cristianizando los meses de mayo y aún conservan generalmente esa escenografía, pero la festividad del Corpus sin embargo mantuvo durante mucho tiempo esa seña de identidad festiva.



Y así fue cómo, al tiempo que empezaron a alfombrarse de flores e hierbas las calles por donde había de discurrir la procesión -costumbre que actualmente se mantiene- , se asociaron a la festividad litúrgica una serie de diversiones populares como las tarascas, los carros sacramentales y las danzas en las que los vicios humanos, se veían atacados y dominados por las virtudes cristianas.
El personaje más popular de todos fue “La Tarasca”, que tiene su origen en el dragón dominado por Santa Marta en la región francesa de Tarascón: cuando se disponía a devorar a la santa, esta hizo la señal de la cruz, le roció con agua bendita y la bestia se amansó.
La tarasca formaba parte del cortejo del Corpus como símbolo del paganismo que es evangelizado. A ella se unieron otros personajes populares como «el tarasquillo», que gastaba bromas a los espectadores y arrebataba las caperuzas a los distraídos. Dichos personajes seguían a los gigantes, que, en la catedral bailaban una danza que llevaba su nombre.
Las tarascas, pasaron a formar parte del propio cortejo procesional, puestas en grandes carros rodantes y la gente se divertía tanto con ellas que, al pasar el Santísimo, quedaba poco lugar para la devoción, porque muchos preferían ir siguiéndolas.
Estos espectáculos, bailes y danzas ya fueron prohibidos por el Consejo de Castilla en 1533 y el 12 de mayo de 1699 se firmaba una Real Cédula estableciendo que sólo los hombres formarían en las danzas; que no llevarían velos, ni mascarillas, ni sombreros delante del Santísimo, sino guirnaldas o coronas de flores; que podrían bailar en la iglesia, pero no durante la misa y en otros lugares que no fueran el presbiterio o el coro.

A Carlos III no le gustaba el baile.

El 20 de febrero de 1777, Carlos III mediante una pragmática, exhortó a los obispos a que no permitieran “espectáculos que no sirven de edificación y pueden servir a la indevoción y al desorden en las procesiones de semana santa, Cruz de mayo, rogativas, ni en otras algunas” y encarecía que las fiestas y procesiones finalizaran “antes de ponerse el sol, para evitar los inconvenientes que pueden resultar de lo contrario”. De aquellas costumbres han quedado actualmente algunos restos, como los “seises”, que cantan y bailan ante el Santísimo en la festividad del Corpus en Sevilla o la “tarasca”, que sigue saliendo en procesión, en Granada.


Poseídos por el espíritu del ritmo.

La danza profética

La danza profética (genéricamente) es una danza espiritual presente en diversas culturas y etnias con el fin de entrar en comunicación con una entidad superior (Dios o espíritu) con el fin de recibir respuesta favorable (lluvia y buena cosecha, por ejemplo), pidiendo intervención al Sobrenatural. La Danza Profética se hace en función de ser un don especial y por inspiración divina, y eso sólo será posible con verdadera adoración e intimidad con Dios, el Ser Supremo. No muchos poseen este Don, y el alma debe ser regenerada para la danza profetizar curación, liberación, restauración, etc.

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La Danza Profética sólo podrá ser ministrada por profetas verdaderos (personas que anuncian los designios divinos) que tengan esta conciencia y don.

Delirio y santidad

La música que tiene un poder extraño. En ella existe una especie de magia que se mete en el cuerpo y te obliga a moverte con desenfreno y locura. Las ceremonias religiosas cristianas se caracterizan por ser extremadamente movidas. Llena de gritos, cantos, gente que se desmaya, personas que gritan en lenguajes desconocidos. Un delirio total. Lo más curioso de estos encuentros es que, sin duda, tienen un componente que nos remite a los ritmos tribales. Nadie puede negar que todos estos chillidos y movimientos erráticos llenos de éxtasis son muy similares a las ceremonias paganas celebradas junto al fuego, donde los espíritus vienen y poseen a la gente y los obliga a entregar su cuerpo al sagrado sabor.


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