Hace cerca de tres mil años en el agitado inicio de la Edad de Hierro afloró en Europa la poderosa y aguerrida cultura Celta.
Siendo un conglomerado de tribus nómadas de diversos orígenes que se asentaron en los territorios de Austria y Bohemia.
Posteriormente se fueron extendiendo por todo el territorio europeo que dominaron gracias al sorprendente manejo del hierro.
Celta es el término utilizado por lingüistas e historiadores para referirse, en un sentido amplio, al pueblo o conjunto de pueblos de la Edad de Hierro que hablaban lenguas celtas, una de las ramas de las lenguas indoeuropeas. En este sentido, el término no es por lo tanto étnico ni arqueológico, pues muchos de los pueblos que hablaron lenguas célticas, caso de los Goidelos de Irlanda, nunca llegaron a participar de las corrientes culturales materiales de Hallstatt o La Tène.
Existe, sin embargo, un concepto más restringido del término, referido en este caso a lo llamado, entendidos estos tradicionalmente como el grupo de sociedades tribales de Europa, que compartieron una cultura material iniciada en la primera Edad de Hierro (1200-400 a. C.) en torno a los Alpes (periodo Hallstatt) y más tarde en el hierro tardío (periodo La Tène), y que fueron así llamados por los geógrafos griegos y latinos. En este grupo se adscriben los celtas continentales de la Galia, norte de Italia, Alemania y Bohemia, los celtíberos y los celtas hispánicos de Iberia, los gálatas de Anatolia, este y centro de Rumanía y, ya con mayores reticencias por parte de los historiadores británicos e irlandeses, los celtas insulares. (W)
Fenicia es el nombre de una antigua región de Oriente Próximo, cuna de la civilización fenicio-púnica, que se extendía a lo largo del Levante mediterráneo, en la costa oriental del mar Mediterráneo. Su territorio abarcaba desde la desembocadura del río Orontes al norte, hasta la bahía de Haifa al sur, comprendiendo áreas de los actuales Israel, Siria, Líbano y Palestina, una región denominada antiguamente Canaán, con cuya denominación se engloba muy a menudo en las fuentes.
Poblada desde principios del II milenio a. C. por semitas cananeos, la Fenicia histórica se extendía sobre una estrecha franja costera de 40 km, desde el Monte Carmelo hasta Ugarit (unos 300 km). Su suelo, montañoso y poco apto para la agricultura (aunque se esforzaron por sacarle provecho), orientó a sus habitantes hacia las actividades marítimas. Con más razón el mar se le impuso a este pueblo, al quedar dividido en pequeñas ciudades estado separadas por espolones rocosos, pues el cabotaje era mejor que las vías terrestres para el contacto entre las ciudades, que se escalonaban desde Acre y Tiro, por Sidón y Biblos, hasta Arados y Ugarit. Fenicia, al ser un estrecho paso entre el mar y el desierto de Siria, en contacto al sur, a través de Canaán y del Sinaí con Egipto, y al norte, a través del Éufrates, con Mesopotamia y Asia Menor, estaba destinada a ser una rica encrucijada comercial, codiciada por los grandes imperios vecinos. (W)
Tartessos es el nombre por el que los griegos conocían a la que creyeron primera civilización de Occidente. Posible heredera del Bronce final atlántico, se desarrolló en el triángulo formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, en la costa suroeste de la península ibérica, así como en la de Badajoz durante el Bronce tardío y la primera Edad del Hierro. Se presume que tuvo por eje el río Tartessos, que pudo ser el que los romanos llamaron luego Betis (Guadalquivir). Sin embargo, hay autores que la sitúan en la confluencia de las bocas del Odiel con el Tinto (río de Huelva), puesto que bajo la propia ciudad onubense es sabido que se hallan sepultados importantes restos. También se ha situado el núcleo del país tarteso en torno al río Barbate (Porlan, 2015). (W)
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