Peter Falk es Columbo
Esta serie de comienzos de los 70 se supo ganar su lugar en la historia de la pantalla chica a fuerza de un personaje distinto.
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Por Guillermo Courau.
La pregunta es: ¿Qué sucede cuando se toma la iconografía del policial y se sacude, se desdobla, se revolea por el aire, se destruye y se vuelve a construir? Sucede Columbo. Ni seductor ni heroico, con más dudas que certezas, por debajo de la altura media, desalineado y con un auto que estaba para chatarra. El teniente Columbo hoy no pasaría un test de audiencia y sin embargo, a comienzos de la década del 70 y por 13 temporadas se instaló como uno de los personajes más importantes del universo televisivo mundial.
Los creadores del personaje, Richard “Dick” Levinson y William “Bill” Link buenos amigos desde el secundario, compartían una fascinación por las historias de misterio. Con el tiempo pasaron de leerlas a escribirlas, primero en revistas y poco después en televisión. Todavía transcurrían sus veintipico y ya habían firmado guiones para series como Dr. Kildare o Alfred Hitchcock Presenta o El fugitivo, todos con notable repercusión.
El dúo ganaba prestigio y horas de vuelo, mientras creaba permanentemente nuevas intrigas que pudieran convertirse en sólidas historias para ser llevadas a la pantalla chica o se lanzara en las populares publicaciones de misterio de entonces. En marzo de 1960, una de ellas, Dear Corpus Delecti, editada en la revista Alfred Hitchcock ‘s Mystery Magazine, se transformó sin saberlo en el antecedente más antiguo que hay sobre Columbo. El personaje estaba ahí, solo faltaba darle vida.
Cinco actores (y muchas reescrituras) en busca de un personaje
La adaptación de Dear Corpus Delecti llegó a la televisión el mismo año de su publicación con el título Enough Rope. El programa, que se transmitió en vivo, presentaba en sociedad al teniente Columbo con dos salvedades: era un personaje secundario, y todavía no tenía la cara de Peter Falk, sino del actor Bert Freed, reconocido intérprete de films como La patrulla infernal (Path Of Glory, 1957) o La marca de la horca (Hang ‘Em High, 1968).
La buena repercusión que tuvo el programa, hizo que Levinson y Link se animaran a convertir la historia en una obra de teatro. Con el nuevo título de Prescription: Murder, se estrenó protagonizada por Joseph Cotten, Agnes Moorhead, y Thomas Mitchell (Lo que el viento se llevó, Qué bello es vivir, A la hora señalada) como Columbo. Función tras función, Levinson y Link comprobaron que el público pedía más presencia del detective (algo que también había pasado en su incursión televisiva). Y decidieron hacerles caso.
Cuando en 1967 los estudios Universal salieron en busca de jóvenes talentos para renovar la grilla televisiva, los escritores se presentaron con una nueva versión de su viejo guion como carta de presentación. Esta vez sí, Columbo se había convertido en el gran protagonista, pero había un problema: Thomas Mitchell, su encarnación teatral, había muerto en 1962. El contrato estaba, la historia estaba, pero faltaba el protagonista.
En los primeros tratamientos del guion, como también en la historia original, el personaje estaba descripto como tranquilo y refinado, “A medio camino entre Humphrey Bogart y Maverick”, según los autores. Con esa idea en mente se convocó a Bing Crosby que no quiso saber nada, y a Lee J. Cobb, más permeable que su colega pero con problemas de agenda.
Fue el director Richard Irving -que iba a llevar adelante el primer capítulo luego de la partida de Don Siegel- el que sugirió a Peter Falk. El intérprete tenía un recorrido muy interesante en televisión y en cine, pero los guionistas terminaron de convencerse cuando recordaron su papel de policía en la película Penélope (1966), donde ya mostraba algunos gestos y mohines que se volverían característicos del personaje. El lineamiento de los autores estuvo claro desde el principio: “Columbo tiene la modestia del Padre Brown de G.K. Chesterton y la personalidad del Petróvich de Crimen y castigo. Después hace lo que quieras”.
Disculpe, ¿tendrá una lapicera?
Para Peter Michael Falk la vida no había sido fácil. A los tres años le detectaron un tumor en su ojo derecho, debieron extraerlo y reemplazarlo por uno artificial que usó hasta el final de su vida. Esta situación de su niñez le trajo problemas de sociabilidad que apaciguó refugiándose primero en los libros y después en el teatro. Su debut en un escenario a los doce años, le marcó un camino del que nunca más se apartó.
Columbo se cruzó en su vida a los 40 años, cuando ya tenía la experiencia necesaria para animarse a un papel así. Había algo en la construcción del personaje que atraía especialmente a Falk: no se trataba de un detective que impusiera respeto o llamara la atención al entrar a la escena del crimen; por el contrario, apenas era tenido en cuenta. Todos eran mejor que él, especialmente el criminal.
Y aquí es necesario hacer un punto porque otro elemento que destacó al show en relación con sus pares fue la elección del concepto narrativo conocido como “misterio invertido”. Es decir, el espectador sabía desde el primer momento quién era el asesino, cada capítulo comenzaba con la muerte de una persona y el culpable preocupándose por cubrir sus huellas y crear una coartada. Por lo tanto, el desarrollo no se trataba de que la audiencia descubriera quién era el homicida, sino saber qué haría Columbo para averiguarlo.
¿Y qué hacía? Sacar de las casillas al sospechoso, volviendo una y otra vez sobre sus pasos para preguntarle algo más, para pedirle una lapicera, fósforos, elogiarle la casa, contarle alguna anécdota de su esposa, o lo que fuere. Durante una hora y media, la serie jugaba con los nervios del culpable y también con los del espectador. Columbo llegaba a ser tan insistente, que inquietaba hasta al televidente que terminaba teniendo vergüenza ajena. Y sin embargo, después de tanto insistir, una vuelta de tuerca brillante dejaba expuesto al responsable, y a la teleplatea feliz.
El mito urbano dice que muchos de estos recursos del personaje eran improvisados por Falk durante el rodaje para realmente molestar a su compañero de escena, que generalmente era una estrella de renombre. Sin embargo Richard Levinson y William Link revelaron que, al menos, el inolvidable: “Disculpe, una cosa más....” tuvo un origen muy particular: “Fue cuando estábamos escribiendo la obra de teatro. Teníamos una escena que nos había quedado demasiado corta, y ya habíamos hecho que Columbo se fuera. Fuimos demasiado perezosos para volver a escribir todo así que lo hicimos regresar y decir: ‘Oh, solo una cosa más... ‘. En realidad nunca lo planeamos”.
El cantante español Pepe Da Rosa resumió con humor el método de investigación de Columbo en su sevillana “Los cuatro detectives”: “El pobre tiene cara de aburrido, y llega con colilla y encogido. Pregunta por el dueño de la casa, y luego que le cuenta lo que pasa no queda convencido. Se pone a rastrear, que no se fía, igual que un perro en una cacería. Se mete por el ojo de una aguja, se fija en una simple tontería, y da con el granuja”.
El impermeable de Columbo, una marca registrada del personaje
Si los diálogos de Columbo eran brillantes su imagen, que dejaba mucho que desear, era la correlación perfecta. En especial su piloto que, sin importar fuera invierno o verano, no se sacó en trece años. Contra lo que se cree, la decisión de que el personaje vistiera esa prenda no fue elección de los creadores sino del mismo Peter Falk. Según él mismo relató, había entendido mal una indicación del guion y creyó que debía ponerse un impermeable. Yendo a una prueba de cámara recordó que en el asiento de atrás de su auto tenía uno que había comprado por 15 dólares en Nueva York cuando lo encontró una tormenta sin la vestimenta adecuada. La ocurrencia fue celebrada por sus compañeros y así nació un elemento icónico en la historia de la serie. Del actor también eran los zapatos y el traje que usó en el capítulo cero. Prescription: Murder se lanzó en 1968, pero hubo que esperar hasta 1971 para que se emitiera el segundo episodio y Columbo comenzara a tener una frecuencia regular.
El segundo capítulo, en realidad el primero “oficial”, se tituló “Murder by the Book”, fue dirigido por Steven Spielberg, y se encuentra en el puesto 16 de entre los 1000 mejores episodios en la historia de la televisión norteamericana. Pensado originalmente para ser un programa semanal, la complejidad de los guiones y la negativa de Falk a tomar un compromiso semejante hizo que la serie tuviera una periodicidad mensual, con temporadas que nunca superaron los ocho capítulos.
Luego de nueve años y 46 emisiones, en 1978 Columbo entró en un impasse. Recién en 1989, con un detective igual de eficaz pero más avejentado y con el pelo más largo, el programa regresó y continuó con su derrotero televisivo por once años más. En 2003 el personaje se despidió definitivamente con el capítulo “Columbo Likes the Nightlife”. En nuestro país (Argentina) las trece temporadas pudieron verse en diferentes momentos por diferentes canales, pero el paso más recordado de la serie fue por el Kenia Sharp Club, ciclo de trasnoche que presentaba Pedro Dizán a mediados de los 80.
El último caso de Columbo
En 2007 se anunció que Falk quería hacer un último especial de Columbo, pero el guion fue rechazado por ABC y a finales de ese mismo año al actor le fue diagnosticada demencia senil. Falk murió el 23 de junio de 2011 a los 83 años y, de acuerdo a testimonios de sus médicos, en sus últimos años su salud mental se había deteriorado tanto que no recordaba haber hecho un personaje que se llamara Columbo y cuando le mostraban fotos del programa no se reconocía. En 2014 se inauguró en Budapest una estatua de bronce de tamaño natural del actor encarnando a su personaje más famoso junto a su perro (presente desde la segunda temporada). Desde entonces, cada año el lugar es visitado por miles de turistas.
Columbo fue una serie rupturista en más de un sentido, lo que le permitió permanecer entre los programas de televisión más importantes de la historia moderna, aun cuando en sus rompecabezas mentales, los autores se divertían molestando a la audiencia a la par que el policía lo hacía con los culpables. Por ejemplo: nunca se conoció el nombre del detective, y aunque durante muchos años se aseguró que este era Frank o Philip, en ningún capítulo se menciona expresamente.
Una sola vez se hace referencia al tema durante la temporada 4, cuando el villano de turno a cargo de Patrick McGoohan le pregunta molesto al teniente: “Pero dígame, ¿usted tiene primer nombre?”, a lo que Columbo le responde: “Sí, pero por lo general solo lo usa mi esposa”. Genio y figura.
Este despeinado detective de la televisión de los años setenta tuvo su símil chileno en la caricatura del genial dibujante Themo Lobos. Era Nick Obre, (Ni cobre, en la jerga popular chilena significa; sin un peso), un detective tan despistado como Columbo. Aficionado a tocar una desafinada guitarra eléctrica y fumar una humeante pipa de tabaco apestoso. Mientras solucionaba los casos policiales siempre estaba acompañado de su fiel Watson, un kiltro pulguiento, (Perro callejero), que en su collar escondía un micrófono que permitía a Nick Obre, el Agente 000-5, resolver los más peligrosos casos policiales desde el espionaje cibernético, el sabotaje de naves espaciales, hasta un simple fraude en el boxeo amateur. Los tres ceros eran porque podía matar o ser muerto. Según afirmaba el mismo Nick Obre.
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