El emperador romano Marco Aurelio Flavio (213-270), elevado al trono como Claudio II y conocido con el sobrenombre de El Gótico, prohibió a sus soldados el matrimonio en el año 270, al considerar que los hombres casados son malos guerreros y, por tanto, habrían de servir mal a las necesidades del Imperio. San Valentín, por entonces obispo de Interamna, se opuso, invitando a las parejas de jóvenes enamorados a acudir a él para unirlos en secreto en el sacramento del matrimonio.
Enterado el emperador de estas prácticas contrarias a su decreto, le hizo llamar y trató de convencerle de sus tesis, exigiéndole el cumplimiento de su mandato, so pena de ser ejecutado. Valentín se negó a abjurar de sus convicciones e, incluso, trató de convertirle a él al cristianismo. El 14 de febrero de 270, Valentín fue apaleado, lapidado y finalmente decapitado. Cuenta también la leyenda que mientras el obispo esperaba el cumplimiento de su sentencia, se enamoró en la cárcel de la hija ciega de su carcelero, Asterius, y que gracias a su fe le devolvió milagrosamente la vista.
Al despedirse, dejó un mensaje para la muchacha, que firmó “De tu Valentín”. Doscientos años después, el Papa Gelasio instituyó la festividad de San Valentín, considerándole santo patrón de los enamorados, lo que, andando el tiempo, daría lugar a la costumbre del Día de los Enamorados o Día de San Valentín. Por cierto, los restos mortales de este santo se conservan en la madrileña iglesia de San Antón (sita en la castiza calle de Hortaleza), donde llegaron como presente papal a la corona española.
El amor después del amor:
El desamor
El desamor es una de las experiencias más traumáticas, angustiosas y desconcertantes.
Cuando rompemos y estamos enamorados el cerebro sufre un fenómeno parecido al síndrome de abstinencia. Superarlo requiere iniciar un proceso de aprendizaje y de reorganización.
Los científicos coinciden: a todos nos puede ocurrir. Además, se puede decir que tiene unos síntomas típicos con una base biológica. Los efectos del desamor son tremendamente parecidos al síndrome de abstinencia causado por una droga.
Muchos psicólogos suelen relacionar la adicción con el enamoramiento porque ambos comparten una serie de comportamientos, como una atención intensamente centrada sobre una persona o los cambios de humor. Además, enamoramiento y adicciones generan ansiedad, comportamientos compulsivos y obsesivos, distorsión de la realidad, dependencia emocional, cambios en la personalidad, pérdida de autocontrol y hasta cambios en la cantidad de riesgos que se cometen.
Para rastrear el origen del desamor, hay que ir detrás de un único responsable: el enamoramiento. Amor y desamor son las dos caras de una misma moneda. El primero hace subir los niveles de dopamina y oxitocina en tu cerebro y te hace sentir apego y placer. El otro hace que eches en falta este apego, y que sufras ansiedad y malestar.
Esto puede ser realmente intenso. El desamor es considerado como un evento vital signiticativo. Tal como escriben los investigadores Boelen, Reijntjes y Fisher, “representa quizás una de las experiencias más traumáticas, angustiosas y desconcertantes (dejando al margen la muerte de un ser querido) que una persona puede experimentar”.
¿Hasta qué punto ocurre esto? Se puede decir que el amor romántico es casi universal. Por ejemplo, el investigadora Helen E. Fisher lo detectó en 147 de las 166 sociedades que estudió. Por eso, no sorprende que el desamor también sea un fenómeno muy extendido. Otra prueba de esto es que, en un estudio hecho entre universitarios estadounidenses, el 93% de los encuestados dijo haber sido rechazado por alguien a quien amaban apasionadamente. Por otro lado, el 95% de ellos dijo haber rechazado o dejado a alguien que estaba profundamente enamorado de ellos. En ocasiones esto puede llegar a romper familias: se considera que casi la mitad de los matrimonios en el mundo occidental acabará en un divorcio.
La primera etapa del desamor: la protesta
El desamor comienza con una primera etapa de incredulidad, protesta y refuerzo del apego: «El cerebro se aterroriza, y reacciona como si estuviera ante una amenaza. Comienzas a sentirte fatal, tu sistema inmune se debilita y suben los niveles de estrés», explica Espinosa. Investigadores como Ethan Kross han sugerido incluso que en el cerebro se activan algunas de las zonas que intervienen en la generación del dolor físico.
«Los amigos y darse cuenta de que uno sigue siendo atractivo para otros ayuda a recuperarse»
Durante esa fase, es frecuente que las personas rechazadas traten de volver con sus ex-parejas, de forma obsesiva. Puede aparecer una sensación general de irritación y furia, que en algunos casos pueden facilitar que algunas personas incluso desencadenen comportamientos violentos. En la situaciones más extremas, puede aparecer la depresión o incluso comportamientos suicidas y homicidas.
¿Por qué ocurre todo esto? ¿Por qué nos parece que no podemos vivir sin otra persona, aunque no sea verdad? Algunas de las causas están en el cerebro y en las hormonas que influyen en las emociones. Por motivos aún no del todo claros, en el cerebro se activa una auténtica tormenta química.
En primer lugar, comienza a liberar cortisol, la hormona del estrés. También disminuyen los niveles de serotonina, y en consecuencia la capacidad de pensar racionalmente se resiente. Por otra parte, aumenta la sensación de enamoramiento, porque suben los niveles de dos hormonas clave en el amor: la dopamina y la oxitocina.
En palabras del psicólogo Manuel de Juan Espinosa, en ese momento lo que ocurre es que «sientes que el amor se escapa, así que luchas por él tremendamente. Al mismo tiempo, se intensifica el deseo y la necesidad de unirte a la otra persona». Y todo aunque ya sea demasiado tarde.
Últimas etapas: melancolía y reorganización
Por suerte, después de toda tormenta, llega la calma, ya en la segunda fase del desamor. Esta calma es al principio una mezcla de resignación, desesperanza y pesimismo, cuya superación es fundamentalmente “cuestión de tiempo”, según Espinosa. En los casos más graves, algunas personas reciben ayuda a través de antidepresivos. Sin embargo, estos tienen un efecto secundario extra: dificultan poder enamorarse de nuevo porque inhiben algunas de las hormonas que disparan el “flechazo”.
Pasado un tiempo más o menos largo, llega la última etapa, la de reorganización. “Poco a poco el cerebro vuelve a recuperar la normalidad. Es verdad que el dolor puede darte un mordisco en el estómago de vez en cuando, pero las oleadas se van haciendo más lentas”, relata el psicólogo. En ese momento, es frecuente que el panorama de amigos haya cambiado o que se hayan visitado nuevos lugares. Para llegar a esta fase, es especialmente importante haber cambiado las rutinas, porque “no solo echamos de menos a la persona, sino también las rutinas que teníamos con ella”. Con suerte, y si todo va bien, “poco a poco vuelves a sonreír, y ya no sientes ese profundo cansancio de conocer gente nueva y salir”.
La recuperación que siempre llega
El proceso de recuperación puede llevar meses o incluso años, dependiendo de la persona, pero algunos científicos consideran que siempre llega por una razón muy sencilla. Si el enamoramiento tiene una función biológica clara, la reproducción, es probable que el cerebro humano cuente también con mecanismos para cortar el vínculo y en el futuro establecer uno nuevo.
A nivel cerebral, requiere que las partes del cerebro que están activadas con el enamoramiento, como algunos circuitos de recompensa (área ventral tegmental derecha o el cuerpo estriado) vuelvan a la normalidad. Y, sobre todo, es necesario que ocurra un proceso de aprendizaje en córtex prefrontal que le permita al individuo recuperar su interés amoroso por nuevas personas.
El aprendizaje requiere bastante tiempo, pero hay formas de acelerarlo. En palabras de Jacqueline Olds, profesora en la Escuela de Medicina de Harvard, «la conexión social entre la persona rechazada y sus amigos ayuda mucho. Además, darse cuenta de que uno aún es atractivo para los demás (incluso las citas frívolas cuentan), pueden ayudar a que uno no se deje caer en la depresión». Junto a la compañía de los seres queridos y el flirteo, las actividades placenteras pueden ayudar, según Olds, a corto plazo. Bailar, escuchar música, comer o hacer ejercicio tienen un efecto positivo.
Esta vieja historia del desamor es casi universal y forma parte de la cultura humana. Está presente en poesías, canciones, historias, mitos y leyendas. Este dolor se encuentra en la cultura de Sumeria, Grecia, Roma, Arabia, Japón, China, India, Polinesia o incluso en la tribu Kung de Naimibia y Botwsana. Es evidente que ha enriquecido también el patrimonio cultural de las sociedades históricas y contemporáneas. Tal como ha opinado Manuel de Juan Espinosa, una de las cosas positivas de ese dolor es que en ese momento “es cuando se escriben las mejores poesías y las mejores canciones”. En la mayoría de los casos, la historia de desamor acaba con un punto y final. Y con el tiempo comienza un capítulo nuevo.
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