La restauradora que salvó "La Última Cena" de Leonardo de Vince
Pinin Brambilla Barcilon posa junto a La última Cena de Leonardo de Vince.
Trabajó durante 21 años en la reparación de la obra ubicada en el convento de la Iglesia de Santa Maria delle Grazie en Milán, sobre todo en la reconstrucción de su color original. Es considerada una de las restauradoras más importantes del siglo XX.
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La restauradora italiana Pinin Brambilla Barcilon conocida sobre todo por los 21 años en los que trabajó para salvar el fresco de "La Última cena" de Leonardo da Vinci, vivió hasta los 95 años. Brambilla fue una de las restauradoras más importantes del siglo XX y fue conocida internacionalmente por haber llevado a cabo la restauración de "La Última Cena" de Leonardo, que se encuentra en el convento de la Iglesia de Santa Maria delle Grazie en Milán, un intenso y duro trabajo que comenzó en 1978 y concluyó en 1999.
Brambilla fue la restauradora de algunas de las mayores obras maestras del arte italiano como las pinturas de Giotto en la Capilla de los Scrovegni en Padua, los frescos de Masolino da Panicale en el Baptisterio de Castiglione Olona y también ha restaurado obras de Piero della Francesca, Bronzino, Caravaggio, Tiziano, Tiepolo, entre otros.
Con el libro "Mi vida con Leonardo" (Mondadori Electa, 2015), Pinin Brambilla Barcilon relató su extraordinaria y legendaria empresa vinculada a la restauración de la "Última Cena" de Leonardo, que logró salvar deteniendo la corrosión de los colores originales. Una aventura que terminó en 1999 y duró unos veinte años, intercalada con interrupciones forzadas por problemas burocráticos y gracias a la financiación de las entonces 7.000 millones de liras (4,5 millones de dólares) donadas por la empresa Olivetti.
La "Última cena" o el "Cenáculo", como también se la conoce, sobrevivió milagrosamente al bombardeo de Milán en 1943 y fue restaurada siete veces con técnicas diferentes y con la obsesión de fijar el color, lo que supuso el empleo de colas que con el paso del tiempo oscurecieron el original hasta hacerlo casi imperceptible.
Leonardo terminó esta obra en 1497. Lo que ignoraba era que debajo de aquel baptisterio pasaba un río que humedecía la pared sobre la que había pintado una de sus obras maestras y que esa humedad funcionaría como absorbente de la pintura. Los primeros problemas por la pérdida de color surgieron apenas diez años después de que Leonardo la hubiera acabado. Pinin Brambilla trabajó en la reconstrucción del color original con disolventes, y papel japonés para disolver las colas y limpiar las impurezas milímetro a milímetro. De ahí los 21 años empleados para completar la restauración.
La Última Cena de Leonardo da Vinci ha sido objeto de numerosas restauraciones a lo largo de los años. La más reciente se llevó a cabo en 1999, donde se utilizaron métodos científicos para restaurar y resaltar los colores originales de la obra. Pinin Brambilla fue la restauradora que dedicó más de 20 años a esta tarea y logró corregir algunos errores previos en la pintura, mejorando la luminosidad y el colorido de esta icónica obra.
"El estado de la obra, cuando la vi por primera vez, no se podía creer. No podías ver la pintura original, estaba completamente cubierta por yeso y más pintura. Tenía cinco o seis capas encima. Me tuve que preguntar a mí misma si era un Leonardo o no, porque estaba completamente irreconocible".
Esta fue la reacción de la italiana Pinin Brambilla, una de las mayores autoridades mundiales en conservación de frescos renacentistas, cuando se encontró frente a frente con "La última cena".
Era 1977 y Brambilla, quien falleció a los 95 años de edad en 2020, había asumido el reto de restaurar la gran obra de Da Vinci comisionada por el duque de Milán Ludovico Sforza hace más de 500 años.
No era la primera en tratar de salvar este imponente mural de 4 metros y medio de altura que decora un muro del refectorio del monasterio de la Iglesia de Santa María delle Grazie en Milán. Otros antes que ella habían intentado rescatar sin éxito esta obra destinada a desaparecer, y estos esfuerzos habían culminado en un rotundo fracaso.
Una obra maestra
Entre 1495 y 1498, Leonardo da Vinci pintó una de sus obras maestras, La última cena, en el refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie, en Milán. La escena, de más de ocho metros de longitud y que describe el momento en que Jesucristo confiesa a sus apóstoles que uno de ellos le va a traicionar, no es un fresco al uso, que demanda rapidez en la ejecución, sino un mural realizado al temple y óleo sobre una pared de yeso seco. Una técnica experimental ingeniada por el genio renacentista, pero que resultó fallida en su conservación: en apenas tres décadas, buena parte de la pintura se había desprendido o desvanecido.
Por suerte, uno de los seguidores de Leonardo realizó una copia sobre lienzo del mural. Según explica la Royal Academy de Londres, su propietaria, este cuadro, del mismo tamaño pero que carece del tercio superior de la obra original, fue pintado en torno a 1515-1520. Los historiadores del arte, sin embargo, no se ponen de acuerdo a la hora de atribuir la ejecución de la tela. El debate se ha reducido en los últimos años a dos discípulos del artista italiano: Giampietrino o Giovanni Antonio Boltraffio. O tal vez acometieron la pintura ambos de forma conjunta. (F)
Las fotografías sacadas de la copia de La última cena, conservada en la Royal Academy desde 1821, permiten atisbar detalles perdidos del mural original, como los pies de Jesucristo, que fueron cercenados cuando se abrió una puerta en esa pared del refectorio; el brazo derecho de Judas, en el que conserva las treinta monedas de plata recibidas por la traición, derramando un salero, un aciago augurio según las creencias de la Europa occidental del siglo XV; o el dedo de Tomás, que según la Biblia no creyó en la resurrección de su maestro hasta no verlo -y tocar sus heridas- con sus propios ojos.
Características de la obra
La Última Cena mide 4.6 metros de alto y 8.8 metros de ancho. No es un fresco. Leonardo quiso darle la mayor luz posible y no quiso verse presionado para pintar al temple; sino que se tomó el tiempo suficiente para marcar la transición al alto Renacimiento, logrando un naturalismo y verosimilitud. La iluminación se logra por tres ventanas al fondo. Después de eso, serán los paisajes en las obras. Esta es la obra más reconocida del arte occidental.
Ya había otras representaciones de la última cena de Jesús; sin embargo, Leonardo representó a Jesús y sus doce apóstoles en una mesa. No obstante, Da Vinci optó por representar el momento en que Jesús le anuncia a sus seguidores que uno de ellos lo traicionará, poniendo gran parte del enfoque de la pintura en las reacciones de cada una de las personas representadas: “en los rostros de cada uno, se puede ver amor, miedo, indignación o pena por no poder entender el significado de Cristo; y esto provoca una sorpresa comparable al obstinado odio y la traición que se ven en Judas” [1]; uso persona reales para representar a los apóstoles.
Están distribuidos en grupos de tres, números representativos de la Santísima Trinidad, y hacen referencia al pasaje de Lamentaciones 3:31-33. Jesús está en el centro. Ninguno tiene aureola o halo de santidad. Leonardo pintó a seis discípulos a cada lado de Jesús; en el primer grupo a la derecha de Jesús están Bartolomé, Santiago el Menor y Andrés, que miran fijamente a Jesús y lucen sorprendidos ante la revelación de su maestro. En el segundo grupo, a la izquierda de Jesús, Simón Pedro está enojado, Juan desvía la mirada con tristeza y Judas Iscariote —el apóstol que planea traicionar a Jesús— parece sorprendido de que Jesús haya descubierto su plan; Judas no es apartado del grupo como en otras obras. El siguiente grupo a la izquierda incluye a Tomás, Santiago el Mayor y Felipe, quienes miran a su maestro con incredulidad. El último grupo, a la derecha, está formado por Mateo, Judas Tadeo y Simón Zelote, que discuten entre ellos para tratar de dar sentido a la noticia que Jesús ha dado.
Esta obra maestra, es considerada la obra cumbre del arte religioso, en su composición es equilibrada y tiene perspectiva avanzada, además del naturalismo de sus figuras. (F)
La Cena belga ¿de Leonardo?
La Abadía de Norbertijnen en la ciudad belga de Torlengo alberga una de las réplicas más antiguas y de mejor calidad de la Última Cena de Leonardo. Se trata de una reproducción en tamaño real del famoso mural y tiene 450 años de antigüedad. Siempre se ha pensado que la obra es de los discípulos de Leonardo pero recientes estudios han teorizado con la posibilidad de que la mano del genio de Vinci esté presente también en la obra.
El investigador Jean-Pierre Isbouts junto con profesionales del Imec Research Institute belga identificaron con complejos sistemas ópticos las diferentes capas de la pintura desde la original hasta la última restauración. Ello arrojó dos descubrimientos muy interesantes: El apóstol Juan está pintado usando de forma magistral la técnica de sfumato, la misma que Da Vinci usó en la Mona Lisa y que él dominaba como nadie.
Además, este apóstol tiene una apariencia andrógina, con rasgos casi femeninos, lo cual es un recurso muy personal de Leonardo.
¿Una simple copia o la segunda versión de La Cena? El misterio es fascinante y lo mejor es que las investigaciones siguen: ahora se va a trabajar en los pigmentos para intentar demostrar que los elementos químicos presentes son los mismos que se usaron en el estudio de Leonardo. (F)
También tiene su réplica en Madrid
El lienzo de Giampetrino, disciplino de Da Vinci, se podrá ver en el Centro de Exposiciones Arte Canal desde el viernes.
Pocas semanas después de que el Museo del Prado descubriera que su copia del cuadro La Gioconda fue pintada paralelamente a la de Leonardo Da Vinci y en su mismo taller, ha llegado a Madrid la réplica de La última cena del maestro italiano, obra de su discípulo Giampietrino.
Una obra maestra que, además de su calidad intrínseca, tiene un valor excepcional para conocer lo que Leonardo Da Vinci quiso transmitir con La última cena, una pintura mural que el maestro realizó en el siglo XV en el refectorio del Convento de Santa María de Gracia de Milán y que se encuentra en mal estado pues, ya en vida del pintor, empezó a deteriorarse. (F)
Las copias de época más importantes
Se han hecho numerosas copias de La última cena de Leonardo Da Vinci, demostrando la influencia de esta pieza en el arte occidental.
La más antigua y reconocida pertenece a Giampetrino, quien fue discípulo de Leonardo. Se cree que esta obra reconstruye en mayor medida el aspecto original, ya que fue hecha muy cerca de la fecha de conclusión, antes de que el daño fuera evidente.
La obra estuvo bajo la custodia de la Real Academia de las Artes de Londres y fue entregada al Magdalen College de Oxford, donde se encuentra actualmente.
Esta copia se suma a las ya conocidas, como la versión atribuida a Marco d'Oggiono, expuesta en el Museo Renacentista del Castillo de Ecouen. También se encuentra la de la Abadía de Tongerlo (Bélgica) o la de la iglesia de Ponte Capriasca (Italia), entre muchísimas otras.
En los últimos años se ha encontrado también una nueva copia en el Monasterio de Saracena, un edificio religioso al que sólo se puede llegar caminando. Fue fundado en 1588 y fue cerrado en 1915, donde se usó temporalmente como prisión. El descubrimiento no es tan reciente, pero sí su difusión en el mercado del turismo cultural.
La última cena de Leonardo da Vinci en la literatura de ficción
La última cena es una de las obras más famosas del Renacimiento y, sin duda, junto a la Mona Lisa es la pintura más conocida de Da Vinci, figura alrededor de la cual no cesan las especulaciones. Por ello, a esta obra se le ha atribuido un carácter secreto y misterioso.
El interés por los supuestos misterios del fresco fue en aumento después de la publicación del libro El código Da Vinci en el año 2003 y el estreno de la película homónima en el año 2006. En esta novela, Dan Brown revela varios mensajes secretos que supuestamente Da Vinci habría plasmado en el fresco. Sin embargo, los expertos señalan que está plagada de errores históricos y artísticos.
La obra de Brown se basa en la hipótesis de que Jesús y Magdalena habrían procreado descendencia que sería el verdadero Santo Grial al que haby que proteger del poder eclesiástico.
El escritor se fundamenta en la lectura de El enigma sagrado o The Holy Bible and the Holy Grail, donde se sostiene que San Gréal significaría sangre real. Por ello, difunde la teoría de que se refiere a un linaje real y no a un objeto.
Para justificar el argumento, Brown recurre al fresco de Leonardo sobre la última cena, en el que abundan vasos con vino, pero no hay un cáliz propiamente, de modo que pretende encontrar en ello un misterio. Eso lo lleva a analizar los demás elementos del fresco en busca de un "código". Es así como el personaje protagónico de la novela concluye que Juan es, en realidad, María Magdalena. (F)
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