Artista polaca de gran reconocimiento, la joven pintora, en una entrevista exclusiva, se refiere a los temas que la inspiran al momento de crear y cuenta detalles acerca de la ciudad en la que vive. Los desnudos que representa son tan sólo “una excusa para exhibir a la mente en su estado más puro”.
Por Camila Reveco
creveco revistaophelia.com
Como lo narra a través de su web, Anna Wypych (Gdansk, Polonia, 1986) es “pintora, mama, esposa y vive en las orillas del hermoso mar Báltico”. Su trabajo es básicamente realista pero tiene elementos hiperrealistas y surrealistas. En su obra relata historias sobre pensamientos y sentimientos, y de esa forma se concentra en cuestiones muy concretas de comunicación que implican una reflexión sobre el arte.
“Todos saben que la destreza física y la astucia son importantes, pero hay cosas aún más importantes: la determinación, la fuerza de voluntad, ser testarudo y obstinado. Son cualidades que me encanta buscar en las personas para después pintarlas”, dice.
Anna forma parte de la nueva camada de pintores realistas del siglo XXI que, a través de un perfecto dominio de la técnica como base de cada una de sus obras, evidencia lo viva que está la pintura en este contexto tan confuso en donde pareciera que todo es arte.
La historia de Polonia vuelve todo el tiempo a su arte y cultura, y constituye, seguramente, un continuo punto de referencia, un eterno memento. “El arte es una especie de arma en la mano. Separar el arte del amor a la patria es imposible”, expresó el pintor Jan Matejko (1838-1893), el artista polaco más importante del siglo XIX. Nacido apenas un año antes que Paul Cézanne, fue un clásico académico, pero su arte dio forma a la imaginación de muchas generaciones de polacos. No podemos dejar de mencionar las joyas cinematográficas modernas que directores de cine como Roman Polanski o Krzysztof Kiéslowski nos han regalado.
Estamos, sin duda, atravesando un momento crucial marcado por internet y las nuevas tecnologías, que ha generado ventajas magníficas, sin duda, aunque también es válido preguntarse acerca de los riesgos de esta globalización cultural que representa, en definitiva, un desafío para las culturas e identidades de los pueblos. En este sentido, se destaca el especial arraigo que esta joven artista siente por su Polonia natal, que evidencia cómo las estructuras sociales le pueden brindar al artista condiciones determinantes para su creación.
“Se podría decir que somos un poco grises, y eso se puede subestimar mucho, pero es hermoso ver como el gris varía en sus tonos”, expresa Anna y agrega: “Aunque no estoy directamente inspirada por el lugar en dónde vivo, por el simple hecho de vivir aquí, tengo este lugar y su cultura profundamente arraigadas en mis huesos y en mi alma”.