Una supernova (del latín nova, «nueva») es una explosión estelar que puede manifestarse de forma muy notable en el espacio, incluso a simple vista, en lugares de la esfera celeste donde antes no se había detectado nada en particular. Por esta razón, a eventos de esta naturaleza se los llamó inicialmente stellae novae («estrellas nuevas») o simplemente novae. Con el tiempo se hizo la distinción entre fenómenos aparentemente similares pero de luminosidad intrínseca muy diferente; los menos luminosos continuaron llamándose novae (novas), en tanto que el término supernova fue acuñado por Walter Baade y Fritz Zwicky en 1931 para denominar a los más luminosos agregándoles el prefijo «super-».
Este evento astronómico ocurre durante las últimas etapas evolutivas de una estrella masiva o cuando una enana blanca se desencadena en una fusión nuclear descontrolada. El objeto original, llamado progenitor, se colapsa en una estrella de neutrones o un agujero negro, o se destruye por completo.
El término más arcaico fue utilizado desde la antigüedad para indicar la explosión de una estrella súper gigante roja en sus capas externas, las cuales producen una luminosidad que puede aumentar 100 000 veces su brillo original. Esta luminosidad dura unos pocos días y, en ocasiones, puede ser observada a simple vista desde la Tierra. Al ver un nuevo resplandor en el cielo, los seres humanos creían que había aparecido una nueva estrella. Al año siguiente de la muerte de Fritz Zwicky, en agosto de 1975, apareció una nova que pudo ser observada a simple vista desde la Tierra, durante algunos días. Esta nova surgió de la explosión de una gigante roja. (W)
La noche de hace un milenio en la que vimos una supernova
Varias civilizaciones fueron testigos de la aparición de una nueva estrella en el cielo. Cada una de ellas le dio distintas interpretaciones, pero no fue hasta casi mil años después cuando realmente se supo lo que sucedió aquella noche del 4 al 5 de julio de 1054.
Parte de la talla en piedra que realizaron los indios Anasazi donde representaron la estrella invitada que apareció en el cielo
A. MarentesParte de la talla en piedra que realizaron los indios Anasazi donde representaron la estrella invitada que apareció en el cielo
“El quinto ángel sonó la trompeta y vi una estrella que caía desde el cielo hasta la Tierra y le fue dada la llave del pozo del abismo; y abrió el pozo del abismo, y subió del pozo fuego, y humo como el humo de un gran horno, y se oscureció el Sol y el aire a causa del humo del pozo” (Apocalipsis 9.1.2)
La historia de los indios Anasazi
Los indios Anasazi, instalados en zonas situadas al centro-oeste de los Estados Unidos también vieron nacer un fuego en el cielo en un lugar donde los días precedentes tan sólo había un cielo negro plagado de estrellas poco brillantes.
El brillo de esa nueva estrella podía verse incluso de día, del mismo modo que la Luna en ocasiones es visible de día. Y precisamente por la representación en tallas realizadas por los Anasazi de posición de la Luna, fase y algunos asterismos podemos datar la aparición de esta estrella invitada en la noche del 4 al 5 de julio del año 1054.
La historia del rey García Sánchez III
En ese mismo año de 1054, el rey García Sánchez III, llamado el de Nájera, visitó la iglesia que se estaba construyendo en el monasterio de Leyre, en Navarra. Tras la visita, partió de madrugada hacia la capital de su reino para preparar la batalla contra su hermano Fernando. Llegando a Navarra, uno de sus hombres vio en el cielo una luminaria nunca antes vista en la dirección del monasterio, tomándola por una señal.
El sabio Ezra, encabezando a los astrólogos árabes de Tudela, anunció que esa nueva estrella que brillaba junto al cuerno derecho de la constelación del Toro no era sino una señal que vaticinaba una victoria total frente a su hermano.
A los dos meses, el rey García Sánchez III moría en Atapuerca a manos de su hermano Fernando, a quien sus astrólogos también le habían pronosticado la victoria en esa batalla.
La nueva estrella
La nueva estrella estuvo visible en los cielos durante un año. Su luminosidad fue bajando hasta convertirse en algo invisible para el ojo desnudo, pero no para nuestros telescopios. Si hoy apuntamos un telescopio hacia el lugar en el que apareció esta nueva estrella se aprecia un objeto difuso, deshilachado. Un objeto al que Charles Messier lo catalogó como Messier 1 en su archivo de objetos que se podrían confundir con cometas.
Imagen actual captada por el Hubble de la zona donde los Anasazi y los astrólogos de García Sánchez III vieron la luminaria en el año 1054.
Hoy sabemos, casi mil años después, que lo que se vio en el cielo la noche del 4 al 5 de julio de 1054 fue una supernova. El evento liberó en unas semanas tanta energía como la que emitirá el Sol en sus 10.000 millones de vida. El objeto está situado a 7.000 años luz y los gases que lo componen se expanden a 1.400 Km/s. Y algo más curioso: en su centro se capta la señal de una estrella de neutrones que gira sobre sí misma 33 veces cada segundo.
Tuvo que pasar mucho tiempo para que interpretar la realidad de esa “estrella invitada” que observaron los indios Anasazi y esa “señal” que apreciaron en el cielo los astrólogos de García Sánchez III y Fernando. Ni más ni menos que una supernova cuya luz nos llegó la madrugada del 5 de julio del año 1054... aunque estalló sobre el año 6000 aC
No hay comentarios:
Publicar un comentario