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viernes, 24 de febrero de 2023

¿Hay artistas en las Islas Diómedes?

Una cosa lleva a la otra. Investigando sobre las islas Diómedes, llegué a los inuit, a su maravilloso arte y a Kenojuak Ashevak.
Las Islas Diómedes (una rusa y la otra de EEUU)
 están en el centro del Estrecho de Bering. En ambas habitan inuit, nativos que poblaron hace miles de años lo que ahora es Siberia, Alaska y Canadá. Su arte es maravilloso.




Las Islas Diómedes y sus curiosidades

Con una ubicación privilegiada como pocas, las Islas Diómedes están en un rincón del mundo con sentido mágico. Se pasa de un continente a otro, pero también se viaja en el tiempo.
Estos territorios poseen varias particularidades, una de ellas es que pertenecen a países diferentes. Por un lado se encuentra la isla conocida como Diómedes Mayor, perteneciente a Rusia, mientras que del otro lado se encuentra la isla Diómedes Menor, que pertenece a los EE.UU. Ambos continentes separados por un canal natural de mar de casi cien kilómetros de distancia, el llamado estrecho de Bering.
La distancia entre ambos peñones es de unos 2 kilómetros, siendo ésta la distancia más pequeña que se interpone entre territorios ruso y estadounidense. De hecho, en invierno es posible caminar de una isla a otra, siendo el único lugar donde se puede ir a pie de Rusia a EE.UU.
La última rareza es que entre ellas pasa la Línea internacional de cambio de fecha, es decir, que hay un día de diferencia horaria entre ambas. En la Diómede Mayor son las las 4:00 de la madrugada del martes, mientras que en la Menor son las 7:00 de la mañana del lunes.
La Diómedes Mayor sólo ha sido utilizado como una base militar, mientras que en la Menor viven unas 170 personas, de la etnia Inuit, nombre que se les da a los grupos de esquimales.
En 1991 con el fin de la Guerra Fría, el conflicto que dividió el mundo en dos bloques, estos habitantes esperaban poder reanudar el contacto de forma regular con sus parientes del lado ruso. Pero esa posibilidad quedó ya, muy lejana.

Esperanza truncada

Los habitantes de esta región entre el mar de Chukchi y el mar de Bering se consideran un solo pueblo y la frontera es para ellos un estorbo. Ésta se marcó por primera vez en 1876, cuando EEUU compró Alaska a una Rusia zarista con falta de liquidez. Pero en aquél entonces nadie le hizo mucho caso.
Las familias vivían en ambas islas y cruzaban de una a otra con facilidad hasta 1948, cuando cerraron la frontera.
El ejército soviético se trasladó a Diómedes Mayor y forzó a los civiles a reinstalarse en la parte continental de Siberia.
Las 80 personas que viven en esta remota isla tienen parientes en algún lugar de Rusia. Hace un cuarto de siglo, ante el colapso de la Unión Soviética, tenían la esperanza de volver a reunirse con ellos.  Muchos habitantes de la región mantuvieron durante años la esperanza de que las relaciones más entrelazadas entre Rusia y Occidente harían que la frontera se diluyese. Pero la crisis de Ucrania y la escalada militar rusa nubló esa perspectiva.
Pero en comparación con la frontera de Rusia con la Unión Europea, ésta es bastante relajada. Por ejemplo, no está señalizada con ninguna bandera nacional, ni de un lado ni de otro.
El número calculado de aviones rusos interceptados en la zona, se ha mantenido constante durante décadas: unos 10 al año.
Ante todo esto, los militares estadounidenses aseguran que es una frontera no hostil, y que no han presenciado ataque alguno, al contrario que sus colegas en Europa.
Pero no es una certeza que este ambiente relajado se mantenga. Y es que las islas Diómedes, se sitúan justo debajo del Círculo Polar Ártico, donde el cambio climático está facilitando un acceso a grandes cantidades de recursos naturales, ya que el hielo se está derritiendo.

Estrecho de Bering: localización, características, teoría

El estrecho de Bering es el brazo de agua marina que separa el extremo nororiental de Asia del extremo noroccidental de Norteamérica. Este brazo de mar conecta al mar de Bering localizado al sur y el mar de Chukchi al norte, con un ancho de 82 Km y una profundidad de 50 m.

El mismo fue oficialmente descubierto para Europa por el navegante danés Vitus Bering en expediciones encargadas por el Zar Pedro El Grande entre 1724 y 1741. Según los estudios realizados, se sabe que este estrecho brazo de mar se secó hace al menos 20.000 años.

Esto sucedió debido a la disminución del nivel del mar al congelarse el agua por la reducción extrema de la temperatura. No se trató de una estrecha franja de tierra, sino de una extensa zona emergente que abarcó todo el estrecho y zonas aledañas.

A esta extensa región que incluye áreas de Siberia, Alaska y los mares de Bering y Chukchi, se le denomina Beringia. Al quedar expuesto el fondo marino, las plantas y animales lo colonizaron, formándose así un puente terrestre entre Asia y Norteamérica. (Seguir leyendo)


Los inuit

Los inuit están organizados en grupos familiares y cada miembro tiene asignada una tarea específica. La cultura inuit de Canadá es conocida sobre todo por su artesanía, especialmente sus esculturas, la mayoría en esteatita, cuya venta supone una fuente importante de ingresos para varias comunidades inuits.
Los inuit son conocidos popularmente como “esquimales”, una denominación que ellos rechazan porque tiene carácter peyorativo, ya que significa “comedores de carne cruda”. Inuit significa “personas”.
El arte contemporáneo inuit nace en torno a 1950, coincidiendo con un momento de profundos cambios para ellos en Canadá: en esa época se ven obligados a abandonar su tradicional modo de vida nómada para residir en asentamientos permanentes. Desde ese momento, el arte va a suponer una de sus principales fuentes de recursos. La escultura en piedra y hueso pronto alcanzaría reconocimiento internacional.
Con la intención de explorar otras formas de expresión artística, surgen después el arte gráfico y el arte textil, que lograron también un gran éxito. Sus temas preferidos son los animales del Ártico y las escenas de su vida tradicional. Además de su importancia económica, el arte ha supuesto una forma de reafirmar su identidad cultural y un medio para representar y mantener viva su cultura.
El arte textil es realizado por mujeres en los que destaca su vibrante colorido y las representaciones de la tundra, la fauna ártica, escenas tradicionales, así como mitos y elementos de su mundo espiritual.


Kenojuak Ashevak

Kenojuak Ashevak nació en 1927 dentro de un iglú en un campamento inuit. Considerada una de las artistas gráficas más celebradas de Canadá, acumuló múltiples premios y reconocimientos hasta su fallecimiento, ocurrido en 2013.

(Más información)






Los tótem



Algunos de los grupos de la costa noroeste incorporaron estos animales en tótems, que son esculturas súper altas hechas del tronco de un árbol, generalmente cedro. Los diseños suelen incluir pilas de animales estilizados realizados de forma abstracta y atrevida.
Los tótems a menudo se encontraban frente a casas largas y estrechas donde vivían juntas hasta 50 personas del mismo clan. Estas casas también estaban decoradas con atrevidos diseños abstractos de animales. Los tótems representan la historia del clan / familia. Además del simbolismo especial de los animales, los colores también tienen significados especiales.






Los inuksuk



Un inuksuk es un hito o montículo de piedras construido por los inuit, inupiat, kalaallit, yupik y otros pueblos de la región del Ártico en Norteamérica. Estas estructuras se encuentran desde Alaska a Groenlandia. Esta región por encima del círculo polar ártico está dominada por la tundra y tiene zonas con pocas señales naturales.
Los inuksuk pueden haber sido utilizados para la navegación, como punto de referencia, un marcador para las rutas de viaje, lugares de pesca, campamentos, zonas de caza, lugares de culto o para marcar un escondite de alimentos.​ Los inupiat en el norte de Alaska los utilizan para asistirse en el pastoreo del caribú.​ La variación en la forma y tamaño, tienen sus raíces desde hace mucho tiempo en la cultura inuit.




Históricamente el tipo más común de inuksuk es de una sola piedra colocada de manera vertical.​ Existe cierto debate sobre si la aparición de montículos en forma de cruz se desarrolló en la cultura inuit antes de la llegada de los misioneros y exploradores europeos.​ El tamaño de algunos sugieren que la construcción era a menudo un esfuerzo comunal.

En inuksuk Point en la isla de Baffin, hay más de 100 inuksuit. El sitio fue designado como sitio histórico nacional de Canadá en 1969.

Desde finales de 1990, el inukshuk se ha convertido poco a poco como un símbolo de los inuit canadienses . En 1999, tras un proceso de consulta pública, que fue elegido para aparecer en la bandera y el escudo de armas del territorio canadiense de nueva creación Nunavut, cuya población, según el censo federal canadiense de 2006, se compone de 83,5 % Inuits. Un inukshuk desde 2005 también aparece en la bandera de la región Nunatsiavut limitado autogobierno Labrador Inuit, que representa el 89,6 % de los habitantes de esta región.



Una interpretación contemporánea del inukshuk tradicional también fue elegido el emblema de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010 Vancouver10 . Nombrado Ilanaaq , una palabra que significa " amigo en inuktitut , el nuevo logotipo fue presentado por el comité organizador de los juegos cuando se dio a conocer el 23 de abril de 2005, como un símbolo de la amistad , la hospitalidad , la fuerza y espíritu de equipo , y los vastos paisajes de Canadá . Seleccionados de entre más de 1.600 presentaciones por un jurado de expertos internacionales, el concepto ganador fue desarrollado por Elena Rivera MacGregor y Gonzalo Alatorre de Rivera Design Group , de Vancouver. (W)


Niños inuit



ADEMÁS


Diomedes es uno de los principales héroes griegos que combatieron en la guerra de Troya. A pesar de que en la Ilíada de Homero se le presenta como uno de los guerreros más poderosos, capaz incluso de hacer frente a las mismas divinidades, la figura de Diomedes es una de las menos conocidas por el público en general. La mayor parte de las adaptaciones modernas del mito prescinden del personaje y se centran en el resto de los héroes, motivo por el que Diomedes apenas es conocido y recordado hoy en día. (Más información)







La pregunta: ¿Hay artistas en las islas Diómedes?

La respuesta: Desde luego que sí. Donde vivan inuit habrá arte.




lunes, 20 de febrero de 2023

Monte Fanjingshan

El Monte Fanjingshan es la montaña más alta de la cadena montañosa Wuling en el suroeste de China, con su pico más alto a 2.572 metros sobre el nivel del mar.

Con más de 8.000 escalones, recompensa a los excursionistas con extrañas formaciones rocosas y vistas por encima de las nubes de la cordillera de Wuling en China.


El nombre "Fanjing" es una abreviatura de Fantian Jingtu, que significa "Tierra Pura de Brahma" en chino.

Como sitio budista sagrado, el Monte Fanjingshan tiene numerosos templos y es una de las cinco montañas budistas sagradas de China.

Hace cientos de millones de años, el monte Fanjingshan se elevó lentamente desde el fondo de un océano debido a la fuerza de la tierra.

Hogar de más de 2000 especies de plantas y cientos de animales en peligro de extinción, el Monte Fanjinshan es un tesoro de plantas y vida silvestre y se lo conoce como "La base de datos de genes" de China.

En la cima de las montañas se encuentran dos templos budistas. 

¿Qué hacer?

Pueden optar por subir los 8000 escalones o tomar un teleférico hasta Mushroom Stone, que está bastante cerca de la cima del monte Fanjingshan.

Caminar hasta la cima toma alrededor de cuatro horas y se puede descansar en las tiendas de comestibles en el camino, donde se proporcionan refrigerios y agua.

Aunque la escalada puede agotar tu energía, ofrece una sensación de conquista y un contacto cercano con la naturaleza.

En la cumbre de Fanjingshan, el pico más alto de la cordillera, hay nada más y nada menos que 8,888 escalones que dan acceso a estos lugares de culto. Su construcción es una increíble muestra de la fe y devoción de los budistas chinos, que consideran a Fanjingshan como una montaña sagrada.

Los templos empezaron a edificarse a lo largo de la montaña en el siglo VII a.C. cuando se construyó la carretera de Zangke, ya que así era más fácil transportar materiales.

El apogeo de la construcción en Fanjingshan se produjo durante la dinastía Ming, cuando se construyeron casi 50 templos budistas para los devotos peregrinos que hacían el viaje a la zona sagrada. Aunque la mayoría de esos templos han sido destruidos desde entonces, hay un montón de piezas arquitectónicas intactas que son dignas de admirar. De hecho, la zona es ahora un destino popular tanto para los budistas como para turistas seculares que buscan deleitarse con las espectaculares vistas.

Como Fanjingstan ha estado relativamente aislado por tanto tiempo, la zona posee una biodiversidad impresionante. Con picos que van desde los 500 hasta los 2,579 metros sobre el nivel del mar, en este lugar crecen más de 2,000 especies endémicas de plantas y cientos de animales en peligro de extinción. De hecho, algunas de estas especies datan del Periodo Terciario, que tuvo lugar entre 66 millones y 2 millones de años atrás.

Aunque el sitio ha visto un aumento de popularidad con su inclusión en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, su ubicación todavía proporciona cierto nivel de protección ante las multitudes. Esto asegura la supervivencia continua del ecosistema, incluso ante el aumento del turismo.

Hay quien dice no hay mejor vista del mundo que la que se puede ver desde el Pico Dorado de la Nubes Rojas, también conocido como el Nuevo Pico Dorado. Aquí, situados a 2,336 metros sobre el nivel del mar, se encuentran el Templo de Buda y el Templo de Maitreya. Separados por un barranco, los visitantes pasan de un templo a otro a través de un estrecho puente de piedra. Subir los casi 9,000 escalones que conducen a los templos toma unas cuatro horas, aunque en el camino hay paradas para descansar y comer algo. Otra opción es tomar un teleférico que llega hasta la Piedra de Hongo. Ubicada cerca de la cima del monte Fanjing, esta extraña formación rocosa refleja de la historia milenaria de la zona. (F)


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martes, 17 de enero de 2023

La mujer foca - Islas Feroe

Kópakonan, la mujer foca, está ubicada Mikladalur, en la isla de Kalsoy, una de las más septentrionales y aisladas de las Feroe. En ese lugar inhóspito y azotado por los fríos creció el mito de que todos los hombres de Mikladalur están condenados a morir en el mar.

Siempre he soñado con conocer lugares remotos (Dicho desde mi punto de vista), casi inexplorados, pero uno siempre termina yendo (cuando puede) a los centros culturales más importantes y conocidos. Es por eso que hoy doy comienzo a una serie dedidada a esos rincones del mundo y a la obra de arte más representativa del lugar.

Las islas Feroe son un archipiélago autónomo que forma parte del Reino de Dinamarca. El archipiélago comprende 18 islas rocosas volcánicas entre Islandia y Noruega en el Atlántico norte, que están conectadas mediante túneles de carretera, ferris, pasos elevados y puentes. Las montañas, los valles, los páramos y los escarpados acantilados que albergan miles de aves marinas atraen a excursionistas y observadores de aves. 

FUENTE
Blog de viajes

La leyenda de Kópakonan, la mujer foca de las Islas Feroe

La leyenda de Kópakonan es una historia aferrada a la remota isla de Kalsoy, una de las islas más septentrionales y aisladas de las Feroe. En ese lugar inhóspito, incomunicado y azotado por los fríos vientos del ártico creció un mito que ha llegado hasta nuestros días en forma de maldición: la de que todos los hombres de Mikladalur están condenados a morir en el mar.
Pero empecemos desde el principio. Kalsoy es una de las islas más al norte de las Feroe, estrecha y alargada como una lanza. Llegar hasta su diminuto puerto cuesta apenas 200 coronas y 20 minutos en ferry bien invertidos por la majestuosidad del paisaje. El ferry discurre desde Klaksvík, la capital en el norte, y ofrece magníficas panorámicas del archipiélago – si la niebla lo permite-.
La carretera que vertebra la isla es solitaria, pero tras el desembarco del ferry los escasos diez coches que pisamos tierra nos dirigimos en convoy hacia el extremo de la isla atravesando los túneles que perforan sus montañas. Uno de nuestros objetivos en Kalsoy es visitar Mikladalur y conocer más de cerca la leyenda de Kópakonan, una escultura femenina que despierta en nosotros una gran curiosidad. Resulta difícil de explicar, pero los mitos siempre tienen un aura de misterio que alimentan el folklore popular, y también nuestras ganas de conocer la historia que se esconde tras ellos.
Kópakonan es uno de los ejemplos perfectos para definir ese estado de curiosidad permanente que despiertan en nosotros este tipo de historias. Su figura aparece con el mar de fondo en el litoral escarpado de Mikladalur, la pequeña localidad de la que habla la leyenda. El pueblo se encuentra situado al borde de un acantilado, y para acceder hasta la costa, rocosa y atormentada por las olas del Atlántico, es necesario descender una gran escalinata que nos conduce a los pies de Kópakonan.
El silencio del descenso solo lo rompen las olas al chocar contra las rocas que envuelven la figura de Kópakonan, el mito de la mujer foca de Kalsoy. Paso a paso, el influjo de su leyenda se apodera de nosotros y su historia parece cobrar vida de repente…

Escultura de la mujer foca en Mikladagur en la isla de Kalsoy (Dinamarca) bronce y acero inoxidable de 2,6 metros y 450 kg. La escultura está diseñada para resistir olas de 13 metros. (Autor por momento desconocido).

La leyenda de Kópakonan cuenta que todas las focas son personas que han decidido pasar su vida bajo las aguas del océano, enfundadas en su magnífica piel de foca. Una vez al año, en la Víspera de los Tres Reyes – Eve of Three Kings – estos seres regresan a la costa de Mikladalur para reunirse en una de las muchas cuevas que perforan sus acantilados. Allí, se desprenden de su piel de foca por una noche para volver a ser personas. En el calor de la hoguera, pasan toda la noche bailando y cantando hasta las primeras luces del alba.
Uno de los jóvenes de Mikladalur, que había oído hablar de esa mágica noche, se propuso espiar a las criaturas mientras disfrutaban. Escondido tras una roca, observó la forma en que estos seres llegaban a la orilla y se desprendían de su piel, dejándola bien escondida en los recovecos de la playa para no perderla. Una de las Seal Woman, bella como ninguna otra, dejó prendado al joven, que no dejó de observarla durante gran parte de la noche. El muchacho, sabedor de que con las primeras luces del amanecer ella se marcharía, decidió robarle la piel de foca que había escondido detrás de unas rocas en la entrada de la cueva.



Con las primeras luces del alba, cuando todos estos mágicos seres volvían a ataviarse con su piel para volver al océano, la joven descubrió la treta del muchacho. Al ver al chico se acercó a él claramente irritada, pero el joven echó a correr colina arriba en dirección al pueblo. La joven, obligada a recuperar su piel, persiguió al muchacho hasta la villa sin éxito. Exhausta, no tenía más remedio que esperar a que el chico decidiese devolverle lo que era suyo. Pero el joven, conocedor de las historias populares, sabía que escondiendo la piel de foca de la joven bajo llave esta siempre estaría a su lado, sumisa y esperanzada en poder recuperarla algún día.
Los años pasaron y el muchacho se casó con la joven, con la que tuvo tres hijos. Mientras tanto, la piel de foca estaba bien custodiada en un baúl de la casa bajo llave, fuera del alcance de cualquier persona. El hombre, conocedor del riesgo que corría su matrimonio si la mujer encontraba algún día la llave, la llevaba consigo atada a su cinturón allí donde fuese.


Un buen día el marido salió a faenar con sus compañeros, ya que la pesca era la forma de vida que había heredado de sus ancestros de Mikladalur y de la isla de Kalsoy. En un momento de charlas con sus compañeros, echó mano a su cinturón para comprobar que la llave seguía en su sitio, como hacía siempre casi inconscientemente. Pero para su sorpresa, al tocarse la cintura no notó el tacto frío y rudo de la llave dorada que siempre colgaba de una de las hebillas de su cinturón… ¡Había olvidado la llave en su casa!
La leyenda de Kópakonan cuenta que el hombre, exaltado por temor a quedarse sin mujer por ese descuido, regresó rápidamente a Mikladalur. Al entrar a casa vio a los tres hijos que había tenido con la Seal Woman sentados en la cocina, en silencio y solos. Solos…
La mujer había encontrado al fin su piel de foca. Con ella en la mano, caminó hasta la orilla de la playa rocosa de Mikladalur, melancólica por abandonar a sus pequeños pero feliz de regresar a su hogar. Antes de sumergirse de nuevo en el océano, miró por última vez la silueta sombría de Mikladalur al atardecer. Bajo el estruendo de una ola al chocar contra las rocas, se giró y desapareció en las profundidades del océano.



La maldición de Kópakonan y Mikladalur

El marido y sus tres niños pasaron años esperando a su regreso mientras miraban el horizonte que dibujaba el Atlántico desde las costas abruptas de Kalsoy. Pero jamás regresó.
Cegado por el rencor y la venganza, el marido planeó junto al resto de hombres del pueblo asesinar a todas las focas que encontrase durante la próxima noche de la Víspera de los Tres Reyes. Su objetivo era acorralarlas en la cueva donde estuviesen celebrando su regreso al mundo de los humanos. Pero cuenta la leyenda que la noche anterior a su plan tuvo un sueño en el que su antigua esposa le hablaba directamente para advertirle de la maldición que caería sobre los hombres de Mikladalur si llevaba a cabo su malvada venganza: “Todos moriréis en el mar, algunos despeñados desde los acantilados, otros ahogados faenando, otros engullidos por una tormenta…”.
El hombre, cegado por el rencor, ignoró ese sueño y junto a los demás hombres del pueblo asesinó a todas las criaturas marinas que encontraron aquella noche. Desde entonces, jamás volvió a verse una Seal Woman por las costas de Mikladalur, y todos los hombres del pueblo cayeron en una maldición eterna que perdura hasta hoy.
Por eso, siempre que un hombre de Mikladalur muere en el mar, los ancianos del lugar hacen referencia a la maldición de Kópakonan… (Fuente)










Vivir en las islas Feroe: "Acá hasta los más poderosos te tratan con respeto, como persona"


Por Carina Durn
Diario La NACION, Argentina


"En los años que llevo viviendo en las islas Feroe nunca vi a alguien discutir. Ser amable, hablar bien y respetar al prójimo es algo que se enseña desde la guardería", revela Pablo Merin, un argentino que, veinte años atrás, jamás hubiera imaginado que algún día viviría en aquel país autónomo del reino de Dinamarca, de menos de 50 mil habitantes, ubicado entre Reino Unido, Noruega e Islandia.
Allá a lo lejos, en épocas en las que el archipiélago era tan solo un lugar remoto e ignorado, Pablo residía en una Argentina que había emergido compleja y cuestionable. Dejar atrás a su país no fue sencillo, aunque existieron varios argumentos sólidos que lo empujaron a tomar la decisión. El principal, su padre, quien le aconsejó que desplegara sus alas y buscara un futuro mejor.
Despedir San Martín, en Mendoza, y a sus amigos del alma resultó doloroso, aunque más duro fue decirles adiós a sus abuelos: con ellos había vivido por años y lo querían como a un hijo: "No les gustó la idea de que me fuera", rememora emocionado.
Sin embargo, los días previos a la partida, Pablo era pura emoción. Lo dominó la sublime sensación de aventura y se sentía feliz. Pero fue en el avión que comprendió que se iba lejos y que estaba dejando todo. La tristeza lo dominó durante el viaje. Arribó en Talavera de la Reina, España, donde fue muy bien acogido por conocidos de su padre. Allí encontró un empleo con rapidez y vivió durante algunos años, tiempos buenos y de grandes amistades, que hoy recuerda con una sonrisa agradecida.
Mientras tanto, las lejanas islas Feroe aún eran un lugar remoto en su vida.

Amor, Dinamarca y la pregunta de dónde deben crecer los niños

Luego de Talavera de la Reina, Pablo emprendió otros caminos por España. De todos ellos, fue Alicante quien lo acercó a su destino inesperado: allí conoció a su mujer, una joven que se encontraba estudiando español, que vivía en Copenhague, aunque era oriunda de las islas Feroe. De a poco, aquel rincón perdido en el mundo comenzó a acercarse, y a formar parte de las conversaciones y la cotidianidad.
"Al final decidí irme a vivir a Copenhague con ella", cuenta Pablo, quien en Argentina había estudiado marketing. "Allí vivimos tres años. El primero fue duro emocionalmente, pero luego me acostumbré: Dinamarca tiene una excelente calidad de vida en todos los sentidos".
Las islas Feroe habían ingresado a su vida, aunque lejos estaban de ser una realidad. La pareja decidió irse a Barcelona a estudiar. Allí permanecieron durante ocho años, Pablo se graduó con una Diplomatura en Producción y Dirección de cine, la pareja se mudó frente al mar y les dio la bienvenida a sus tres hijas: "Durante todos esos años estuve trabajando en el mundo audiovisual y en deporte; asimismo monté mi propia productora".
Inevitablemente, los hijos cambiaron todo. Los lazos familiares, las preguntas acerca de cómo debían crecer, dónde jugar y qué paisajes elegir para una infancia feliz, surgieron claras. Fue así que, para cuando la más grande cumplió los cinco, las islas Feroe finalmente hicieron su entrada triunfal: "Queríamos que crecieran cerca de una de las familias".
El territorio inesperado amaneció montañoso, impregnado de praderas y enmarcado por acantilados sobrevolados por incontables aves marinas. El primer año fue duro, por el idioma y el clima, pero a partir del segundo, Pablo comenzó develar una bondad inaudita y una belleza peculiar.
"Cuando llegué por primera vez era verano y había muchas celebraciones estivales. Cada isla tiene una gran fiesta y fuimos a una de ellas con varios amigos de mi mujer. Recuerdo que entramos casa por casa y nos invitaban a tomar algo, ¡nadie se conocía!, resulta que acá es muy normal ingresar a los hogares de extraños donde hay fiestas y compartir", dice sonriendo.


Una postal de las islas Feroe.

"Sin embargo, una de las cosas a las que no me acostumbro es que todos dejan las puertas de los hogares abiertas, sin llave, y la familia, los amigos o vendedores entran a la casa sin golpear, de hecho, no tienen timbres", asegura. "Me ha pasado varias veces que estoy en casa y de repente veo a alguien adentro, un vendedor, un familiar, ¡me cuesta adaptarme a eso!"
"Un lunes por la mañana encontré unos zapatos que no eran nuestros (acá todos se los sacan para entrar a los interiores). Al rato vino un chico y me contó que se los había olvidado, que lo sentía, había estado en una fiesta, salió a caminar y al volver entró en la casa equivocada. Al darse cuenta regresó al lugar correcto, pero dejó los zapatos. Había tomado, ¡claro!, y yo no cerré con llave. Acá nadie se preocupa por algo así, todos se tienen confianza y es muy seguro. De igual modo, cuando estamos en el trabajo y alguien debe venir a reparar algo a casa, dejamos la puerta abierta. Pero repito, ¡cinco años pasaron y no me acostumbro!"

Mitad luz, mitad oscuridad y una Navidad grandiosa

Habituarse al clima tampoco fue sencillo, no tanto por el frío, sino por la luz y sus extremos. Pablo pronto descubrió la extraña sensación de vivir una temporada desde marzo hasta octubre de mucha luz – siendo el 21 de junio el día más largo, donde casi no se hace de noche -; y la temporada de invierno mayormente oscura: "El 21 de diciembre es el día con menos luz. Pero en noviembre y diciembre hay muchos festejos, entonces no se siente; en el mes de enero, en cambio, se nota".
"Acá la época de Navidad es grandiosa: hay muchos encuentros con amigos, empresariales, y fiestas populares. El 24, de día, todas las familias se juntan a celebrar; se reúnen de a treinta, cuarenta, hasta cincuenta personas, y luego por la noche se junta la familia más cercana en un festejo muy religioso. El 24 y 25 todos los locales están cerrados, y el 26 es el gran día, se vuelve a celebrar y todas las personas de la isla salen al centro, hay recitales y mucha fiesta. El Año Nuevo se siente igual que en Argentina. A pesar de que es un lugar chico, en las islas hay mucho para hacer, paisajes que admirar y abundan los restaurantes y bares".


Las islas Feroe tiene varias celebraciones estivales, como la fiesta de Ólavsøka a finales de julio, en honor al Rey Olaf, o el Summer Festival, que convoca a artistas internacionales.


Sueldos altos y capacidad: nadie entra por contacto

Dejar Barcelona e insertarse en un territorio tan pequeño había sido impactante, sin embargo, Pablo no tardó en hallar las bondades de vivir en las islas Feroe. Gracias a su tamaño, fue capaz de conseguir contactos y oportunidades laborales con facilidad y, con el correr de tiempo, logró convertirse en el manager de un restaurante y rearmar su productora audiovisual, desde donde produce y filma películas.

"También entrené al equipo nacional de tenis", agrega complacido. "La verdad es que, en relación a lo laboral, me asombraron los sueldos elevados. Una pareja con hijos, que trabaja por ejemplo en fábrica haciendo limpieza, cuenta con buenos sueldos que les permite tener su hogar, comer, vestir, viajar una vez al año, tener un coche y llevar a los niños a la escuela. Acá la educación es totalmente pública y de calidad, así como la salud. Los colegios tienen hasta consultorio de dentistas para los alumnos. Los estudiantes universitarios reciben una mensualidad de 800 euros por estudiar: es un derecho, todos acceden a él", continúa.

"Por supuesto, impacta la poca corrupción que hay. Para acceder a cualquier puesto público se debe pasar por un programa de entrevistas y selección, y solo entran los mejores, nadie entra por contacto o por ser familiar, está prohibido. Los ciudadanos, al pagar los impuestos, acceden a un gobierno responsable que garantiza un país próspero en servicios y trabajo. Dinamarca y Feroe me han impresionado: el desempleo es casi inexistente, de hecho, se contratan extranjeros porque los locales ya están trabajando".

Calidad humana sobresaliente: hacer sentir bien a los demás

A pesar de que construir vínculos de amistad no fue sencillo, Pablo siente que esta dificultad es un denominador común de muchos países, sobre todo en los lugares más chicos. Aun así, en las islas Feroe descubrió una calidad humana sobresaliente, algo que considera que es una característica de los países escandinavos.

"Entrar a los círculos de amigos siempre cuesta. Por ejemplo, si un grupo de gente que se conoce desde la secundaria se junta todos los jueves a tomar café, quizá no acepten a alguien nuevo, sin importar el país del que hablemos", observa. "Acá siempre te están preguntando si estás bien, cada vez que termina tu jornada laboral todos te saludan y te dicen `gracias por el día de hoy´ ¡hasta los dueños y gerentes! Está implementada la idea de que, mientras más contento está el empleado, mejor rinde, y desde chicos se enseña la importancia de hacer sentir bien a los demás; piensan en el bien general y no solo en el de uno mismo. Me encanta que todos, hasta los más poderosos te tratan con respeto y como persona, acá da igual quién sos o el apellido que tengas, lo importante es que seas buen ser humano".

En las islas Feroe las diferencias de temperaturas estacionales no son pronunciadas y oscilan entre 1°C y los 13° C.


"Las Islas Feroe es un lugar muy amigable, me recuerda a la Argentina: me impactó que su gente tiene una forma de ser que mezcla rasgos latinos y escandinavos. Son familiares, les gusta juntarse continuamente, y como todo isleño, se toman su tiempo para todo".
¿Argentina o Europa?: Regresos agridulces y aprendizajes
Para Pablo, regresar a la Argentina significa reencontrarse con su pasado, reflejado en la fachada de su vieja escuela, en las calles céntricas de San Martín, y en los barrios que solía frecuentar. Significa volver a ver a la familia y a los amigos, que lo trasladan a su infancia y adolescencia, y le recuerdan de dónde viene y quién es.
"Es una sensación muy rara, cuando me fui dejé esa parte de mi vida en Argentina; ahora ya no soy el mismo, pero cada vez que viajo me reencuentro con mi persona de hace veinte años atrás", reflexiona profundamente emocionado. "También siento tristeza por cómo se vive en la Argentina, cada vez que vuelvo me impacta el deterioro. Cuando dejé mi barrio estaba cuidado, ahora hay una pobreza estructural y lo ves por todos lados. Y me da bronca darme cuenta de que Argentina es un país que vive en el pasado, desorganizado, donde no se cumplen las leyes. Me da rabia ver que es un país que no avanza".
Un paisaje típico. Pablo sueña con una Argentina próspera y fantasea con poder vivir parte del año en Argentina y la otra en la Islas Feroe.
Un paisaje típico. Pablo sueña con una Argentina próspera y fantasea con poder vivir parte del año en Argentina y la otra en la Islas Feroe.
Pablo dejó la Argentina para construir un mejor futuro, pero jamás imaginó que las islas Feroe formarían parte de su destino. Los caminos inesperados del amor lo acercaron a un rincón del mundo de una particular belleza y del que está muy agradecido. Hoy, luego de varias experiencias europeas y cinco años en el archipiélago, siente que logró una buena vida junto a su familia, en un hogar cálido, con un trabajo, y rodeado de gente muy querible.
"En las islas Feroe aprendí a respetar en un sentido superior, uno donde el bien de la comunidad, el universal, pesa más que el individual. Y, de alguna manera, me recuerda a la San Martín de Mendoza de mi crianza".
"Mi travesía, en general, ha sido una de grandes aprendizajes culturales y personales. Cada lugar, con sus similitudes y diferencias, me ayudó a crecer, evolucionar. Sin lugar a dudas, a Europa – en relación a lo económico y la calidad de vida - no la cambio por Argentina. Pero, a pesar de todas sus bondades, si nuestra patria fuera un lugar seguro, organizado y poco corrupto, no cambiaría Argentina por Europa. Aun así, lo único cierto es que los eventos de mi vida tomaron una dirección y ahora siento que pertenezco a Europa, y creo que eso no lo cambiaría. Si tuviera que volver atrás y tomar la decisión de irme otra vez, tomaría el mismo camino".

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