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miércoles, 30 de agosto de 2023

Neandertal (1) El cristal de caza

Emmanuel Roudier es un autor de cómic francés, y un verdadero experto en Prehistoria paleolítica. Entre sus obras están Vo’Houna, Ao le Petit Neandertal, y la que es probablemente su obra cumbre: "Neandertal", una epopeya en tres partes sobre esa otra humanidad pleistocena.
En estos momentos, Roudier ultima la publicación de "La Guerre du Feu", adaptación de la conocida novela del mismo nombre, que dio lugar a la película "En Busca del Fuego". También es, en fin, el autor de un juego de rol de mesa sobre el Cuaternario llamado Würm, premiado con el Grog d’Or que concede el "fandom" francés. La edición es castellano es de tipo "integral" u obra completa.

Arte gráfico

El dibujo, entintado y color son precisos, estéticos y delicados. Se nota que sus cómics son obras completamente vocacionales, que realiza con minucioso cuidado y dedicación.  Los rostros de sus personajes son sumamente expresivos, muy humanos, y además los individualiza con gran maestría. Las expresiones corporales y la captura del movimiento son correctas (aunque quizás esos no son sus mayores fuertes).  Pero donde realmente se despega de otros autores es en la espectacularidad de sus paisajes y panorámicas, y en las escenas de fauna salvaje (bueno, siendo del Pleistoceno, de fauna sin más).

La historia

El argumento de "Neandertal" no nos sorprende por su gran originalidad. Lo que hace es unir dos aspectos muy conocidos de la literatura: Una tragedia clásica al estilo shakesperiano, con resonancias de Hamlet, con el clásico viaje del héroe/antihéroe (uno de los grandes estereotipos de la ficción contemporánea).  Dicho esto, lo cierto es que esos temas tan habituales están resueltos con oficio narrativo y algunos momentos sorprendentes.
Los personajes son muy humanos, con personalidades individuales, detalladas, y motivaciones bien construidas. Además de la aventura, la tragedia de tintes clásicos, y la importancia del mundo natural, el cómic también tiene toques de humor y momentos entrañables que te permiten identificarte un poco mejor con los personajes y sus vivencias.

La recreación histórica

"Neandertal" es una obra de ficción, pero también una recreación de la vida de esa otra humanidad en el final del Pleistoceno.  En ese sentido, es posible juzgar hasta qué punto Roudier es fiel a los conocimientos científicos actuales. La respuesta más general  sería que es muy fiel, pero a la vez bastante atrevido y creativo.
El detalle de los conocimientos del autor sobre la prehistoria en general, y sobre los Neandertales y el Musteriense en particular, es impresionante. Para un prehistoriador, es un auténtico placer ir leyendo el tomo y observando con detalle las viñetas, reconociendo decenas de pequeños aspectos tomados de artículos científicos, monografías, informes de excavación y otras formas de difusión y divulgación de arqueólogos y paleontólogos.
Desde las escenas de fauna, hasta la talla lítica, el uso de plantas y pigmentos minerales, el trabajo de la piel y la madera, muy pocas cosas se pueden ver como inventadas, improvisadas o simplemente deducidas por Roudier. Al contrario, están documentadas.
Por otro lado, cuando digo que es bastante atrevido y creativo,  me refiero a que rellena los (inevitablemente grandes) huecos de la información arqueológica con lo que la etnografía y la antropología cultural nos cuentan de las sociedades de cazadores-recolectores del pasado reciente, como los bosquímanos, los aborígenes australianos, los nativos americanos, etc.
En ese sentido, Roudier opta por una visión concreta de esa humanidad neandertal: asume que en los aspectos cognitivos e intelectuales más básicos, fueron  indistinguibles o enormemente similares a nosotros mismos (un planteamiento que comparto por completo).
Eso le lleva a plantear que, mientras el registro arqueológico no lo contradiga –y no lo hace- es legítimo asumir que los comportamientos elementales, la organización grupal, el lenguaje, la interacción de los distintos clanes, y otros elementos (etnicidad, expresión simbólica) debieron responder a los mismos patrones que los que se documentan en cualquier otra sociedad de cazadores-recolectores. 
A partir de ese razonamiento general, y al entrar en detalles concretos sobre el vestido, la decoración corporal, el tamaño de los grupos, etc, está claro que a veces presenta unas realidades que no están probadas por completo por la arqueología. Pero también hay que recordar que es una obra de ficción histórica.
Dentro de mi admiración generalizada por como se presenta en el cómic "lo que sabemos sobre los Neandertales", hay un aspecto concreto que quizás no comparto:  cómo aborda Roudier la cuestión del canibalismo: Lo limita a un grupo aislado de “devoradores de hombres”, temido y rehuido por el resto de los clanes. Parece que se opta por una solución bastante "fácil" para un tema complicado.
Pero de todas formas, entiendo que las necesidades narrativas y el carácter de la obra (sobre todo como un “viaje del héroe”) hacen apropiada esa elección.
En resumen, una obra fantástica y un verdadero “must have” para los que sean aficionados a los comics y tengan algún interés en la Prehistoria. 


Cremallera - cierre (Machete educa y entretiene)

La cremallera consiste en dos cintas, cada una dotada en su punto de encuentro de un juego continuo de dientes (metálicas o plásticas). Cada juego interactúa con el de la otra banda mediante uniones y separaciones. El conjunto va deslizando a medida que pasa una pieza corredora (dotada de una lengüeta que facilita al usuario el movimiento de abrir y cerrar). En el extremo final hay un tope para la interpenetración de los juegos de dientes de las cintas.


Fuente Editorial Océano


Los septenios: Tu vida cambia cada siete años

El planteamiento de Antroposofía es una cosmovisión espiritual del ser humano, con áreas de aplicación en la educación, en la medicina, en la arquitectura, las artes, entre otras. Particularmente, dentro de su cosmovisión del ser humano y su desarrollo espiritual, Rudolf Steiner estableció los septenios, que es el estudio biográfico de las personas cada 7 años, y el estudio del temperamento. Steiner enuncia que el desarrollo puede verse tripartitamente, hablando de maduración física, maduración anímica y maduración espiritual.

Esto quiere decir que en los primeros 3 septenios (de 0 a 7 años, de 7 a 14 y de 14 a 21) lo que prima es la consolidación del cuerpo físico de la persona, y la temática central es el conocer la vida en la cual encarnamos. Luego, con nuestros órganos y cuerpo ya consolidados, comienza el desarrollo anímico, entre los 21 y 42 años. Lo que prima en esta etapa es la aceptación de la vida y trabajar en lo que uno vino a aportar a este mundo. Finalmente, entre los 42 y los 63 (y en adelante) encontramos el periodo del desarrollo espiritual, donde comienza la recapitulación de la vida, donde el alma se pone en servicio del Yo, para que él pueda expresarse, junto a las virtudes de la humildad, la aceptación y el amor.



En resumen, la Antroposofía nos plantea un camino evolutivo de nuestro desarrollo humano, dividiendo nuestra estadía en el mundo en tres etapas: encarnar y desarrollar nuestro vehículo en el mundo que es nuestra corporalidad; luego, aceptar nuestra realidad y aportar al mundo lo que vinimos a entregar; para finalmente, poder expresar nuestro espíritu y sus cualidades en el mundo. A continuación los invito a descubrir las principales características de cada uno de estas etapas que duran siete años, y así poder situarnos en la que nos corresponde y nutrirnos conscientemente de ellas.


Primer Septenio: 1 a 7 años

En este septenio nace el cuerpo físico del bebé, siendo muy importante la gestación de este mismo, ya que las enfermedades que existan en este septenio se deberán en gran medida como repercusión a cómo fue el embarazo de la madre. Es fundamental también dos procesos que ocurren alrededor de los 3 meses: primero es el desarrollo psicomotor del niño, y segundo, las enfermedades que pueden entenderse como una guerra de vida y muerte: es común que los niños tengan altas fiebres, ya que a través de esto el niño transforma sustancias de la madre en sustancias propias. La antroposofía plantea que mientras más fiebre tenga el infante cuando chico, más probabilidades de no padecer enfermedades autoinmunes cuando grande. Continuando con el desarrollo psicomotor, es fundamental también el momento en que comienza a caminar erguido, ya que es una manifestación de la individualidad del niño, de su yo individual. El órgano que prima en este septenio es el sistema nervioso, ya que a través de él va desarrollando las habilidades perceptivas, tanto con la imitación, el tacto, el movimiento, el equilibrio. Para poder fomentar esto es fundamental instar el juego con el niño. Otro elemento fundamental es el dar calor, ya que este posee una doble funcionalidad: primero, en el nivel físico esto se vivencia como protección, y en un nivel anímico esto se vive de tal manera que el niño siente que es importante para el adulto, lo que va otorgándole confianza en el medio externo, que finalmente conlleva a poseer un buen nivel de autoconfianza. Finalmente, la antroposofía plantea que es fundamental que el infante vivencie su realidad según esta frase: “El mundo es bueno”, donde pueda explorar, jugar y vivenciar de manera positiva y confiable el mundo que lo rodea.


Segundo Septenio: 7 a 14 años

Alrededor de los 6 años el niño comienza a perder sus dientes de leche: esto nos indica el comienzo de cambio de septenio y que el sistema nervioso del niño ya está desarrollado y listo para comenzar la escolaridad. En este septenio se comienza a forjar el temperamento, el cual puede ser colérico (fuego), sanguíneo (aire), melancólico (tierra), o flemático (agua)…. ¿se acuerdan que lo hemos mencionado alguna vez? . Cada temperamento tiene rasgos de comportamiento determinado, una forma de vincularse con el mundo, de vivenciar las experiencias, entre muchas otras cualidades. Otro aspecto fundamental de este septenio es la habilidad o posibilidad de comenzar a adquirir hábitos, que abarcan más que dormir, comer o trabajar, sino que pueden ser hábitos de respeto, de no criticar, de comprender y saber perdonar, entre otros. Es fundamental entonces poder fomentar y cultivar estos hábitos, tanto por parte de los padres como de los profesores. Alrededor de los 9 años comienzan lo que se denomina los sentimientos del yo, lo que abre al niño hacia un mundo de polaridades a partir del sentir: sentir simpatía y antipatía, sentir el yo afuera y el yo adentro y de esta manera comenzar a experimentar sentimientos. Esto puede diferenciarse claramente con los niños más pequeños, donde todo es de todos: aquí comienzan los límites de la polaridad. Finalmente es muy posible que haya una búsqueda espiritual, donde busque religiones para buscar esa conexión, ese poder religar con lo que antes de encarnar estuvo unido.


Tercer Septenio: 14 a 21 años

En este septenio la antroposofía plantea que a partir de la menarquia y la primera polución, hay una diferenciación entre niños y niñas en su comportamiento: ellas, las niñas, se ponen introvertidas, mientras que ellos comienzan en una etapa de rebeldía. Recordemos también que Steiner es del año 1900, por lo que hemos pasado por bastantes cambios socioculturales que pueden marcar una diferencia hoy en día, pero en rigor ese es el planteamiento descrito por la antroposofía. En esta etapa hay un énfasis en el pensar para poder conocer el mundo: antes el niño solo hacía registros, mas ahora lo procesa y lo debate más activamente. También comienzan a buscar conscientemente a los amigos que quieren tener, estableciendo relaciones kármicas importantes. Que los jóvenes posean una aproximación a la música también es muy común en este ciclo, ya que lo hacen como una manera de religar con la espiritualidad de forma más sutil. Un evento gatillante y fundamental es que a los 18 años y medio ocurre el primer nodo lunar: estos son estancias cósmicas donde el sol, la luna y la tierra están en la misma ubicación que cuando nacimos. Este nodo nos trae un cuestionamiento de “¿qué vine hacer en esta vida?”. Esta inquietud podría explicar la gran taza de disidencia de estudiantes universitarios de primer año de esta edad, que entran en una carrera sin tener claro que quieren hacer, cambiándose de elección hacia una más acorde con su vocación.


Cuarto Septenio. 21 a 28 años

Este es un septenio de experimentación: de tener experiencias variadas, tanto como diferentes viajes hasta diferentes trabajos. Hay una búsqueda de validación a través de los amigos y de la carrera. Se hace énfasis en la calma interior, donde, a través de ella, vamos a ir adueñándonos de los espacios que habitamos. Esto quiere decir, que a través de un proceso de estabilización, vamos a poder amoldarnos a los límites que vamos a ir conociendo en este mundo que se abre, ya fuera de la escolaridad y de lo conocido. A los 28 años comienza una crisis de los talentos, que es cuando cesa la inspiración y comienza la transpiración. Esto quiere decir que los eventos que antes universalmente se iban dando fácilmente, dejan de fluir, siendo necesario más esfuerzo de parte de uno para lograr los objetivos. Recordemos que los tres septenios anteriores eran los septenios corporales, donde estábamos más protegidos y acompañados por la divinidad, mientras nuestra corporalidad se iba desarrollando. En cambio en el cuarto septenio ya comenzamos los septenios anímicos, donde es momento de hacerse cargo de la vida con lo forjado anteriormente, a empoderarnos a partir de nuestro propio mérito y esfuerzo, ya que ahora dependemos solamente de nosotros mismos, como si fuera un empujón del universo hacia la adultez. Es un buen momento para plantearnos el cómo vivenciamos al mundo y cómo nos vivenciamos a nosotros mismos, siguiendo el planteamiento anterior de ir en un camino hacia la adultez y hacia el hacerse cargo.


Quinto Septenio. 28 a 35 años

En este septenio se sitúa lo que se denomina el lugar kármico: es el situarse en el lugar exacto donde uno realiza aquello que vino a hacer, conjunto a las personas con las que tenemos que llevarlo a cabo. Se puede apreciar que este ciclo está en la mitad de los septenios del cuerpo y del espíritu, lo cual produce una vivencia de Aquí Estoy Yo: se sitúa el ego terrenal en la tierra y comienza una nostalgia por lo no vivido, pero al mismo tiempo una apertura hacia la espiritualidad. Como se sitúa el ego terrenal en la mitad del desarrollo corporal y espiritual, es muy difícil tratar adicciones después de los 33 años. Esto es porque comienzan nuevas etapas en el desarrollo del ser humano, donde se destaca la organización que tiene él en el mundo actual: es así como la adicción forma a ser entonces parte de esta organización del yo terrenal de la persona, siendo muy difícil de rehabilitar.



Sexto Septenio: 35 a 42 años

Este septenio nos trae el segundo nodo lunar, el cual llega a los 37 años. Esta vez nos hace cuestionarnos si estamos haciendo lo que tenemos que hacer en esta vida: despierta, o nos remueve, el concepto de autenticidad, que es el poder reconocer que hay problemas, que no somos perfectos; nos permite asumir lo que está pasando alrededor de nosotros y poder hacernos cargo de ello. En este periodo se vivencia frecuentemente el perdón hacia los padres, y paralelo a estas vivencias comienza también el decaimiento del cuerpo físico. La tarea fundamental es que nuestra alma no decaiga con el cuerpo, sino empoderarnos con este proceso, de tal manera que lo tomemos como una oportunidad: mi cuerpo decae, pero mi alma aflora, preparándonos para el siguiente ciclo de septenios, el ciclo espiritual.

Séptimo Septenio: 42 a 49 años

Aquí comienza el desarrollo de los septenios espirituales, lo que nos trae fundamentalmente la habilidad de poder mirar más de lejos las cosas, sin quedarnos atrapados en ella: se pueden separar los hechos más fácilmente, con objetividad y desapego. El planeta Marte trae a este septenio una energía movilizadora, que da fuerza para resolver inquietudes del septenio anterior, abriendo nuevas vías de creatividad para responder si estamos haciendo lo que tenemos que hacer. Otra energía creativa que se da de manera paralela es el comienzo de la menopausia, que puede manifestarse fundamentalmente en dos vías de creación: la primera, es los llamados aquí en Chile “conchitos”, es decir la mujer tiene su último hijo a esta edad. O la otra resolución hacia esta energía es el tener otras profesiones, otros trabajos, crear proyectos, iniciar otras empresas, entre otras. Esto puede entenderse también como un brote de energía creativa, que mantiene activa y vigorosa a la persona, tanto hombre como mujer, en este septenio, lo cual cabría como resolución del nodo lunar del septenio anterior. Finalmente ocurre un contraste muy importante con la juventud, por lo que es común ver padres y madres que comienzan a competir con sus hijos, para no vivenciar esta decadencia corporal natural del ser humano.




Octavo Septenio: 49 a 56 años

En esta etapa de nuestra vida surge una nueva cordialidad, es decir, una nueva manera de que el corazón se vincula con el mundo, fundamentado desde el compromiso y la compasión; ellas son nociones más elevadas de vincularse, las cuales nos demuestran la presencia del espíritu en esta etapa de vida. Aquí uno se entrega hacia el otro, ya que en el pasado nos estábamos formando para poder hacerlo en su totalidad. A los 55 años y medio ocurre el tercer nodo lunar, que nos presenta una energía de introspección hacia dos puertas de autoconocimiento: la primera es el cuestionamiento de que si hicimos lo que teníamos que hacer, y la segunda es qué podemos hacer todavía.


Noveno Septenio: 56 a 63 años

En este septenio es frecuente una búsqueda hacia la soledad, posiblemente impulsado por la energía de Saturno, que trae su sabiduría espiritual y guía. Esto nos permite también hacer una síntesis de lo vivido en los anteriores septenios. Saturno también nos da la energía de contactarnos con la manifestación del espíritu en la tierra. Dos crisis pueden ser fundamentales en este septenio: la primera es a nivel de los vínculos: conflictos en la sociedad que conformamos nuestra biografía, tanto familia, hijos, compañeros. Si los conflictos que surgen aquí, por ejemplo, como la partida de los hijos de la casa, no son superados, una depresión puede manifestarse. La segunda crisis deviene, de una apertura de conciencia por el espíritu, que llama a despertar, manifestándose en la búsqueda de la justicia, la verdad, de la libertad, o de la fraternidad. De esta forma, lo que busca este despertar espiritual, es poder manifestarse en la persona a través de la acción, de la presencia, de la voluntad, para que así pueda estamparse en la vida de la persona de forma activa, desplegándose en su día a día: superar las crisis biográficas anteriores, va a ser imperativo para que pueda manifestarse el espíritu sin ataduras ni temores; sin conflictos actuales en nuestra existencia terrenal, para poder así desarrollar la esencia espiritual.