Cuando el viejo Buth se encontró con ese joven desfalleciente en medio del desierto, no imaginó que se hallaría a sí mismo pensando como uno de esos salvajes supersticiosos acerca de divinidades burlonas que se divierten jugando con los hilos del destino. Pero al socorrerlo, toda su sabiduría no podía explicar cómo ese muchacho tenía en su posesión el medallón que perteneciera a uno de los últimos descendientes de las estrellas. Al recuperarse, el joven llamado Hor relata que busca vengar a sus padres, asesinados por hombres que bajaron del cielo. Supo que era el momento de emprender ese viaje cuando vio una señal en las estrellas.
Como todos los héroes, Hor inicia su viaje para encontrarse con el destino. ¿O es el destino que fue a buscarlo a él? Difícil pregunta que no tiene respuesta fácil. Descubrir que tu propia sangre dictamina las decisiones que tomarás es abrumador, pero Hor honra su destino desde el momento en que descubre que su padre no es otro que Henga, el descendiente de las estrellas que eligió a la humanidad. Y la misma elección hará Hor, cuando destroce los sueños de conquista de los que sobrevivieron a los Atlántidas.