'Claro de luna' de Albert von Keller, una pintura de 1894
Desde que la cruz se introdujo como parte de la simbología cristiana, lo que fue una forma de condena para criminales desde la antigua Roma, cuando se aplica a los hombres representa una imagen santificada y devocional pero si esa cruz acoge el cuerpo de una mujer, se convierte en blasfemia, ofensa o depravación.
Uno de los momentos cumbres de la imaginería religiosa católica está asociada a la crucifixión de Cristo. Ese momento en el que, según los evangelios, las tinieblas se abren paso y Jesús encomienda su alma a Dios. A lo largo de la Historia del Arte, este momento de tensión y patetismo ha sido a menudo representado, porque este y no otro, es el tema central de la religión cristiana y también de la eucaristía.
El sufrimiento de Jesús en la cruz hace referencia a los aspectos doctrinales más importantes de la teología cristiana como son la expiación de los pecados, la salvación y la muerte y resurrección. Lo más interesante sobre este tema simbólico de la crucifixión es que, asociado a los hombres, otorga poder y distinción: son los casos paradigmáticos de Jesús de Nazaret, San Pedro, que fue crucificado boca abajo en Roma, según los evangelios apócrifos y San Andrés que fue martirizado en una cruz con forma de aspas.