El Fugitivo Temerario N°1

La obra en cuestión, aunque ambiciosa en su extensión numérica, se tambalea sobre los pilares de una calidad cuestionable. Su principal debilidad reside en la perpetuación de estereotipos y prejuicios, reflejo de una idiosincrasia pueblerina que aún lucha contra las arraigadas garras del machismo. 

Editada originalmente en México con la colaboración de Waldo Miró y Andrés Cisneros, tuvo un recorrido significativo en Colombia bajo el sello de Editorial CINCO. Su lanzamiento inicial data del 24 de noviembre de 1981, alcanzando su conclusión aparente con el número 342 en agosto de 1989, momento a partir del cual se iniciaron reediciones. A pesar de la proliferación de rumores en la red sobre una posible extensión hasta los números 392 o 382, la falta de evidencia concreta sugiere que la serie finalizó abruptamente en el número 342, quedando inconclusa. La hipótesis más plausible atribuye este desenlace a la muerte del autor, lo cual habría motivado la decisión de la editorial de no proseguir con la narrativa original.

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 Un lujoso yate se mece entre las olas cerca de la costa de Brisbane, la tercera ciudad más grande de Australia. En dicha embarcación se celebra un fastuosa fiesta, organizada por Sam Broston, un multimillonario hombre de negocios, quién tiene fuertes vínculos con el hampa australiana. Una serie de asesinatos se dan en el yate, sin que los invitados lo adviertan, a excepción de Brenda Martin, esposa de Alan Martin, socio de Sam Broston. Dichos asesinatos son parte de una purga organizada por el obeso multimillonario, en la cual está incluido el mismo Alan Martin, quién ahora debe huir, junto con su esposa y dos pequeños hijos para salvar sus vidas.

Alan inicia una desesperada carrera por salvar su vida y la de su familia, en medio del acecho de los secuaces de Sam Broston, quienes tienen órdenes estrictas de capturar a Alan y a su familia...

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Si bien la magnitud de recursos desplegados para el desarrollo de una única trama resulta llamativa, este esfuerzo se ve menoscabado por la repetición de clichés y la falta de una perspectiva crítica frente a las estructuras sociales problemáticas que pretende representar. En definitiva, la obra, más allá de su evidente despliegue técnico, se ve comprometida por la internalización y reproducción de ideas preconcebidas, dejando al espectador con una sensación de oportunidad desperdiciada y un discurso moralmente ambiguo.

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