En los años setenta, la cultura popular experimentó un notable auge en la creación de personajes de cómic que trascendían su ámbito original. Marvel Comics, consciente del éxito de la serie televisiva "Hulk", decidió introducir una versión femenina del monstruo esmeralda: Hulka, o She-Hulk. Esta innovadora propuesta fue encargada a los reconocidos Stan Lee y John Buscema, culminando en la aparición del personaje durante las festividades navideñas de 1979.
Hulka, cuyo nombre real es Jennifer Walters, es presentada como una abogada tímida y competente, prima de Bruce Banner. La trama se complica cuando, tras un incidente que pone en peligro su vida, Bruce se ve obligado a realizarle una transfusión de sangre, lo que desencadena una mutación que otorga a Jennifer los mismos poderes que su primo. Sin embargo, la historia de Hulka no se limita a los arquetipos comunes de los superhéroes; se adentra en la exploración de la dualidad de su existencia como mujer y profesional.
Más allá de sus poderes sobrehumanos, la evolución del personaje a través de los guionistas Roger Stern y John Byrne introdujo un enfoque más humorístico y ligero, desafiando las convenciones del género. Este tratamiento no solo amplió la base de lectores, sino que también ofreció una representación más compleja y matizada de la figura femenina en cómics, abriendo la puerta a una nueva era de narrativas que celebran tanto la fuerza como la vulnerabilidad de sus protagonistas.
En conclusión, Hulka se erige como un referente significativo en el mundo del cómic, fusionando humor y feminismo con aspectos legales, lo que la convierte en una superabogada modelo. Su inclusión en el universo Marvel no solo enriqueció la diversidad de personajes, sino que también sentó las bases para el desarrollo de heroínas más completas y realistas en la industria del entretenimiento.