La popularidad de las historias de fantasmas ha experimentado un declive notable en las últimas décadas. Este fenómeno puede atribuirse a una combinación de factores culturales y tecnológicos.
En primer lugar, el auge del escepticismo científico ha erosionado la credibilidad de lo paranormal. La sociedad moderna, cada vez más informada y racionalista, tiende a buscar explicaciones lógicas y empíricas a los fenómenos inexplicables, relegando las narrativas sobrenaturales al ámbito del entretenimiento.
En segundo lugar, el exceso de información y la sobreexposición a contenidos audiovisuales han generado una saturación en el público. Las historias de fantasmas, otrora novedosas y aterradoras, se han vuelto predecibles y repetitivas, perdiendo su capacidad de sorprender y cautivar.
Finalmente, la evolución de los gustos y preferencias del público ha desplazado el interés hacia otros géneros narrativos. La ciencia ficción, el thriller psicológico y el horror más visceral han ganado terreno, ofreciendo nuevas formas de explorar los miedos y ansiedades humanas.
La disminución en la popularidad de las historias de fantasmas refleja un cambio en la cosmovisión de la sociedad, un aumento en la exigencia del público y una diversificación de las opciones de entretenimiento. Si bien es improbable que desaparezcan por completo, su papel en la cultura popular se ha visto considerablemente reducido.