"¿Sabes quién?" es una producción de la editorial OCÉANO en tres tomos. Empezaremos por el tercero dedicado a los inventos, el cine, la música, la pintura y escultura y los grandes exploradores.
Todos los días iremos entregando una respuesta a una pregunta sobre las más importantes transformaciones que ha experimentado nuestra civilización.
Desde luego que no hemos pedido ningún permiso a la editorial para reproducir los contenidos... Si ustedes perciben una abrupta interrupción, es porque nos han hecho un juicio.
Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence protagonizan el filme en el que interpretan a dos astrónomos.
"Don't Look Up": ¿puede un meteorito de 10 km destruir la Tierra? (y otras preguntas científicas sobre la película de Netflix)
BBC News Mundo
Don't Look Up nos muestra un escenario que ya se ha tratado varias veces en el cine, pero esta vez lo hace con sátira y dándole una especial relevancia a la ciencia y los científicos.
El filme muestra a dos astrónomos, protagonizados por Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence, que descuben que un cometa se dirige de manera inminente a la Tierra y la destruirá por completo.
La película, dirigida por Adam McKay, explora el rol de los medios, la política, las redes sociales y la ciencia misma respecto a la reacción que la humanidad tendría frente a un evento como ese.
Los astrónomos descuben que un cometa se dirige de manera inminente a la Tierra y la destruirá por completo.
¿Qué tan probable es que un meteorito impacte la Tierra?
Según la NASA, diariamente sobre la Tierra caen unas cien toneladas de material interplanetario. La mayoría de ese material es polvo que se libera de los cometas.
La Oficina de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (UNOOSA, por su sigla en inglés) define una categoría de cuerpos espaciales llamada Objetos Cercanos a la Tierra (NEO, por su sigla en inglés).
Entre ellos, 2.238 fueron clasificados como "Asteroides Potencialmente Peligrosos", ya que pasaron a unos 4,7 millones de km de la órbita de la Tierra y tenían un tamaño mayor a 140 metros.
Pero también, en un promedio de cada 10.000 años existe la posibilidad de que asteroides mayores de 100 metros puedan impactar sobre la Tierra y causar desastres a nivel local o generar olas que inunden áreas costeras.
Meryl Streep en una escena del filme en el papel de presidenta de Estados Unidos
La NASA afirma que "ningún asteroide conocido presenta un riesgo significativo de impacto con la Tierra durante los próximos 100 años".
El riesgo más alto lo representa un asteroide llamado 2009 FD, que en el año 2185 tendrá menos de 0,2% de posibilidades de impactar el planeta.
¿Existen protocolos y mecanismos de defensa contra los meteoritos que puedan amenazar la Tierra?
Tanto la ESA como la NASA tienen oficinas de defensa planetaria dedicadas al monitoreo de NEOS.
La misión de esas oficinas es identificar y rastrear la trayectoria de objetos que puedan representar un riesgo para la Tierra, definir sus características, evaluar las consecuencias de un posible impacto, compartir las información con otras agencias y desarrollar métodos para desviar asteroides.
En noviembre, la NASA y la ESA lanzaron la primera misión que busca desviar un asteroide.
Se trata de la nave DART que tiene el objetivo de estrellarse con el asteroide Dimorphos y cambiar su rumbo.
Este asteroide no representa ningún riesgo para la Tierra, pero la idea es probar la tecnología que algún día podría ser necesaria para desviar de su curso un asteroide peligroso.
Los actores Leonardo Di Caprio y Jennifer Lawrence en una escena de la película Don´t Look Up
Entre los métodos que la NASA ve más viables está desviar la trayectoria del asteroide, ya sea mediante la fuerza de gravedad de otro objeto o golpeando al asteroide, como lo hará DART. También menciona que usar explosivos nucleares debería ser "el último recurso".
¿Se puede extraer riqueza de los meteoritos?
Los asteroides que pasan cerca de la Tierra tienen el potencial de ser explotados algún día en busca de materias primas, indica la NASA.
Los asteroides puede contener metales como hierro, níquel, platino y oro, que se pueden utilizar para generar combustible para cohetes y construir estructuras en el espacio.
Según la NASA, se estima que la riqueza mineral acumulada en el Cinturón de asteroides equivaldría a unos USD$100.000 millones por cada persona en la Tierra..
En 2020, un estudio calculó que el asteroide Psyche 16, descubierto en 1852, contiene una cantidad de metales equivalente a US$10.000 cuatrillones.
Teniendo en cuenta que el valor de la economía global en 2019 era de US$142 billones de acuerdo al portal de datos alemán Statista, podría decirse que los minerales de Psyche valen unas 70.000 veces más.
En 2022, la NASA y SpaceX planean lanzar una nave que debería llegar a Psyche 16 en 2026.
A 100 kilómetros al oeste de la costa de Chile
Las estimaciones del lugar donde caería el meteorito han dado lugar a todo tipo de bromas e ironías.
Revuelo ha causado en las redes sociales la película "No miren arriba" ("Don't Look Up") –que se estrenó el viernes pasado en Netflix–. Y no solo por su temática o por las grandes actuaciones de Meryl Streep, Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, sino también por las reiteradas alusiones que se hacen a Chile a lo largo del filme.
El argumento no es nuevo: un cometa se dirige a la Tierra, amenazando con terminar con la vida en el planeta; pero el gran giro es cómo abordan ese hecho los distintos actores de la sociedad, desde los políticos, la prensa, quienes ostentan el poder económico, los científicos y los propios ciudadanos, sumidos bajo la influencia de las redes sociales.
Dentro de la trama, llama la atención que, de acuerdo a los cálculos que hacen los astrónomos –interpretados por DiCaprio y Lawrence–, se proyecta que el cometa caerá en el océano Pacífico, 100 kilómetros al oeste de la costa de Chile.
En otro pasaje del filme incluso se señala que se le pagará una millonaria suma al gobierno chileno a cambio de que permita que el meteorito se precipite en sus costas, además de darle refugio a sus autoridades en un búnker. Más adelante, también se menciona que hay quienes piden abrir las fronteras a los migrantes chilenos que están huyendo del país ante la proximidad del meteorito. Las continuas menciones a Chile no han pasado inadvertidas por los usuarios de redes sociales, que han ironizado con el hecho de que el meteorito se estrelle justo en costa chilena.
Las publicaciones bromean con el supuesto pago que recibiría el gobierno chileno por aceptar el daño colateral del impacto: "Lo más absurdo de la película es que el gobierno de Chile decide aceptar tsunamis catastróficos a cambio de 90 mil millones de dólares.
Algunas de las obras del célebre escritor francés, también es autor de Los tres mosqueteros, han sido traducidas a más de 100 idiomas.
El escritor Alejandro Dumas y El Conde de Montecristo aparecen este viernes en la página de inicio del buscador google en un doodle que pretende homenajear al escritor francés por los 218 años de su nacimiento que se cumplen este 2020 y 176 de una de sus obras clave cuyo protagonista es Edmundo Dantès. El ingenioso doodle recrea algunas de las escenas de la célebre obra del literato francés.
Alejandro Dumas nació un 24 de julio de 1802 en Villers - Cotterests. Su normbre real era Dumas Davy de la Pailleterie pero lo cambió por Alexandre Dumas, tomando el apellido de su abuela paterna, Marie-Césette Dumas. Ya de pequeño le contaban las historias de su difunto padre, un general del ejército francés, que posteriormente sirvieron de inspiración para escribir una de sus obras más famosas, El Conde de Montecristo, que hoy homenajea también el doodle.La historia narra el viaje a Marsella de Dantès en el que es detenido acusado de ser un agente bonapartista.Trasladado al castillo de IF, entabla amistad con el abate Fariam, quien le explica la historia del gran tesoro en la isla de Montecristo. Dantès decide entonces escapar para intentar conseguir la fortuna en Montecristo.
El célebre autor de obras como Los Tres Mosqueteros o El Conde de Montecristo se inspiró en la realidad de guerras y conspiraciones imperante en el siglo XIX en su Francia natal pero también en otras partes de Europa para construir la historia de su primera y célebre novela: Los tres mosqueteros .
Dumas es uno de los literarios franceses más famosos gracias a Los Tres Mosqueteros que junto con El conde de Montecristo han sido traducidos a más de 100 idiomas y son dos clásicos que se mantienen vigentes en la actualidad. (La Vanguardia)
La streamer y gamer tenía 21 años y llevaba años soportando ataques. Kristina “Kika” Dukic fue encontrada muerta en su casa de Belgrado, la capital serbia, el 8 de diciembre, tras sufrir años de ciberbullying.
El suicidio de la joven, que tenía más de un millón de seguidores en Instagram, YouTube y Twitch, fue confirmado por su madre Natasa Dukic en una historia de Instagram en la que reveló el calvario que atravesaba “Kika”.
“Este será un momento difícil para todos nosotros y todo lo que podemos hacer es mantener su memoria viva. Te queremos Kika y te extrañamos más de lo que las palabras pueden explicar. Si tienes pensamientos suicidas o sufres de depresión, por favor habla con alguien, no estás solo”, escribió su madre.
Kristina "Kika" Dukic tenía más de un millón de seguidores en Instagram, YouTube y Twitch (@kikax3)
Una de las amigas más cercanas de la influencer, Mira Vladisavljevic, también confirmó la noticia al tabloide serbio Telegraf: “Ocurrió algo terrible. Hago un llamado a todos los medios de comunicación para que informen cuidadosamente sobre este caso y sobre la chica que luchó contra el bullying durante cinco años”.
Dukic llevaba meses dejando pistas en sus publicaciones sobre la pesadilla que atravesaba hace años. Contaba que le dejaban cientos de mensajes de odio. Que criticaban cruelmente su aspecto físico. La acusaban de someterse a cirugías estéticas e, incluso, recibía ataques de otros famosos serbios.
Su familia confirmó que la influencer sufría una campaña terrible de ciberbullying, con trolls que le enviaban mensajes de odio en sus páginas de redes sociales.
En uno de sus videos, Dukic hablaba de su situación y revelaba que sentía que todo lo que hacía no era suficiente para los demás. Mirando a cámara, angustiada, dijo que solo quería ser feliz.
Dukic era muy popular en Instagram, donde compartía sus salidas con amigos y parte de sus actividades diarias (@kikax3)
The Sun revela que uno de sus principales críticos de la influencer fue el gamer serbio Bogdan Ilic, conocido como Baka Prase, que tiene más de un millón de seguidores en Instagram. Fue justamente él quien atacó a la youtuber de manera explícita en el medio local Republika. La acusó de falsa y de buscar el golpe bajo con sus videos. Las declaraciones de Ilic se transformaron casi en un mandato para sus miles de seguidores que bombardearon con mensajes de odio todas las cuentas de la redes sociales de Dukic. La atacaban por su aspecto físico, por cómo se expresaba, e incluso recibió cientos de mensajes que le decían: “Mátate”.
Bogdan, sin embargo, negó cualquier tipo de enemistad con la youtuber, afirmó que habían tenido una conversación recientemente y expresó su tristeza por su muerte. “Siento lo que ha pasado. Siento no haber anunciado que nos habíamos reconciliado y que éramos amigos”, declaró. Y agregó: “Lo siento porque la gente no sabe la razón y señala con el dedo. No le dan paz y respeto a los muertos, solo para conseguir unos cuantos likes, para cumplir con su deseo de venganza y de la manera más fea posible”.
La influencer llevaba cinco años recibiendo ataques en las redes sociales (@kikax3)
Dukic era conocida sobre todo por sus contenidos sobre los videojuegos “Counter-Strike: Global Offensive” y “League of Legends”. Había comenzado su carrera en las redes en 2015, como especialista en el juego de bloques de construcción “Minecraft”, pero también publicó vlogs y videos en su canal de YouTube. La influencer era una de las mejores jugadoras de “CS:GO” de Serbia, según el sitio especializado Game Rant, y había alcanzado el nivel semiprofesional. Recientemente había vuelto al streaming en Twitch después de un largo descanso y se centraba en “League of Legends”, con el objetivo de llegar a un nivel competitivo.
Además, era muy popular en Instagram, donde compartía fotos de su vida cotidiana haciendo ejercicio o saliendo con amigos.
El funeral de la joven se realizará en uno de los mayores cementerios de Belgrado, en Lešće, el 14 de diciembre.
El músico, activista, luthier y escritor uruguayo Alberto Zapicán, a quien Violeta Parra dedicara la canción El albertío y que acompañara a la chilena en su último disco y en sus últimos días, falleció la noche de este 13 de septiembre a los 94 años de edad. Alberto Giménez Andrade, conocido como Alberto Zapicán, vivía con su compañera Lilia "Ñata" Castro en una casa construida con sus propias manos, sin música porque "le recordaba a sus amigos muertos" y en comunión con la naturaleza al sur del Uruguay.
Alberto y Violeta fueron compañeros en la música y en lo cotidiano durante el último año y medio de Violeta. Fue Alberto quien la encontró sin vida luego de que ella se pegara un tiro y fue él, también, quien la salvó de un intento de suicidio unos meses antes, practicándole un torniquete para que dejara de sangrar.
En la entrada del terreno, sobre la ruta interbalnearia uruguaya que une Montevideo con Punta del Este, hay un cartel de los que restringen la velocidad, pero dado vuelta. Allí se lee una palabra en mapudungún pintada a mano en letras rojas: Ayecan. “Significa felicidad en mapuche”, explica su dueño. Algunos diccionarios dicen que también refiere al hecho de sonreír siempre, de sonreír a pesar de todo.
A esta casa se llega sin avisar, las puertas están abiertas. Su dueño siempre está, casi no sale. Dice que no le hace falta. “Adelante, siéntense”, invita apenas sale de su cuarto, unos minutos después de que Lupe, su mujer chilena de 67 años y rasgos mapuches, aparezca desde el bosque, por detrás de la casa, para dar la bienvenida. Con esas dos palabras y la mirada punzante como una lanza, prepara el terreno para recibir, como tantas otras veces, visitas desconocidas. Y esas dos palabras ayudan también a definir a este hombre flaco, de ojos grandes y celestes, barba larga y blanca y la cara aguda como la de un pájaro alerta. El pelo sobre sus hombros, a tono, totalmente blanco, y su frente cruzada a media altura por una vincha de cuero que con el tiempo ha dejado de cumplir la función de sujetar. La primera de las palabras que pronuncia marca su ritmo, así parece transcurrir su vida: avanzando, sin dudar demasiado cada paso. Y la segunda demuestra la calma uruguaya que siempre conservó para vivir, atento a lo que necesita y no a lo que quiere, como él mismo aclara.
Zapicán junto a su actual esposa. Muy parecida a lo que fue Violeta Parra.
“La necesidad nace de lo que se siente, tiene que ver con lo vital, lo fisiológico y las necesidades del cuerpo y del corazón. Lo que se quiere está relacionado con lo racional y tiene que ver con una proyección y una expectativa”, explica.
Alberto Giménez Andrade Zapicán, más conocido como Alberto Zapicán, nació hace 90 años, el 27 de agosto de 1927, en Lavalleja, Uruguay, a pocos kilómetros de un pueblo que lleva su apellido, en honor a un antecesor suyo, el mayor cacique charrúa que habitó esas tierras. Anduvo por distintos lugares del continente, cumpliendo siempre con sus necesidades y no con sus querencias. Cuando era adolescente emprendió viaje hacia el norte, ganándose la vida construyendo viviendas y llegó hasta el Amazonas brasilero donde vivió en comunidades indígenas. Volvió a Uruguay y tiempo después se asentó en Chile donde pasó más de 30 años y nacieron sus ocho hijos. Hoy vive cosechando verduras y haciendo esculturas y cuadros con desechos tecnológicos y orgánicos, casi sin dinero y fuera del circuito de consumo, en una casa que él mismo levantó en Neptunia, un pueblo a poco más de 30 kilómetros de Montevideo, la capital uruguaya.
Autodidacta en sus distintos oficios, aprendió a leer y escribir a los 17 años para declararle su amor a una mujer a la que finalmente nunca le entregó la carta. A los 19 escribió su primer libro y por más que el diga que no es escritor, las letras lo acompañan hasta el día de hoy. El año pasado publicó un libro con textos que escribió a lo largo de toda su vida. “Hay textos recientes y otros que escribí de adolescente, pero no les puse la fecha porque las cosas que escribía a los 17 y las que escribí hasta hace poquitos años tienen la misma claridad.”
“Muchos me han tratado como escritor, como poeta, como folklorista o como pintor, pero no soy nada de eso. Yo escribí, hice música, pinté y canté pero no soy ni escritor, ni poeta, ni músico, ni pintor ni cantor. Me nace algo y lo hago.”
Por si eso no fuera suficiente, también fue militante político, defensor de los derechos de los trabajadores rurales y las comunidades indígenas, miembro del Consejo de Ancianos de la Nación Indígena, terapeuta naturalista, curador y huesero. Lo han intentado definir de múltiples maneras, él prefiere una: artesano en la vida. “Me considero un artesano en la vida. En la vida y no de la vida porque yo a la vida no la modifico, la defiendo. La vida no necesita que la modifique, más bien hay que sacarle la mano del hombre de encima. Siempre me sentí como un artesano en la vida, manejando el espectro de posibilidades que te da la vida. Te da mil posibilidades para vivir, enriquecerte y crecer, sin tener la necesidad de hacer cursitos de verano. Una planta te enseña mucho más que un hombre. La sabiduría está en la naturaleza”, dice.
Alberto Zapicán fue, entre tantas otras cosas, el último acompañante de Violeta Parra. Alberto y Violeta fueron compañeros en la música y en lo cotidiano durante el último año y medio de Violeta. Fue Alberto quien la encontró sin vida luego de que ella se pegara un tiro y fue él, también, quien la salvó de un intento de suicidio unos meses antes, practicándole un torniquete para que dejara de sangrar.
El primer día que Alberto vio a Violeta, ella tocaba frente a las personas que estaban en la La carpa de la Reina y al final se quedó quieto, frente a ella. “¿Qué te creís hueón? estás recién llegado y no aplaudes”, lo increpó.
En tiempos de decadencia de La carpa de la Reina, se acercó a ese centro de arte popular recomendado por su amigo el Gitano Rodríguez porque hacía falta alguien que cosiera y reparara la carpa. El primer día vio a Violeta mientras tocaba frente a las personas que estaban en la carpa y al final se quedó quieto, frente a ella. “¿Qué te creís hueón? estás recién llegado y no aplaudes”, lo increpó. Esas manos largas y gastadas que Alberto usaba para construir y arreglar, no las usaba para aplaudir. “No tengo la costumbre de aplaudir y nunca la tuve”, explica.
Alberto Zapicán y Violeta Parra
Allí comenzó el vínculo entre ellos, que unos días después se convertiría también en una unión artística cuando Violeta lo escuchó tocando el bombo y cantando a solas, imitando a cantores que había escuchado en Uruguay. En ese mismo momento le dijo que dejara las herramientas porque de ahí en más iba cantar con ella y acompañarla con el bombo. Nació así esa hermosa fusión entre ambos que se escucha en el último disco de Violeta, su obra más reconocida: Las últimas composiciones.
Esa voz firme como un tronco de roble que acompaña a Violeta en ese disco es la de Alberto. El cantautor Manuel García explicó alguna vez en una entrevista con la radio de Universidad de Chile, la particularidad de la comunión de las voces de Alberto y Violeta: “Un rol que la Violeta logró con maestría en ese disco es la dualidad. Cuando canta con Alberto Zapicán hace un dúo perfecto en su complementariedad, que no es armónico, sino que son voces paralelas donde macho y hembra se confunden. En canciones como “Una copla me ha cantado” van en paralelo y es una complementariedad que maneja el mundo andino, el campesino. Día y noche, invierno y verano, frío y calor; referentes campesinos que están en todas las culturas importantes. Ella maneja esos dos personajes en las canciones necesarias y donde los textos justifican que haya una dualidad”.
Alberto siempre habla de Violeta con una sonrisa nostálgica en su cara. La define como una mujer que fue parte integral de la tierra. “Violeta era alguien que aportaba al universo. Y de alguna manera me arrimé a ella para eso, para aportar. Hasta hoy yo veo en Violeta a un referente ejemplarizante, un faro muy claro para la vida”, cuenta en una entrevista con Marisol García publicada en The Clinic en 2007.
En ese disco célebre y premonitorio, que también contó con la participación de sus hijos Isabel y Ángel, Violeta le dedicó a Alberto la famosa canción “El Albertío”. “Discreto, fino y sencillo/ son joyas resplandecientes/ con las que el hombre que es hombre/ se luce decentemente./ Alberto dijo me llamo/ contestó lindo sonido/ más para llamarse Alberto/ hay que ser bien Albertío”, reza el final de la canción.
“Luchó toda su vida contra un sistema que es un monstruo, que fue sobre todo tremendo en sus últimos dos años, que le puso trabas y que le daba solamente cláusulas para sobrevivir. Ella sola contra todo eso. Empezó a flaquear, se empezó a desgastar y a perder la energía”, dice Alberto en el libro El canto de todos de Patricia Stambuk y Patricia Bravo publicado por Pehuén Editores.
En el mismo libro, Nicanor Parra cuenta que el día anterior a que Violeta se matara, la invitó a almorzar a su casa ese sábado al mediodía. Luego de comer le propuso que escribiera una novela porque decía que en el país no había novelistas, pero realmente era para buscarle una motivación porque sospechaba que no estaba bien psicológicamente. Ella le contestó que mejor la escribiera él, porque ella estaba muy cansada. Ahí agarró la guitarra y se dispuso a cantar, él le pidió que cantara una canción chilota pero ella insistió en cantar la que ella quería. “Te voy a cantar una canción, se llama "Un domingo en el cielo”, le dijo. Esa fue la última vez que Nicanor la vio, y al día siguiente, el domingo 5 de febrero de 1967, Violeta convirtió en realidad el título de la canción.
Al año siguiente, Alberto le dedicó un disco a Violeta que se llamó “El grito salvaje”. La emotiva contratapa del disco la escribió su amigo personal, el gran cantor uruguayo Alfredo Zitarrosa, a quien Alberto ayudó en la construcción de su restaurante y espacio cultural llamado La claraboya amarilla. “Sé que en este disco quiere expresar su amor, su casi veneración y su apasionada nostalgia por Violeta Parra. Sin duda, todo eso no cabía aquí. Pero asoman en las canciones los brotes nuevos de esa planta que lo abraza para siempre. La gran poetisa chilena, aquella mujer que también lo amó y lo admiró como se puede amar a este hombre blanco y conmovido que es Alberto, vive y circula con su hilito de quejas y pasiones por dentro de estas canciones que la representan, algunas, o le rinden homenaje, todas ellas, por la voluntad de su intérprete”, escribió Zitarrosa.
Luego del suicidio de Violeta, Alberto vivió con Isabel y Ángel, hijos de Violeta, y también siguió tocando con ellos. Después se juntó con Ricardo Yocelevsky, Pedro Aceituno y los hermanos Carlos y Mario Necochea y formaron Los Curaca que en un comienzo se llamó Los de la peña y acompañaban a Ángel que luego se convirtió en el director artístico cuando el grupo cambió de nombre. Por más que tuvo una excelente relación con los hijos de Violeta, Alberto cuenta que en el último tiempo le resultó algo extraño el trato que ellos dos le habían dado a su figura en las entrevistas que leyó. Antes que nada aclara que nunca hablaron mal de él y explica que en las entrevistas las palabras de ellos pueden estar modificadas por la interpretación de los entrevistadores, pero deja en claro que no termina de cerrarle era el lugar donde ellos lo colocaban. Un rol ajeno, como si fuera un extraño que llegó de golpe para sacar provecho del proceso artístico de Violeta. “Si yo le enseñé a tocar el bombo a Violeta”, ríe. Igualmente cuenta que Ángel le hizo llegar una carta antes de morir, a través de un amigo en común, dando las gracias por el trato preferencial que él había tenido con Violeta. “Me agradeció el buen trato que le di a Violeta en la vida, que nadie le había dado. Pero nunca lo hizo público ni cara a cara.” Así como su llegada a La carpa de la Reina no tuvo que ver con lo musical, su primera vez en Chile, a principios de los `60, tampoco tuvo que ver con el arte. Tras el gran terremoto que sufrió el sur de Chile en 1960, Alberto se enteró que la armada uruguaya recompensaría a quien supiera un oficio y se ofreciera para viajar a colaborar con la reconstrucción de las zonas afectadas. El premio eran pasajes para volver cuando deseara, en cualquier otro momento, a Chile. Por esos tiempos, Alberto trabajaba construyendo casas de tronco con techo de quincha, así que aprovechó la oportunidad para ir a dar una mano a Puerto Montt como parte de una brigada de auxilio. Al mes debía volver, pero se quedó. A los cuatro meses, los carabineros lo identificaron y en el próximo vuelo de la aviación uruguaya tuvo que regresar. “Me entusiasmé con la similitud que tenía el campesino del sur de Chile con el campesino uruguayo. Yo iba a una ruca en el sur e iba a una trapera en el campo uruguayo y era lo mismo. El comportamiento humano era igual: llegabas y te esperaban con comida y te daban una cama. Era así. Era. Ya no”, dice.
Violeta y Nicanor Parra
Después de eso, y antes de convertirse en el músico que acompañó a Violeta Parra en sus últimos días, volvió a Uruguay. Allí estuvo preso por cuestiones políticas y al tiempo regresó a Chile, donde también estuvo preso. “Yo nunca fui militante de ningún partido. Discrepo y discrepé con todos los partidos aunque siempre tuve un postulado ideológico de ir contra las injusticias. Ir de frente”, cuenta. En Uruguay dicen que fue el primer torturado político. Eduardo Galeano fue uno de los encargados de difundir su situación en una nota en el semanario uruguayo Marcha, allá por los años `60, cuando todavía no existía el Galeano de Las venas abiertas de América Latina. Alberto participó, y por si hubieran dudas está en el centro de la emblemática foto, de la marcha de los cañeros, una protesta histórica de los trabajadores rurales reclamaban por tierras, guiados por Raúl Sendic, revolucionario uruguayo y líder fundador del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, del que también fue miembro el ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica. Esa generación uruguaya que fue parte de Tupamaros hoy está en el poder por vía democrática, pero Alberto no duda y diferencia a quienes están hoy conduciendo el país de lo que fue el espíritu de lucha de esa generación. “Tupamaros era otra historia, incluso los llevaba a una actitud de lucha y de ideología vocacional, si se quiere, pero hasta por una mística. Realmente era una entrega de su existencia por un ideario. Hoy no, hoy la gente no entrega ni su tiempo por un ideario. Hoy te dicen: espera que termine con la computadora y después te atiendo.
“Están todos subordinados al consumo, hay un mercantilismo capitalista hoy en el universo y está todo manejado por la electrónica. El ser humano ha distraído lo que es un enfoque ideológico.” Mientras Alberto habla todo alrededor es silencio. Sus perros dejan de ladrar, los pájaros se posan los árboles y no cantan y las personas lo escuchan atentamente. Su sabiduría acapara la atención. Hace veinte años, desde que regresó de Chile, cada último domingo del mes se reúnen en su casa unas cuarenta personas en lo que él denomina un encuentro social. Básicamente es lo mismo que hacen sus perros y los pájaros, se juntan a escucharlo y aprender. “Es una dinámica colectiva, una interacción a partir de un tema que es el detonante”, explica aunque aclara que hay temas que no se abordan: “Filosofía, religión, política y fútbol no se tocan”.
Alberto es muy consciente del poder de la palabra y sabe que es útil para alcanzar un estado elevado de consciencia, pero también sabe que ese poder puede ser también irse hacia la oscuridad. “Con la palabra podemos salvar a alguien pero también lo podemos matar. Si tú estás en un estado de angustia y yo te refuerzo la necesidad de la vida con la palabra, tú sales airoso a vivir. Pero también puede pasar que si estás deprimido y te digo suicídate porque eres una cagada, quizás sales y te matas”, dice mientras se acerca a la mesa hecha con troncos para tomar un té que le sirve Lupe en una taza de Condorito con los colores de la bandera chilena.
La noche empieza a caer y antes de dormir se hará algunas inhalaciones con un tubo de oxígeno como todas las noches y como lo hizo un rato antes de la entrevista porque como él mismo explica: ya no tiene pulmones. “Nunca salgo porque quiero estar siempre con el oxígeno cerca. No es que tenga miedo, soy precavido. Amo la vida, gozo como chancho. Madrugo para gozar, jamás estuve deprimido. Gozo mirando una hoja, un insecto, el fuego. Yo quiero vivir toda la vida y para eso hay que cuidarse”. Antes de saludar, Alberto recuerda que las puertas de su casa siempre estarán abiertas y se despide bromeando. “Ahora llegó el momento del pago, tienen que ponerse”, dice y suelta la carcajada. Alberto contagia, enseña y sonríe siempre, a pesar de todo.