Ese mismo día, pensando en su hija, Pavlo escribió este poema:
Simplemente no me escribas de la guerra,
dime si hay un jardín en las cercanías,
si puedes oír saltamontes, cigarras y grillos,
y si los caracoles se arrastran por la enredadera.
¿Cómo llaman a los gatos en esas tierras lejanas?
Sobre todo, corazón, me gustaría que no hubiera tristeza en tus líneas
¡llénalas de las canciones de pájaros y ranas!
¿Los cerezos y los albaricoques florecen allá todavía?
Y si te regalan un ramo de flores fragantes,
no les cuentes cómo te escapaste de los misiles,
cuéntales lo bien que vivíamos aquí.
A todas las personas que conozcas en el exilio
invítalas a Ucrania a visitarnos,
les mostraremos lo agradecidos que estamos
—después de la guerra—, por la paz de nuestros hijos.
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