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viernes, 13 de septiembre de 2024

Mona Lisa, la reina del pop



Desde hace 200 años, más o menos, es muy popular, pero en este siglo XXI las imágenes inspiradas en la Mona Lisa han eclosionado de una manera incontrolable. Nada se puede comparar a este ícono de la cultura popular. Esta pequeña pintura creada por el genio de Leonardo de Vince hace 500 años es cada día más reproducida, reinterpretada, reinventada, sin que muchos sepan muy bien a qué obedece este fenómeno de la cultura pop. Algunos ejemplos en esta publicación.

Por Rubén Reveco - Editor

Sus primeros 300 años fueron tranquilos. La pintura es propiedad de Francia porque Leonardo pasó sus últimos años de vida en ese país y porque nunca la entregó a sus dueños. Dicen que Lisa Gherardini no quedó conforme con el trabajo. Antes de morir, Leonardo se la vendió a Francisco I y desde entonces integró la colección real conservándose en varios palacios reales (Fontainebleu, Versalles y el Louvre).
Napoleón Bonaparte fue un admirador del artista y apreciaba particularmente a “Madame Lisa”, como la llamaba. Tanto, que a comienzos del siglo XIX la hizo trasladar hasta sus aposentos. No nos imaginamos cuál podría haber sido el “diálogo” entre el guerrero, con ínfulas de emperador, y la mujer que lo miraba y sonreía.


“Prefiero morir”                                                                                                      
Hasta mediado del siglo XIX, la Mona Lisa era una obra de arte más. Todos la reconocían como el testimonio de Leonardo y asociaban su valor más que nada a la figura de su creador. Pero el 23 de junio de 1852, ocurrió algo que marcó para siempre la historia de esta pintura: Un joven parisino saltó al vacío y cayó sobre el empedrado desde el cuarto piso de un hotel donde se alojaba. Dejó una carta donde explicaba semejante decisión “Durante años he intentado desesperadamente comprender el significado de su sonrisa, prefiero morir”.
Por su parte, un crítico e historiador del siglo XIX, escribía: “Al mirarla uno se siente fascinado y aturdido por un extraño magnetismo. Su presencia me atrae, me subleva, me consume: acudo a ella a mi pesar, como acude el pájaro a la llamada de la serpiente”.
Primero un suicidio y años más tarde un robo (1911) terminó por catapultar a la Mona Lisa al estrellato, donde quizá nunca quiso estar.



Estos hechos marcaron la ruta de su popularidad. Desencadenando –de golpe– una verdadera fobia e idolatría. Algunas la amaban mientras que otros la odiaban.
En el siglo XX ocurrió un verdadero estallido iconográfico. Donde le faltó el respeto por considerarla el ícono que representa el arte clásico. Marcel Duchamp le agregó bigotes.
Se pintaron infinidad de variantes. Incontables trabajos de tipo publicitario, imágenes creadas por computadora y dibujos animados.



La Mona Lisa apareció en paraguas, floreros, remeras, platos, vasos, bolsos, abanicos, frascos de mermelada, cuadernos y en cientos de otros productos.
En Internet se vende una almohada con su imagen que lanza risitas de alegría cuando se la aprieta en el pecho.



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