Cómics de terror se han escrito muchos a lo largo de la historia del medio. Unos con más fortuna que otros, algunos incluso han aguantado muy bien el paso de los años, como la inmensa mayoría de las historias de la editorial DC.
Lo que ocurre con este género es que en las bases está ya todo lo que había que contar. Podemos ponerle más vísceras, más splash pages o cualquier otra artimaña para sorprender a las nuevas generaciones, pero nos encontramos ante un género que “ataca” a lo más básico del ser humano: el miedo. Es por esto que, aunque sigamos disfrutando de estas historias, si nos paramos a hacer un análisis serio y profundo del terror nos encontremos con que llevamos leyendo las mismas historias desde el comienzo. Lo desconocido, lo diferente e incluso lo “feo” siguen siendo los ingredientes fundamentales.
FUENTE: Foro DC
Y de todo esto está lleno el cómic que protagoniza esta reseña. Tenemos una criatura extraña, de origen desconocido (sí, sabemos cuándo y cómo se creó, pero el por qué deja muchas incógnitas) y a la que todo el mundo teme por su aspecto. A esto hay que añadirle su hábitat natural, el pantano. Creo que todos coincidiremos en que los pantanos son lugares tenebrosos, sólo aptos para valientes, llenos de criaturas amenazantes (o al menos eso queremos creer). Y, con estos ingredientes, Len Wein (qué pocas veces decepciona este guionista) nos ofrece, en tan sólo diez episodios, las bases de un personaje que, posteriormente, nos ha dado algunas de las mejores historias del medio.
Son historias muy de su época, mucho texto, pero, a la vez (y luego ahondaré en esto), con una parte gráfica excelente desde el punto de vista tanto estético como de la narrativa. En estos cómics ya tenemos al protagonista, ya tenemos las bases de lo que luego será El Verde, también está nuestra amada Abigail… En definitiva, tenemos todo aquello que luego otros autores, principalmente Alan Moore, utilizarían para profundizar en un entorno (el pantano) y unos personajes que todavía tenían mucho que decir.
Ojo, que estas palabras no os lleven a confusión. No estamos ante una obra maestra (esas historias de este personaje vendrían después), sino ante buenas historias sin mayores pretensiones que las de entretener, lo cual, viendo todo lo que se publica hoy en día, no es poco.
Los que me conocéis sabéis que soy de valorar más las historias que el dibujo, pero en el caso de la obra que nos ha traído hasta aquí, ambas cosas van muy de la mano. Estamos ante uno de los mejores trabajos de Bernie Wrightson y, hablando de este dibujante, eso son palabras mayores. Para muestra, un botón: su diseño del personaje no ha sufrido modificaciones a lo largo de los años (si acaso, muy menores e insignificantes). En las páginas de este tomo nos encontramos con un festival de posturas, monstruos y paisajes asfixiantes que no dan tregua al lector. El complemento perfecto para las historias que ilustra.
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